—¿Anne? —Los ojos de Vincente se abrieron desmesuradamente, y su primer instinto fue mirar hacia ambos lados. Chasqueó la lengua aunque no vio a nadie, tirando de ella hacia dentro de su casa y cerrando la puerta con un golpe.
—¿Qué diablos haces aquí? —preguntó incrédulo—. ¿No fui claro cuando dije que debemos mantenernos bajo perfil?
—Vincente, yo
—¡Mierda! —Vincente se revolvió el cabello irritado, caminando de un lado a otro frente a ella.
—Vincente, nadie me siguió aquí —Mariana aseguró, viendo su paciencia consumirse poco a poco—. Sé que quieres que seamos cuidadosos y lo estoy siendo.
—¿Cuidadosa? Sabes que los artículos sobre nosotros aún están circulando. Estás en la industria del entretenimiento. ¿Cómo no sabes que los paparazzis no paran hasta conseguir su chisme? Si mi abuelo oye otro de estos rumores, ¿sabes lo que significa para mí?
—No te preocupes