Cuando el mayordomo escoltó a Fil al salón privado, el presidente la recibió alegremente con ambas manos. Él la presentó efusivamente a sus cercanos asociados, alardeando de su trabajo y de su actual proyecto. Y ya que el presidente obviamente le tenía cariño, los invitados en la sala la recibieron bien solo por eso.
La sala estaba llena de hombres con solo Fil y una anciana señora con ellos. Sin embargo, a diferencia de ella, que tenía que sonreír y hablar amables y generosas cortesías, la anciana señora observaba todo desde un costado. No parecía una marginada, pero tampoco participaba activamente en todas las conversaciones.
—Para una joven dama liderar un gran proyecto como el Proyecto Solana, no es de extrañar que el presidente esté tan orgulloso de ella —reflexionó uno de los hombres en la sala—. Mi hija también tiene más o menos la misma edad, pero todo lo que quiere esa joven es gastar dinero.