—¡Adiós, papito! —dijeron al unísono Madison y Lillian. Madison colocó un brazo alrededor de la desnuda cintura de Lillian y apoyó su cabeza en su hombro.
Kiba se quedó de piedra con su decisión. Incluso antes de que pudiera responder, apareció una multitud de anillos sobre las dos mujeres.
¡Swoosh~!
Los anillos estaban hechos de una luz roja brillante. Descendieron y envolvieron a los gemelos de cabeza a pies.
Madison y Lillian movieron sus manos y lanzaron besos al aire a Kiba.
—¡Te queremos, papito! —Los anillos de luz destellaron con un radiante brillo carmesí que envolvió completamente a los gemelos. La deslumbrante luminosidad se descompuso en innumerables chispas que casi parecían flores de cerezo.
Kiba observó impotente las chispas que se desvanecían. Los gemelos habían abandonado el club, dejando atrás a un pobre hombre.
La única prueba de sus actividades era su erección y el vestido de verano de Lillian que todavía yacía en el suelo.