Grandes gafas que podrían cubrir su rostro cincelado, cabello desordenado y rizado que se extendía por debajo de sus cejas, un largo abrigo para ocultar su cuerpo de la baja temperatura, y un llamativo coche deportivo. No es de extrañar que la gente de la compañía de Fil se estuviera agrupando en la entrada —mujeres riendo entre dientes y cuchicheando con curiosidad.
Aparte del coche deportivo valorado en millones en el que se apoyaba con despreocupación, el aspecto, físico y aura de Anton sobresalían. Era una celebridad por una razón; aunque prefería que lo llamaran cantante en lugar de celebridad.
—Dios mío. ¿Quién es él? —comentaron algunas mujeres.
—¡Se ve tan guapo~!
—¿Es un cliente?
—¿No sería genial que te recogieran en un coche tan lujoso?
—Está buenísimo.