—Ya no soy humano.
Fil abrió la boca, pero no salieron palabras. Entrecerró los ojos por un momento, tarareando una melodía sospechosa.
—¿No eres humano? —repitió, sin tomarlo muy en serio—. Si no lo eres, ¿qué eres? ¿Un extraterrestre? ¿Dónde está tu nave espacial?
—Los extraterrestres no existen —replicó él—. Y si existieran, no creo que se molestaran en venir a la Tierra para dominar el mundo. Aquí no hay nada que puedan obtener aparte de la contaminación, el calentamiento global que empeora y los humanos que están destruyendo lentamente su planeta y de forma dolorosa.
Una risa escapó de los labios cerrados de ella, bajando la cabeza con los brazos todavía apoyados en el colchón. —Si no eres un extraterrestre, ¿eres... el diablo? —bromeó, mirándolo con recelo—. He oído que el diablo es bastante diferente de lo que conocemos.