En la orilla del Estanque de la Lujuria.
Justo cuando Chinu estaba a punto de activar la jaula, vientos fríos pasaron, llevando consigo un frío antinatural. Su rostro se volvió pálido y su cuerpo temblaba de terror.
—No harías nada para lastimar a nuestro papito, ¿verdad? —Como un espectro, Lillian apareció frente a él, su dedo índice ligeramente presionado contra su garganta. Su dedo era esbelto y encantador; su belleza se amplificaba aún más por su vibrante uña rosa.
A pesar de esto, todo lo que Chinu sentía era un miedo absoluto. Cada célula de su cuerpo le advertía de una profunda crisis, diciéndole que si ella presionaba su dedo solo un poco más, él moriría.
Lillian esperó pacientemente una respuesta. Sus lindos labios se esparcieron en una cálida sonrisa; haciendo que uno sintiera un fuerte impulso de abrazarla, protegerla.
Pero Chinu no se atrevía a confiar en la sensación que emitía ella, e instead creía en la profunda crisis que su cuerpo le advertía.