—Harper quería estallar en llamas. La mitad por el vergonzoso episodio de borrachera que este descarado listillo sacaba a colación una vez más, la mitad por la mirada en sus ojos que hacía arder todo su cuerpo.
Y esas llamas solo se avivaban más cuando su otra mano alcanzó la mesa de café... no por el mousse de chocolate, sino por el bote extra de nata montada que estaba justo al lado.
Que, por cierto, notó que era sin azúcar. Se preguntó qué podría significar eso sobre su plan, aunque la breve curiosidad desapareció rápidamente de su cabeza cuando él se inclinó, rozando sus labios sobre el borde de su oreja y provocándole una nueva oleada de escalofríos deliciosos.
—Hablando de otra cosa que siempre quise hacerte —susurró—. He estado esperando probar esto desde el día que te lamiste ese maldito helado de tu hermoso rostro.