Axel, con su carácter siempre directo y a menudo sarcástico, miró a Rayber con los ojos entrecerrados, un destello de desafío en su mirada mientras lo interpelaba:
—Dime algo, Rayber. ¿No puedes ver el futuro con ese poder tuyo?
Rayber, aún recuperándose de la discusión, lo miró de reojo y respondió con calma:
—No, Axel. El pasado.
Axel, soltando una leve risa irónica, respondió de inmediato:
—Lo que digas jefe.
Rayber frunció el ceño, y por un momento, las palabras de Axel lo hicieron reflexionar. Había una verdad oculta tras esa simple ironía. A lo largo de su vida, su poder le había permitido ver el pasado de otros y de sí mismo, pero nunca había logrado comprender del todo la conexión con el futuro o el destino que lo aguardaba. ¿Era acaso su poder un reflejo de su incapacidad para prever los peligros que venían? ¿O quizás su poder tenía un propósito más profundo que aún no había descubierto?
Rayber reflexionó sobre su poder, y su mente lo llevó a un recuerdo lejano, un momento que hasta ahora había permanecido dormido en su memoria. Todo había comenzado cuando Joe, su enigmático mentor, le explicó los misterios de su habilidad.
El pasado
La escena se desdobló en su mente como una película antigua. Rayber se vio a sí mismo, de pie frente a Joe. Estaban en lo que parecía ser una sala antigua, oscura y cargada de una energía opresiva. Rayber, le hacía preguntas, buscando desesperadamente entender la naturaleza de sus poderes.
—A lo largo de tu vida, Rayber —comenzó Joe con su voz grave y pausada—, irás descubriendo más y más sobre ti mismo. Cada paso que des abrirá portales. Portales que te conectarán con cosas que jamás imaginaste.
Rayber lo miró, entre desconcertado y curioso.
—¿Portales? —preguntó, tratando de comprender el significado detrás de esas palabras.
Joe asintió, cruzándose de brazos.
—Sí. Portales que conectan el tiempo y el espacio. Tu poder te permitirá abrirlos… y cerrarlos. A veces, esos portales serán hacia los recuerdos del pasado, pero también… hacia algo más grande. El tiempo es relativo para ti. Mientras que los demás ven un momento, tú puedes verlo desde diferentes ángulos. Tu mente puede experimentar años en cuestión de segundos. Con el tiempo, esos sueños te mostrarán cómo activar el verdadero poder.
Rayber, todavía más confundido, lo interrumpió:
—¿Mis sueños? ¿Y qué se supone que debo hacer con eso?
Joe lo miró con un brillo en sus ojos, uno que Rayber no había comprendido en su totalidad hasta ese momento.
—Tus sueños te revelarán el camino para activar esos portales. Serán la clave para controlar tu destino. En ellos, el tiempo es fluido. Cuando logres dominarlo, Rayber, tendrás el poder necesario para vencer a Manuel.
Rayber, confundido y algo escéptico, arqueó una ceja. Todo le sonaba vago, incompleto, como si Joe estuviera evitando darle las respuestas directas que él necesitaba. Y entonces preguntó lo que siempre había rondado su mente:
—¿Por qué no lo haces tú, Joe? —le dijo con un tono de voz más fuerte, reflejando su creciente frustración—. ¿Por qué no terminas lo que empezaste? ¿Por qué tengo que ser yo? Si tú ya sabes cómo controlar este poder, ¿por qué no has acabado con Manuel?
Rayber lo miró directamente a los ojos, esperando una respuesta clara, ansiosa.
Joe, en ese momento, desvió la mirada. La seguridad habitual que mostraba pareció tambalearse por primera vez, y lo que dijo a continuación sorprendió profundamente a Rayber.
—Porque no puedo, Rayber… —susurró Joe, su voz entrecortada y cargada de dolor—. No puedo hacerlo.
Rayber sintió una ola de incredulidad, algo en su interior no lograba aceptar aquellas palabras. Joe, el hombre que le había enseñado tanto, el hombre que parecía inquebrantable, admitía por primera vez una debilidad que jamás había mostrado. Pero había más. Joe levantó la vista, y sus ojos, normalmente fríos y calculadores, estaban ahora llenos de tristeza y arrepentimiento.
—Fui yo quien empezó todo esto —continuó Joe—. Fui yo quien abrió el primer portal. Y lo que encontré al otro lado… me destruyó. Me consumió de maneras que no puedes imaginar. No puedo detener a Manuel, Rayber, porque yo soy parte de la razón por la que es tan poderoso.
Rayber dio un paso atrás, atónito ante la confesión.
—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó, sus pensamientos dando vueltas, intentando unir las piezas de lo que Joe le estaba revelando.
Joe exhaló, como si un peso invisible estuviera apretando su pecho.
—Cuando abrí el primer portal, liberé algo más. Algo oscuro, algo que no pude controlar. Y Manuel… se aprovechó de eso. Él no es solo un ser poderoso, Rayber. Él es el resultado de los errores que yo cometí. Si alguien puede detenerlo, serás tú. Pero necesitarás comprender tu poder de formas que yo nunca pude.
Rayber se quedó en silencio, asimilando lo que acababa de escuchar. Joe había creado, o al menos liberado, el poder que ahora Manuel controlaba. Y Rayber era la única esperanza de enmendar ese error. Pero ¿cómo podría confiar en su mentor cuando él mismo no había sido capaz de detener la amenaza que desató?
Regreso al presente
Rayber volvió al presente, dejando atrás ese recuerdo amargo de su conversación con Joe. Ahora comprendía un poco más de su destino, pero también sentía el peso de la responsabilidad. Axel lo observaba, esperando alguna respuesta, sin saber nada de lo que había pasado por la mente de Rayber en esos pocos segundos.
—Mi poder no es lo que piensas, Axel —murmuró finalmente Rayber, con un tono de voz sombrío—. No puedo ver el futuro… solo el pasado. Pero incluso el pasado tiene secretos que pueden cambiarlo todo.
Axel lo miró con el ceño fruncido, aún sin entender del todo, pero al menos podía ver que Rayber cargaba con algo mucho más pesado de lo que imaginaba.
El aire en el campamento de la Legión estaba cargado de tensión. Los rostros de los comandantes y miembros de la tropa estaban en expectativa, todos esperando que Rayber tomara una decisión. Axel, con su habitual tono desafiante, se dirigió a Rayber:
—Entonces, si puedes ver el pasado, ¿por qué no ves el pasado la última vez que viste a Junior?
Las palabras de Axel resonaron en el campamento como un eco. Todos los ojos se volvieron hacia Rayber, expectantes. La tropa de exploración, liderada por los comandantes, se detuvo y miró a Rayber con esperanzas mezcladas con desesperación. Entre ellos, los más influyentes le dijeron:
—Intenta eso, Rayber. Quizás eso nos dé alguna pista.
Rayber, que había estado lidiando con sus propios conflictos internos, se encontraba en una encrucijada. Su mente estaba nublada con dudas y temores. Se sintió empujado hacia el borde, y sus manos temblaron ligeramente.
—No es el momento para probar eso —dijo, con una voz que intentaba ser firme pero que reflejaba su inseguridad.
De repente, Axel interrumpió, con un tono cargado de escepticismo:
—¿No puedes?
Las palabras de Axel, aunque dichas con una cierta burla, impactaron profundamente en Rayber. La presión de la situación, la desesperación por encontrar a Junior, y la mirada inquisitiva de todos, lo hicieron sentir vulnerable. Rayber estaba acostumbrado a ser el líder que inspiraba confianza y seguridad, pero ahora se encontraba en una posición en la que no podía ofrecer ninguna de esas cosas.
Rayber comenzó a sudar, su mente evocando recuerdos de su niñez, cuando solía ser fácilmente manipulado y estaba sin poder para tomar decisiones. La presión de ser el líder, la responsabilidad de salvar a Junior, y el miedo de no cumplir con sus expectativas lo estaban ahogando.
Finalmente, en un momento de vulnerabilidad, Rayber se volvió hacia su equipo y, con un tono tembloroso y lleno de ansiedad, dijo:
—No… no me siento seguro de poder hacerlo. Además, no sé las consecuencias de lo que pueda traer.
Moreno, que había estado observando desde su caballo, se bajó con determinación y se acercó a Rayber. Sus pasos eran firmes, como si cada uno de ellos estuviera cargado de un peso enorme de responsabilidad.
—Entonces hazlo, Rayber. No tenemos todo el día —dijo con una voz dura, pero con una mirada de comprensión.
Sara, que había estado observando la escena con preocupación, también se unió a la conversación. Con un tono de aliento, dijo:
—No importa si no funciona, al menos lo intentaste.
Axel, decidido a presionar aún más, se bajó de su montura y se acercó a Rayber. Su presencia y su actitud eran desafiantes, como si cada palabra que dijera fuera un desafío a la autoridad de Rayber.
Rayber, atrapado entre la presión de su equipo y su propia inseguridad, sintió como si el peso del mundo estuviera sobre sus hombros. Recordó su pasado, las veces que había sido manipulado y controlado, y cómo había luchado para ser el líder que era ahora. Dio un paso firme hacia adelante, intentando reafirmar su posición y su determinación.
Con un grito desgarrador que resonó en el campamento, Rayber expresó su frustración y su decisión:
—¡No puedo! ¡Ya lo he intentado!
Su voz era un grito de desesperación, una mezcla de rabia y tristeza. La tensión en el aire se palpaba, y el silencio que siguió a sus palabras era denso, lleno de la incertidumbre de lo que podría venir a continuación. El peso de la responsabilidad, el miedo al fracaso y la necesidad de encontrar a Junior estaban abrumando a Rayber, y el campamento quedó inmovilizado por el peso de su declaración.
El silencio que siguió a las palabras de Rayber era palpable. Los rostros en el campamento reflejaban una mezcla de sorpresa, frustración y preocupación. La tensión crecía, y el peso de la situación parecía casi físico.
Axel, con una mirada dura, frunció el ceño y se cruzó de brazos. La presión que había ejercido sobre Rayber no había dado el resultado esperado, y su expresión mostraba tanto desilusión como preocupación.
Sara, viendo el estado en que se encontraba Rayber, se acercó y colocó una mano reconfortante en su hombro. Su voz era suave, pero cargada de empatía:
—Rayber, quizás no estás listo para hacerlo ahora. No significa que hayas fallado. Solo significa que necesitamos más tiempo para entender cómo resolver esto.
Rayber asintió lentamente, la comprensión en sus ojos. Estaba agotado, tanto mental como emocionalmente. Su mirada se volvió hacia el suelo, incapaz de mantener el contacto visual con su equipo. La responsabilidad que había estado cargando parecía más pesada que nunca.
Moreno, aún con una expresión seria, se acercó a Rayber y, con un tono más suave, dijo:
—Todos tenemos límites, Rayber. Lo importante es que sigamos adelante. No podemos quedarnos aquí estancados. Necesitamos encontrar otra manera.
En ese momento, un miembro de la tropa de exploración se acercó corriendo, su rostro pálido de preocupación. Se dirigió a Rayber y a los demás con una voz temblorosa:
—Señor, hemos encontrado algo. Puede que sea importante.
Rayber levantó la vista, su agotamiento dando paso a una chispa de interés. Los comandantes y miembros del equipo se agruparon alrededor del explorador, ansiosos por escuchar lo que había encontrado.
El explorador explicó que habían detectado una señal débil, una especie de energía residual que parecía tener relación con los portales. Aunque la señal era tenue, había algo en ella que les daba esperanza de que podrían encontrar una pista sobre el paradero de Junior.
Rayber, sintiendo un nuevo propósito, miró a su equipo con una renovada determinación:
—Vamos a investigar esa señal. Puede ser nuestra mejor oportunidad para encontrar a Junior.
Elara, se acercó a Rayber y lo miró con esperanza:
—Vamos a encontrarlo si?
Con un asentimiento decidido, Rayber reunió a su equipo y comenzaron a prepararse para la nueva misión. Aunque la carga emocional seguía presente, la esperanza de encontrar una solución les daba una razón para seguir adelante.