Todos estaban viendo la reunión de Alfas y otros mutantes a través de transmisiones en vivo, cortesía de los drones de noticias.
Nunca en la historia se habían reunido tantos Alfas, y su apariencia los dejó boquiabiertos.
La gente miraba las imágenes con reverencia, y muchos se arrodillaron en veneración. Esto a pesar de que los Alfas no emitían su presencia que obligaría a uno a arrodillarse y postrarse. La necesidad de adorar se despertó en sus corazones por sí sola, como respirar. Era una necesidad innata, y nadie podía detenerla.
Cuando Qingyi mató a unas pocas docenas de Gammas y Betas al invocar la barrera, los espectadores sintieron que era misericordioso. Después de todo, ningún ser inferior debería estropear la atmósfera tranquila de los Dioses. Matar a los blasfemos era una misericordia, pues merecían algo mucho peor.