El coche se deslizaba suavemente por la carretera sinuosa, el motor ronroneando mientras Remo navegaba con destreza entre curvas y giros. En el asiento trasero, Beatriz y Damián estaban sentados en silencio, perdidos en sus propios pensamientos.
Beatriz miraba por la ventana, sus ojos fijos en el paisaje que pasaba. Estaba sumida en sus pensamientos, su mente llena de preocupaciones y dudas. No podía quitarse la sensación de que algo no estaba bien, de que algo faltaba.
Damián de repente se había vuelto frío con ella, como si hubiera construido un alto muro a su alrededor y ella no pudiera alcanzarlo.
Ella había intentado entablar una conversación ligera cuando el coche arrancó, pero sus respuestas de una sola sílaba la desconcertaron.
—Claramente no quería hablar con ella y parecía estar molesto con ella.
Beatriz jugueteaba con sus dedos, temía haber hecho algo para enfadarlo o haber hecho algo mal sin siquiera darse cuenta.