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Intenté apartarlo, pero con cada segundo que se retiraba, volvía a entrar con ímpetu y su peso dentro de mí era insoportable.
Sentí mi cuerpo estremecerse en respuesta a sus acciones.
¿Era esto lo que significaba consumar hijos?
¿Era esto lo que Abel y otros hombres de la manada que me habían deseado querían hacer?
Algo tan doloroso.
Siguió sin más y no pude evitar llorar en voz alta, sollozando.
Mis muslos internos ardían y luego giré la cabeza hacia un lado mientras él se adentraba más, sin darme ni un solo segundo para acostumbrarme a su brusquedad.
Era agresivo y completamente salvaje.
Cerré los ojos, para alejar mi mente de lo que me estaba pasando y entonces él agarró mi mandíbula y me obligó a mirarme.
—Creías que sería Dean el que te haría esto, ¿verdad? —exigió.
Gotas de sudor estaban en su frente clara y sus ojos de ónice brillaban.
Pensaba que me estaba castigando, pensaba que castigaba a Jessica, cuando en realidad yo era inocente de todas sus acusaciones.