En lo profundo del bosque, oculto entre la maleza y los árboles retorcidos, se encontraba un antiguo bunker de hormigón. Dentro de sus paredes gruesas y oscuras, vivía un joven llamado Ethan. Desde temprana edad, había sido víctima de un tormento implacable, tanto en su hogar como en la escuela. Las burlas y los insultos de sus compañeros, alimentados por la indiferencia y el abuso de su familia, habían marcado profundamente su espíritu sensible.

Ethan encontró refugio en aquel bunker, un lugar sombrío que le ofrecía una ilusión de seguridad en medio del caos que reinaba en su vida. Allí, rodeado de libros y recuerdos de una niñez robada, se refugió del mundo exterior que tanto temía. En las páginas de aquellos libros, encontró solaz y consuelo, permitiéndole escapar temporalmente de la realidad desgarradora que lo rodeaba.

Sin embargo, la soledad y el aislamiento cobraron su precio. A medida que los años pasaban, el bunker se convirtió en una cárcel emocional, una trampa en la que Ethan se había encerrado voluntariamente por miedo a enfrentar los horrores del mundo exterior. Pero en lo más profundo de su corazón, un anhelo persistente latía, una llamada silenciosa que lo instaba a desafiar sus temores y buscar la libertad que tanto ansiaba.