Después de años de vivir en la penumbra de su refugio subterráneo, una pequeña chispa de esperanza se encendió en el corazón de Ethan. Una voz interior, suave pero persistente, le recordaba que la vida no debía ser solo una existencia de miedo y soledad. Con valentía, comenzó a explorar los rincones olvidados de su prisión, buscando una salida hacia la libertad que tanto anhelaba.
Cada paso era un desafío, cada sonido una amenaza potencial, pero Ethan no se dejó intimidar. Con determinación obstinada, sorteó los obstáculos que se interponían en su camino, enfrentando sus miedos más profundos con cada paso que daba. Finalmente, después de mucho tiempo y esfuerzo, descubrió la llave que abriría la puerta de su prisión, una puerta que había permanecido cerrada durante demasiado tiempo.
Con manos temblorosas, Ethan giró la cerradura oxidada y empujó la puerta hacia afuera, enfrentando la luz del sol por primera vez en años. El resplandor cegador lo envolvió, pero también lo llenó de una sensación de asombro y maravilla que había olvidado por completo. Por un momento, se quedó allí, parado en el umbral de la libertad, dejando que el calor del sol borrara las sombras que habían oscurecido su alma durante tanto tiempo.