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Chapter 44 - Entre las Ruinas, Otra Vez

Rayber avanzó por el portal junto con su equipo, sintiendo el peso abrumador de los recuerdos. Era la misma dimensión donde había perdido a dos de sus compañeros más queridos, Henry y Rohwder, un lugar donde la muerte y el sufrimiento eran palpables. Cada paso que daba le recordaba las últimas horas de Henry, la risa de Rohwder y el vacío que quedó tras su desaparición. Su mente revoloteaba entre el pasado y el presente, luchando por mantener la compostura.

Al entrar, la atmósfera era asfixiante, con un aire pesado y una neblina oscura que cubría las calles. Las estructuras deformes y siniestras de la ciudad les recordaban que este era un lugar donde los vivos no eran bienvenidos. Rayber se obligó a concentrarse en la misión, aunque las imágenes del pasado seguían golpeando su mente. Entonces, en medio de la bruma, pudo reconocer una figura familiar entre las sombras. Sabía que no estaban solos.

—Dividiremos el equipo en dos —ordenó, con una voz que intentaba sonar firme a pesar del caos en su interior—. Al parecer, nadie se ha dado cuenta de que entramos por el portal. Es una ventaja, pero no durará mucho.

El primer equipo lo conformarían Kellah, Sara, Elaine y Alex. Su misión sería simple, pero crucial: vigilar y alertar de cualquier peligro inminente. Elaine, con una mirada de asombro, observaba a su alrededor, su respiración entrecortada.

—¿De verdad... esto es... la dimensión de los no muertos? —preguntó, su voz temblorosa.

Rayber, sabiendo que el tiempo era esencial, respondió sin rodeos, intentando mantenerse firme.

—No es hora de lloriquear, Elaine. Aquí el miedo es tu peor enemigo. —Volvió su mirada hacia Sara y Kellah—. Eviten a toda costa el combate. No sabemos qué criaturas nos vigilan, pero cualquier sombra podría reconocernos fácilmente. Quiero que estén alertas y que no llamen la atención bajo ningún concepto.

Sara asintió, aunque no pudo evitar temblar ligeramente. De repente, su transmisor empezó a parpadear con más intensidad.

—¡Ya tengo la señal de Junior! —exclamó, señalando hacia la distancia. En la lejanía, un gigantesco castillo se alzaba imponente, con su oscuro contorno recortándose contra el cielo gris. Estaba al final de una calle llena de ruinas y restos de batallas pasadas.

Rayber le entregó un pequeño saco con monedas a Sara.

—Cámbiense de ropa. Aquí todo el mundo está bajo vigilancia. No quiero que nadie vea el logo de la Legión, ¿entendido?

Sara afirmó con un gesto decidido y, con Kellah, Elaine y Alex, se retiraron a buscar un lugar seguro para cambiarse de atuendo y mezclarse con la macabra población de la dimensión.

Axel, observando el panorama y sintiendo la tensión en el ambiente, se acercó a Rayber.

—¿Y cuál es el plan, Rayber? —preguntó, su tono directo y preocupado. A pesar de su confianza habitual, sabía que las cosas aquí no serían fáciles.

Rayber no dudó en responder, aunque sus ojos estaban fijos en el castillo a lo lejos.

—Entraremos en ese castillo. Si Junior está allí, lo sacaremos, cueste lo que cueste.

Mientras el equipo de Rayber avanzaba hacia el castillo, Sara y su grupo encontraban un lugar discreto entre las ruinas para cambiarse de ropa. Elaine, aún algo perturbada por la situación, miraba de reojo a Alex mientras se ajustaba su atuendo improvisado.

—No puedo creer que estemos haciendo esto —dijo, intentando ocultar su nerviosismo.

—¿Qué pasa? —respondió Alex con una sonrisa despreocupada—. Tal vez estemos destinados a estar aquí, juntos, ¿no lo crees?

Elaine, sin dudarlo, le dio otro golpe en el hombro, aunque esta vez más suave.

—No empieces con tus tonterías, Alex.

Kellah, observando la escena con una sonrisa, se volvió hacia Sara.

—¿Qué piensas, Sara? ¿Crees que Junior está realmente ahí?

Sara, con la mirada fija en el castillo, respondió con determinación.

—No lo sé, pero lo encontraremos. Estoy segura de que está esperando que vayamos por él.

Con la ropa cambiada y la misión clara, el equipo de exploración se preparaba para su tarea mientras Rayber Axel y moreno se acercaban al castillo. El aire se volvía cada vez más denso, y el peso de los recuerdos comenzaba a ser insoportable para Rayber, pero una cosa era clara: no se detendrían hasta encontrar a Junior.

Frizt miró a Junior desde las sombras de la celda, con una expresión que oscilaba entre la burla y el desprecio. El transmisor de Junior colgaba entre sus dedos, balanceándose lentamente frente a él. Junior sintió su corazón acelerarse, la preocupación reflejándose en su rostro. Todo plan de escape que había considerado hasta ese momento se desmoronaba.

—Pensabas que te ibas a salvar, ¿verdad? —dijo Frizt con una voz tranquila pero venenosa, acercándose a Junior con pasos lentos y calculados.

Junior, con las manos encadenadas y una parte de su armadura rota por el golpe de Manuel, se enderezó como pudo. Sus ojos no podían ocultar la creciente ansiedad.

—¿Qué es lo que quieres, Frizt? —preguntó, intentando mantener la calma mientras sus ojos se posaban en el transmisor, sabiendo que esa pequeña esperanza de rescate estaba ahora en manos del traidor.

Frizt, con una sonrisa astuta, le sostuvo la mirada y respondió, casi en un susurro.

—Yo... solo quiero ser libre —dijo, sus palabras cargadas de un deseo oculto—. No quiero estar bajo las órdenes de nadie, ni de Manuel ni de ningún otro ser.

Junior frunció el ceño, desconcertado.

—¿Entonces por qué sigues las órdenes de él? —preguntó con curiosidad y desdén. Junior había visto a muchos como Frizt antes, personas que decían una cosa pero hacían lo contrario. Personas atrapadas en su propia red de mentiras.

Frizt sonrió aún más, mostrando los dientes como si acabara de oír una broma interna.

—¿No te lo dije? —respondió, con una frialdad que helaba la sangre—. Me rebelaré contra Manuel. Lo haré... y para eso, necesito que ocurra una gran pelea aquí. Quiero desatar el caos y, cuando todos estén distraídos, desapareceré como polvo al viento. Y si se me da la oportunidad... lo mataré. A Manuel. Yo seré quien acabe con él.

Mientras hablaba, sus ojos adquirían un brillo cruel y despiadado, y esa sonrisa se extendió aún más en su rostro, retorcida y oscura.

Junior lo miraba fijamente, sintiendo cómo la locura de Frizt se revelaba en cada palabra. Pero no mostró debilidad. En lugar de eso, lo desafió, sus ojos centelleando con determinación.

—Dime, Junior —prosiguió Frizt—, cuando todo esto comience... ¿vendrás conmigo? ¿O te quedarás con esos patéticos amigos tuyos, intentando salvar lo que no se puede salvar?

Junior, aunque encadenado y herido, no retrocedió. Sus ojos se entrecerraron, mostrando una chispa de resistencia que no había sido apagada por la captura.

—Lo sabrás cuando todo empiece —contestó Junior con voz firme.

El desafío en sus palabras hizo que Frizt lo mirara por un momento en silencio. Luego, soltó una carcajada cruel, mientras el sonido de su risa resonaba en las paredes de la oscura celda. Se inclinó hacia Junior, su rostro a centímetros del de él.

—Tienes agallas, eso te lo concedo. Pero no olvides una cosa... —Frizt alzó el transmisor, mostrándolo una vez más—. ¿Quién está encadenado y quién está libre?

Sus palabras eran un recordatorio cruel de la situación desesperada en la que Junior se encontraba. Frizt dejó caer el transmisor, permitiendo que Junior viera cómo caía al suelo y luego se marchó, dejando a Junior solo en la penumbra de la celda. La puerta se cerró con un ruido sordo, dejando a Junior con sus pensamientos, sabiendo que el verdadero enfrentamiento aún estaba por comenzar.

A pesar de las cadenas y las heridas, Junior comenzó a planear. Sabía que no sería fácil salir de esta, pero también sabía que no se rendiría.