En la oscuridad de los portales, Junior estaba atrapado en un estado de confusión y desesperación. Frizt lo había llevado a un lugar desconocido, y su mente estaba llena de las imágenes de su pasado doloroso y de las palabras de Frizt.
Frizt, con una expresión ambigua en su rostro, le dijo a Junior:
—¿No te das cuenta de lo que está en juego? Todos están luchando, y tú estás aquí, atrapado en tus propios demonios.
Junior, con el corazón pesado y la mente llena de dudas, respondió con una voz quebrada:
—¿Y qué puedo hacer? ¿Cómo puedo cambiar lo que ha pasado? ¿Cómo puedo cambiar mi pasado?
Frizt, con un aire de tristeza y determinación, le dijo:
—No se trata solo de cambiar tu pasado, Junior. Se trata de usarlo para encontrar tu propósito en el presente. Todos tenemos una misión, y a veces, la única forma de encontrarla es enfrentando nuestros miedos más profundos.
La conversación entre Junior y Frizt se desarrollaba en un tono introspectivo, en el que Junior empezaba a comprender que su viaje no era solo una búsqueda de redención, sino también un proceso de aceptación y enfrentamiento con su propia realidad.
En el campamento, Rayber y su equipo se preparaban para su misión, conscientes de que el tiempo era esencial. La búsqueda de Junior y la lucha contra las fuerzas oscuras continuaban, y cada miembro del equipo sabía que la batalla aún no había terminado.
La noche cayó sobre el campamento, y el ambiente se llenó de una mezcla de ansiedad y esperanza. Mientras Rayber y su equipo partían hacia la señal, el destino de Junior y el futuro de la Legión seguían en el aire, pendiendo de un hilo delicado que solo el tiempo y el coraje podrían desatar.
La noche se había asentado y el campamento estaba en silencio, con la mayoría de los guerreros descansando o preparándose para el próximo día. Sin embargo, Rayber no podía encontrar descanso. Su mente estaba atrapada en un torbellino de pensamientos y emociones conflictivas.
Rayber recorría los pasillos vacíos, su mente sumida en la oscuridad de sus recuerdos y en el caos de sus pensamientos. El rostro de Junior, alguien que había considerado su hermano menor, le llegaban constantemente, mezclado con las palabras de Rohwder que resonaban en su mente:
—¿Qué harías tú si fueras líder?
Las palabras eran una punzada constante en su cerebro, reforzando su sensación de inseguridad. ¿Qué significaba realmente ser un líder? ¿Cómo había llegado a sentirse tan débil, tan incapaz? Se preguntaba si estaba siendo controlado por fuerzas que no entendía, si había algo dentro de él que lo estaba debilitando. La responsabilidad de salvar al mundo y la pérdida de Junior lo estaban arrastrando hacia una desesperación abrumadora.
Recorrió un pasillo en particular, una zona de la base que solía estar llena de vida y actividad, pero que ahora estaba desierta. Aquí, en medio del silencio, Rayber se detuvo frente a un viejo mural que mostraba la historia de la Legión. Las imágenes de antiguos héroes y batallas llenaban la pared, y Rayber se preguntaba cómo esos héroes habían soportado sus propias pruebas.
El dolor físico de sus heridas recientes y el peso emocional de la pérdida de Junior se fusionaban, creando una sensación de asfixia. Se sentía como si estuviera hundiéndose en un mar sin fondo, sin un salvavidas a la vista. Los recuerdos de Junior, con su joven rostro lleno de esperanza, y las promesas que había hecho a su pequeño hermano, lo atormentaban. La presión de ser el salvador y el dolor de no poder proteger a aquellos que amaba se entrelazaban, formando un nudo doloroso en su pecho.
Con una mezcla de frustración y desesperación, Rayber se dejó caer al suelo, su espalda apoyada contra la pared. Casi sin darse cuenta, sus ojos se llenaron de lágrimas que no esperaba. Sentía que su mente estaba al borde del colapso, atrapada entre la responsabilidad de liderar y el dolor de su propia vulnerabilidad.
Fue en ese momento, cuando el mundo parecía estar en silencio absoluto, que Elara apareció. Al verlo en ese estado tan vulnerable, su corazón se llenó de preocupación. Sin decir una palabra, se acercó y lo abrazó con ternura. El gesto era simple pero lleno de significado. Era un abrazo que decía más de lo que las palabras podían expresar, un abrazo de comprensión y apoyo.
Rayber sintió el calor y la calma que Elara le ofrecía, y durante un breve momento, el caos en su mente se calmó. Las lágrimas que había estado conteniendo comenzaron a fluir libremente, mientras Elara lo abrazaba con firmeza. No había necesidad de palabras; el abrazo hablaba de solidaridad y de una promesa implícita de no estar solo en sus momentos más oscuros.
—Lo siento, Elara —murmuró Rayber con voz entrecortada—. No sé si puedo seguir adelante. Me siento… débil.
Elara lo sostuvo con más fuerza, sus palabras eran suaves pero firmes:
—Rayber, todos enfrentamos momentos de debilidad. No estás solo en esto. Todos estamos aquí contigo. Tu valor no se mide solo por tu fuerza, sino por cómo te enfrentas a tus miedos y dolor. Y ahora, más que nunca, necesitamos que te levantes. Necesitamos que seas el líder que sabes que puedes ser.
Las palabras de Elara, aunque simples, tenían el poder de calmar la tormenta en la mente de Rayber. Se aferró al abrazo, encontrando en él una fuente de fortaleza que le recordaba por qué había asumido el rol de líder en primer lugar. Sabía que tenía que seguir adelante, no solo por él mismo, sino por Junior, por la Legión y por todos aquellos que dependían de su liderazgo.
Después de unos momentos, Rayber se separó ligeramente del abrazo y miró a Elara con una determinación renovada en sus ojos. Aunque el dolor y la incertidumbre seguían presentes, sabía que no podía dejar que estos lo vencieran. La lucha por el futuro de todos seguía en pie, y estaba dispuesto a enfrentarlo, aunque no tuviera todas las respuestas.
—Gracias, Elara —dijo Rayber, su voz ahora con un tono de determinación—. Lo haré. Haré todo lo que esté en mis manos para encontrar a Junior y cumplir con mi deber.
Elara le sonrió, y juntos, comenzaron a prepararse para el próximo paso en su búsqueda. La batalla aún no había terminado, pero ahora, con la fuerza del apoyo mutuo, estaban un paso más cerca de la resolución.
Rayber, exhausto después de la noche de reflexiones y dolor, finalmente cayó en un sueño inquieto. La tensión y la presión del liderazgo se habían convertido en un peso abrumador, pero el sueño trajo consigo un inesperado mensaje.
En medio de su sueño, apareció un mensaje de Joe. Las palabras eran simples pero enigmáticas:
"Los puedes ver."
Rayber se concentró, intentando entender el mensaje. Al hacerlo, el paisaje a su alrededor cambió. Se encontró en un pasillo largo y oscuro, con cientos de portales en cada esquina. Cada portal emanaba una luz tenue, como si estuvieran esperando ser abiertos.
Uno de esos portales captó especialmente su atención. Al mirar a través de él, Rayber vio una escena de su infancia. Era una imagen en movimiento, un recuerdo de cuando era pequeño. Se veía a sí mismo y a Rohwder en medio de un campo de entrenamiento, donde Rohwder estaba liderando un grupo en una especie de batalla simulada. Los equipos se enfrentaban en un juego táctico que parecía una preparación para algo más grande. Rohwder era imponente y carismático, moviéndose con una habilidad y determinación que inspiraban a todos a su alrededor.
Rayber recordaba esos momentos con una mezcla de admiración y respeto. Rohwder había sido una figura que siempre había seguido, alguien en quien había confiado plenamente. En ese recuerdo, Rohwder estaba en su elemento, demostrando una capacidad natural para liderar y guiar a su equipo hacia la victoria. La imagen evocaba en Rayber una pregunta que lo inquietaba profundamente:
"¿Qué pasaría si Rohwder fuera el líder de la Legión?"
Antes de que pudiera profundizar en sus pensamientos, otro portal apareció. Este era diferente. Al mirarlo, Rayber vio un cementerio vasto, con miles de tumbas alineadas en hileras interminables. Cada tumba estaba marcada con nombres y fechas, recordatorios silenciosos de vidas pasadas. El cementerio era sombrío y opresivo, una representación tangible de la pérdida y el fin.
Rayber se levantó de golpe, sudor frío cubriendo su frente. El impacto emocional del cementerio lo había sacudido, dejándolo con una sensación de inquietud y angustia.
En ese momento, la puerta de su habitación se abrió lentamente, y Elara entró con una expresión de preocupación. Al ver a Rayber en un estado tan alterado, se acercó con cuidado.
—¿Todo está bien, Rayber? —preguntó Elara, su voz llena de ternura y preocupación.
Rayber, aún recuperándose del sobresalto, asintió con la cabeza. Aunque el mensaje y la visión del cementerio le habían dejado una sensación inquietante, se obligó a centrarse en la tarea en cuestión.
—Sí, Elara. Estoy bien —respondió Rayber con una voz más firme—. ¿Qué novedades tienes?
Elara le informó sobre el equipo que Rayber había preparado para iniciar la búsqueda de Junior en los portales. Todo estaba listo para comenzar la misión, y Elara le aseguró que se había organizado un equipo competente para cada parte del plan. La tarea era monumental, pero el equipo estaba motivado y preparado para el desafío.
Aunque Rayber aún estaba inmerso en sus pensamientos sobre el sueño y el mensaje de Joe, sabía que tenía que actuar con rapidez. Se levantó y comenzó a prepararse para coordinar el equipo. La visión del cementerio y la reflexión sobre Rohwder habían avivado en él una sensación de determinación renovada. Sabía que debía enfocarse en la búsqueda de Junior y en salvar a su amigo, sin dejar que las dudas y el miedo lo detuvieran.
Rayber organizó a los miembros del equipo, asignando tareas específicas y preparando estrategias para abordar los portales. Cada grupo debía explorar diferentes portales en busca de pistas sobre el paradero de Junior. La tarea era difícil, pero la responsabilidad recaía en él para liderar con eficacia.