—Ahora sal —me ordenó.
Dé un brinco ante su demanda y luego salí tranquilamente de mi asiento.
Él abrió la puerta para mí y me condujo hacia afuera.
—Será mejor que no intentes nada gracioso, princesa —dijo.
No dije ni una palabra.
En cuanto salí del carruaje vi el caos del ataque.
Nadie notaría si me deslizara y me tomaran como rehén. Había sangre y lobos muertos en el suelo.
Él me agarró y sostuvo la espada en mi cuello.
Luego me forzó a ir delante de él y todo lo que hice fue caminar, pronto estábamos adentrándonos en el bosque.
—¡Muévete! —me espetó y me incitó a avanzar.
Avancé en silencio sin saber qué decir.
—¿Adónde vamos, por favor? —le pregunté.
—¡No haces preguntas! —me espetó de nuevo.
Me quedé muda.
Entonces me llevó a donde estaban otros lobos.
Eran parte de su manada de renegados.
—¿Quién es ella? —preguntó alguien.
—Es importante para ellos —dijo secamente—. La encontré en el carruaje. Esperando como una princesa. ¡Mira, está vestida como una!