Al final de un acantilado, un grupo de cuatro jóvenes estaba parado. Tres de ellos miraban al último joven. Sus ojos brillaban rojos y giraban como un remolino mientras miraba a lo lejos.
—Edolas, ¿has descubierto algo sobre esa explosión? —preguntó un joven llamado Oboro.
Como la mayoría de los concursantes, él había pasado sin recibir una sola cuenta. Naturalmente, esto le puso bajo una gran presión.
Cuando se anunció sobre este yermo y él adivinó su papel, recuperó la esperanza. Sintió que todavía había una oportunidad, así que reclutó a tres de sus amigos que tampoco lo habían hecho mejor que él.
Todos decidieron apuntar a Zed y Sophia en lugar de ir tras Alistair, Leonardo, Salomón y otros genios de primer nivel. Les faltaba confianza para enfrentarse a los genios de primer nivel y a los Elegidos, ya que eran bien conscientes de su origen y poderes.