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Chapter 6 - Al rescate de Zephyr

Mientras Arianwyn hablaba de Zephyr, Rufus frunció el ceño. "Espera un momento", dijo, interrumpiendo su relato. "Yo he visto a ese halcón antes. Estaba en una jaula en la habitación de la esposa del conde".

Todos se miraron entre sí, con los ojos llenos de preocupación y determinación. "No podemos irnos sin Zephyr", dijo Arianwyn, con la voz temblorosa. "Es mi compañero, mi amigo. Debemos rescatarlo".

Rufus afirmó con un movimiento de cabeza. "Tienes la razón", expresó. "Conozco el camino hacia la estancia de la condesa. Sígueme".

Xivra, Elena, Rufus y Bárbara se levantaron del suelo y siguieron a Rufus a través de los pasillos oscuros y estrechos de la fortaleza. Mientras caminaban, Zephyr emitió un fuerte grito desde su jaula, como si les estuviera guiando el camino.

Al llegar a la habitación de madame Lacroiz, Rufus se acercó a la puerta y la abrió sigilosamente. Adentro, la habitación estaba iluminada por varias velas, y la jaula de Zephyr estaba colgada de una de las paredes.

"Observa", musitó Elena, indicando a varios centinelas que yacían dormidos en el piso, agotados por todo lo que habían consumido de la cocina del banquete nupcial..

Bárbara sonrió con malicia y se acercó a los guardias, con su maza de guerra en la mano. "Déjenme hacerlo", dijo. "Esto va a ser divertido".

Con un movimiento rápido y fluido, Bárbara golpeó a los guardias en la cabeza, dejándolos inconscientes. Elena y Rufus se acercaron a la jaula de Zephyr y la abrieron, liberando al halcón.

Zephyr emitió un fuerte grito de alegría y se posó en el hombro de Arianwyn, frotándose la cabeza contra la mejilla de la elfa. "Gracias", dijo Arianwyn, con lágrimas en los ojos. "Gracias por salvarme a mí y a Zephyr".

Los aventureros intercambiaron miradas de satisfacción y orgullo, saboreando el momento de triunfo. Xivra, con una sonrisa traviesa que iluminaba su rostro enigmático, declaró, "Ahora sí que estamos listos para la batalla". Su voz resonó con confianza, infundiendo valor en sus compañeros. Con un brillo de curiosidad en sus ojos almendrados, Xivra luego preguntó, "Y ahora, dime, ¿qué habilidades especiales tiene tu amigo emplumado que puedan ayudarnos a salir de aquí?". Su tono era suave, pero lleno de expectativa, mientras se dirigía a Arianwyn, esperando una respuesta que fortaleciera aún más su confianza en el grupo.

Con una mirada astuta, Arianwyn Lintalas, la druida elfica de los bosques del Sur, se dirigió a Zephyr, su leal compañero emplumado. "Vuela por la ventana, amigo mío", le pidió, trazando un suave gesto con su mano. Mientras Zephyr extendía sus poderosas alas y emprendía el vuelo, Arianwyn comenzó a sintonizar su mente con la del halcón, aprovechando su habilidad de Empatía Salvaje para ver a través de sus ojos.

Desde el cielo, Zephyr comenzó a escrutar el terreno, contando cuidadosamente cuántos guardias se apostaban en la entrada de la mansión, su primera línea de defensa. La aguda visión del halcón le permitía notar incluso los detalles más pequeños, como el sudor que perlaba en la frente de los guardias, o el nerviosismo que revelaban sus gestos.

Mientras tanto, Arianwyn describa meticulosamente cada detalle, registrando la información que Zephyr le transmitía. Luego, el halcón dirigió su mirada hacia los carruajes que habían logrado escapar de la mansión, contando cuántos habían conseguido burlar el cerco de seguridad. La escena era caótica, con caballos relinchando y personas gritando, pero Zephyr mantenía la calma, concentrado en su misión.

A continuación, Zephyr examinó el incendio que ardía en uno de los alas de la mansión, evaluando su intensidad y la dirección en que se expandía el humo. Arianwyn podía sentir el calor a través de los sentidos de Zephyr, y se estremeció al darse cuenta de la magnitud del fuego.

Por último, Zephyr sobrevoló la salida de la mansión, contando cuántos hombres esperaban allí para capturarlos. Sus ojos azulados y penetrantes escudriñaron cada rincón, revelando la posición de cada enemigo. Con esta información, Arianwyn y sus compañeros podrían planear su escape con más precisión y evitar caer en una emboscada.

Rufus asintió con la cabeza. "Sí", dijo. "Ya es hora de que les demostremos a esos guardias quiénes somos en realidad".

Con Zephyr volando por encima de ellos, Xivra, Elena, Rufus y Bárbara se dirigieron hacia el gran salón, donde aún ardían los restos del incendio. Los guardias del conde los estaban esperando, con las espadas y escudos en la mano.

Sin embargo, este conjunto no eran unos aventureros vulgares y comunes, sino ligeramente ordinarios e imprudentes. Cada individuo de ellos poseía capacidades y habilidades singulares que, al fusionarse, los habían transformado en un equipo de ataque temible y formidable. Xivra, con su mirada melancólica y su destreza para la música, podía motivar a sus compañeros y elevar su ánimo en los momentos más desafiantes.

Elena, la valiente y audaz halfling, era una arquera excepcional, capaz de acertar su objetivo a grandes distancias y de moverse sigilosamente en medio de todo el caus provocado por el incendio. Desde las alturas, Zephyr podía detectar enemigos y peligros ocultos, proporcionando advertencias tempranas a los aventureros y permitiéndoles tomar la iniciativa en la batalla. Con Zephyr de su lado, se sentían invencibles asi que Xivra comenzó a tocar una melodía feroz y poderosa en su laúd, inspirando a sus compañeros a luchar con valentía y determinación. Elena disparó sus flechas con precisión y rapidez, derribando a varios guardias en el proceso. Rufus se deslizó entre las sombras, apuñalando a los guardias por la espalda y robándoles sus pertenencias.

Bárbara, la imponente ogra, levantó su maza de guerra con un rugido de batalla. Sus músculos se tensaron y su rostro se contorsionó en una mueca de determinación. Con un golpe poderoso y certero, aplastó a los guardias que se interponían en su camino, derribándolos con una fuerza descomunal que hacía temblar el suelo. ​

En la salida de la fortaleza, los aventureros se encontraron rodeados por un grupo de diez guardias y el conde, cuyo imponente cuerpo y fenomenal espada bloqueaban su camino. El conde estaba sumamente enojado por todo el problema que habían causado.

"¡Alto ahí!", gritó el conde, con los ojos inyectados en sangre y la voz temblorosa de ira. "No permitiré que salgan de aquí. ¡Sois unos criminales y pagaréis por lo que habéis hecho!"

Rufus y Bárbara se miraron entre sí, con los ojos llenos de determinación y valentía. Arianwyn se acercó a ellos, con Zephyr posado en su hombro. "No tenemos miedo de ti", dijo, con la voz firme y segura. "Y no permitiremos que nos detengas".

El conde se burló con amargura. "¿Realmente creen que pueden derrotar a mis centinelas y a mí? Son meros aventureros sin importancia, no pueden enfrentarse a mi fuerza y mi dominio", dijo con desdén.

Xivra sonrió con ironía y sacó sus ballestas de mano. "Puede que seamos insignificantes, pero no somos indefensos", dijo. "Y estamos dispuestos a luchar hasta el final para proteger a nuestra amiga y salir de aquí".

Elena, se acercó a Xivra y le dio una palmada en el hombro. "Tienes razón", dijo. "No nos rendiremos sin luchar. Y estoy segura de que, juntos, podemos vencer a esos guardias y al conde".

Rufus, se acercó a los aventureros y les susurró al oído. "Tengo un plan", dijo. "Pero necesito que me dejen hacerlo solo. Confíen en mí".

Todos asintieron con la cabeza, confiando en las habilidades de Rufus. Él sonrió con picardía y se deslizó entre las sombras, acercándose sigilosamente a los guardias y al conde.

Mientras tanto, Xivra comenzó a tocar una melodía en su laúd, inspirando a sus compañeros y elevar su moral. Elena disparó sus flechas con precisión y rapidez, derribando a varios guardias en el proceso. Bárbara, levantó su maza de guerra con un rugido de batalla, aplastando a los guardias que se interponían en su camino.

Zephyr, voló sobre los guardias y el conde, distrayéndolos y haciéndoles perder el equilibrio. Arianwyn, utilizó su empatía salvaje para mejorar la actitud de un oso que se encontraba cerca, haciéndolo atacar a los guardias y al conde.

La batalla se desarrollaba con una intensidad feroz en el gran salón de la fortaleza. Mientras que Arianwyn y Zephyr se mantenían a una distancia segura, observando la escena con preocupación.

Xivra, demostraba sus habilidades con la ballesta corta, disparando flechas con una precisión letal. Sus ojos almendrados, ahora brillaban con determinación y valentía. Su capa negra se agitaba a su alrededor mientras se movía con gracia y agilidad, esquivando los ataques de los guardias.

De repente, un estallido de magia iluminó el salón. Arianwyn, había invocado el poder de la naturaleza para ayudar a sus amigos. Una enredadera gruesa y fuerte emergió del suelo, envolviendo a varios guardias y dejándolos inmóviles. La magia de Arianwyn había creado una nueva escapatoria para el grupo, y todos aprovecharon la oportunidad para huir del salón.

Rufus, se deslizó entre las sombras, apuñalando a los guardias por la espalda y robándoles sus pertenencias. Elena, se movía sigilosamente por el salón, disparando flechas a los guardias que se interponían en su camino. Su puntería excepcional y su valentía la hacían una fuerza formidable en combate.

Zephyr, el halcón compañero de Arianwyn, surcaba los aires sobre el salón, observando atentamente la escena con sus ojos azulados y profundos. Desde su posición aérea, podía ver con claridad cada uno de los movimientos de los presentes. De repente, su aguda visión detectó al hijo del conde, que se acercaba sigilosamente a Arianwyn por la espalda, aprovechando el caos reinante.

Sin dudarlo un instante, Zephyr se lanzó en picado hacia el noble, extendiendo sus alas aerodinámicas y preparándose para el ataque. Con una precisión milimétrica, el halcón se abalanzó sobre el hijo del conde, hundiendo sus garras afiladas en su rostro y dejándolo todo desfigurado. El grito de dolor del noble se escuchó por encima del tumulto, mientras Zephyr regresaba junto a Arianwyn, listo para protegerla de cualquier otro peligro.

La batalla continuaba con una intensidad feroz, mientras que el grupo luchaban juntos para derrotar a los guardias del conde y escapar de la fortaleza.

Xivra se acercó a Arianwyn y le dio una palmada en el hombro. "Gracias por la magia", dijo, con una sonrisa. "Nos salvaste la vida".

Arianwyn sonrió con timidez. "De nada", dijo. "Estoy feliz de poder ayudar".

Rufus se acercó al conde con una sonrisa encantadora y una actitud despreocupada. "Buenas noches, mi querido conde", dijo, inclinándose ligeramente. "Qué placer encontrarnos de nuevo".

El conde frunció el ceño, mirando a Rufus con desconfianza. "¿Qué quieres, ladrón?", preguntó, con la voz llena de sospecha.

Rufus levantó las manos en señal de inocencia. "¡Oh, no te preocupes!", dijo, con una risa burlona. "Solo quería hablar contigo sobre un asunto... absurdamente importante". El conde lo miró con incredulidad. "¿Absurdamente importante?", repitió, con una expresión de desdén. "No creo que tengamos nada que hablar".

Rufus se acercó aún más al conde, bajando la voz a un susurro conspirativo. "Bueno, tal vez no sea importante para ti, pero seguro que lo es para tu esposa".

El conde se tensó, mirando a Rufus con una mezcla de ira y curiosidad. "¿Mi esposa?", preguntó, con la voz temblorosa. "¿Qué tienes que ver tú con ella?"

Rufus sonrió con malicia. "Bueno, resulta que he descubierto un pequeño secreto sobre ella", dijo, con una mirada astuta. "Un secreto que podría arruinar su reputación... y la tuya".

El conde lo miró con furia, apretando los puños con rabia. "¡Dime lo que sabes, ladrón!", gritó, con los ojos inyectados en sangre.

Rufus se echó a reír, disfrutando del momento. "Bueno, antes de contarte el secreto, quiero hacer un trato contigo", dijo, con una sonrisa traviesa. "Si me dejas ir con mis amigos, te lo diré".

El conde lo miró con desconfianza, evaluando sus opciones. "¿Y por qué debería confiar en ti?", preguntó, con la voz llena de sarcasmo.

Rufus se encogió de hombros, con una expresión de indiferencia. "Bueno, no tienes muchas opciones, ¿verdad?", dijo, con una sonrisa burlona. "O me dejas ir y te cuento el secreto, o te enfrentas a mí y a mis amigos... y nunca lo sabrás".

El conde lo miró con odio, pero finalmente asintió con la cabeza. "Está bien", dijo, con la voz llena de rencor. "Te dejaré ir, pero si descubro que estás mintiendo, te aseguro que te arrepentirás".

Rufus sonrió con satisfacción, extendiendo la mano hacia el conde. "¡Trato hecho!", dijo, con una risa burlona. "Ahora, ¿quieres saber el secreto?"

El conde lo miró con curiosidad, apretando la mano de Rufus con fuerza. "¡Sí, dímelo ya!", dijo, con la voz llena de impaciencia.

Rufus se acercó al oído del conde y le susurró algo, haciendo que el rostro del conde se pusiera pálido y su expresión cambiara a una de shock y horror.

Mientras tanto, el resto del grupo aprovechó la distracción causada por Rufus y el conde para escabullirse sigilosamente de la fortaleza. Se movían con precisión y cuidado, evitando ser vistos por los guardias y sorteando las trampas que se encontraban en su camino. Cuando finalmente llegaron a un lugar seguro, un claro en el bosque rodeado de árboles frondosos, se detuvieron y suspiraron aliviados. La tensión de la huida se disolvió en el aire, y por un momento, todo estaba tranquilo y en calma.

"¡Lo logramos!", dijo Elena, con una sonrisa de triunfo. "¡Hemos escapado de la fortaleza!"

Xivra asintió con la cabeza, mirando a Rufus con admiración. "Buen trabajo, amigo", dijo, con una sonrisa. "Eres muy hábil".

Rufus esbozó una sonrisa modesta, encogiéndose de hombros con humildad. "Bueno, solo hice lo que tenía que hacer", respondió con una risita burlona, mientras respiraba profundamente, agotado por haber recorrido una gran distancia en tan poco tiempo. "Aunque tengo que admitir", añadió con una pícara expresión, "que fue muy divertido ver la cara del conde cuando le revelé el secreto".

Todos soltaron una carcajada liberadora, saboreando el momento de victoria y alivio. El eco de sus risas se extendió por el aire, mientras se felicitaban mutuamente por su hazaña. Sin embargo, la realidad pronto los alcanzó; sabían que no podían permitirse el lujo de descansar. Aún tenían que encontrar una manera de regresar al pueblo lo antes posible. La sensación de ser observados les erizaba la piel. ¿Les estarían siguiendo? ¿O pronto desplegarían a sus perseguidores para capturarlos y encarcelarlos por lo que habían hecho? La incertidumbre se cernía sobre ellos, pero estaban decididos a no dejarse atrapar. La aventura aún no había terminado.