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Chapter 8 - En búsqueda de de una aventura

De vuelta en La Quemazón, la taberna rebosaba de alegría y entusiasmo. Xivra, había vuelto a tomar su laúd, pero esta vez, en lugar de melodías melancólicas, sus dedos bailaban sobre las cuerdas, creando ritmos alegres y contagiosos. Elena y Rufus, se habían unido a él, golpeando el compás en la mesa y entonando canciones que hablaban de valentía, amistad y aventuras.

Bárbara, observaba la escena con una sonrisa tímida en sus labios. La tristeza que antes la había consumido había dado paso a una sensación de gratitud y pertenencia. Xivra, Elena y Rufus no solo habían ayudado a rescatar a su amada, sino que también le habían demostrado que había personas en el mundo capaces de ver más allá de su apariencia temible y reconocer el corazón noble que latía dentro de ella.

En un momento de la celebración, Xivra se acercó a Bárbara y le tendió la mano. "¿Qué te parece si te unes a nuestra banda, amiga?", le dijo con una sonrisa. Elena y Rufus asintieron con entusiasmo. "Te enseñaremos a usar armas, a defenderte y a luchar. Pero, sobre todo, te enseñaremos a vivir la vida como una verdadera aventurera".

Bárbara miró la mano de Xivra, luego levantó la vista y encontró los ojos almendrados del semielfo, brillando con sinceridad y amistad. "Gracias", dijo ella, con voz ronca y emocionada. "Me encantaría unirme a ustedes".

Pero a pesar de la alegría y la camaradería, había una sensación de incertidumbre en el aire. Los aventureros sabían que su aventura para rescatar a la elfa había dejado un rastro de caos y destrucción en Silverbrook. El hijo del conde, furioso y humillado, seguramente estaría buscando venganza. Y así, entre risas y canciones, los cuatro aventureros comenzaron a hablar de la necesidad de buscar otro pueblo donde continuar sus aventuras.

"¿Sabes de algún otro pueblo con una taberna como La Quemazón?", le preguntó Xivra a la mesera, una mujer de mejillas sonrosadas y ojos alegres. La mesera pensó por un momento, luego asintió. "Sí, claro. Hay un pueblo llamado Goldenvale, al otro lado del bosque. Tienen una taberna parecida a esta, siempre llena de música y aventuras".

Los aventureros se miraron entre sí, una chispa de entusiasmo en sus ojos. "¿Qué estamos esperando, entonces?", dijo Elena, levantándose de la mesa. "¡Vamos a Goldenvale!". Y así, con el eco de las risas y las canciones aún en sus oídos, los cuatro aventureros comenzaron a prepararse para su próxima aventura, dejando atrás la taberna que los había unido, y abriendo sus corazones a las posibilidades que les esperaban en el horizonte.

El grupo de aventureros se preparaba para partir de La Quemazón, la taberna que había sido testigo de sus risas, sus secretos y su plan para rescatar a la amada de Bárbara.

Xivra, ajustaba su capa negra con el forro morado, mientras que Elena, la halfling arquera, verificaba sus flechas y su cuerda. Rufus, sonreía travieso, listo para deslizarse entre las sombras y sortear cualquier obstáculo que se les presentara.

Bárbara, la ogro imponente, se veía emocionada y nerviosa al mismo tiempo. De repente, la puerta de la taberna se abrió de golpe y una joven elfa de cabello plateado y ojos azules se precipitó hacia ellos. "¡Esperen!", gritó, jadeante. "¡Yo voy con con ustedes!".

Todos se quedaron mirándola, emocionados. Era Arianwyn, la elfa druida que Bárbara amaba con todo su ser. La ogro estaba mas que emocionada. Su rostro duro y fiero se iluminó con una sonrisa de felicidad pura y genuina.

"¿Qué bueno que llegaste, Arianwyn?", preguntó Xivra, con una ceja levantada.

"No iba a irme de aventuras", respondió la elfa, con determinación. "Y tampoco quiero dejar que Bárbara se meta en problemas por mi culpa. Quiero ayudar. Quiero luchar".

Bárbara se acercó a ella, con lágrimas en los ojos. "¿En serio, Arianwyn? ¿De verdad pensé que no regresarías?".

La elfa la miró a los ojos, con una chispa de valentía en su mirada. "Sí, Bárbara. Y si tengo que enfrentarme a todo el ejército del conde para estar contigo, lo haré".

Elena y Rufus se miraron entre sí, con una sonrisa cómplice. "Bueno, creo que tenemos una nueva integrante en el grupo", dijo la arquera, guiñando un ojo.

"Siempre hay espacio para una dama guerrera", añadió el ladrón, con un tono galante.

Xivra suspiró, con una sonrisa melancólica en los labios. "Bienvenida, Arianwyn. Pero recuerda, la aventura no es un camino fácil. Está llena de peligros y de incertidumbres".

La elfa asintió, con una sonrisa radiante. "Lo sé, Xivra. Pero también sé que, con ustedes a mi lado, puedo enfrentar cualquier cosa".

Y así, el grupo de aventureros se hizo más grande y más fuerte, listo para afrontar los desafíos que les esperaban en Goldenvale, un pueblo encantador rodeado de exuberantes bosques y campos verdes. Juntos, caminaron hacia el horizonte, con el corazón lleno de esperanza y de valentía.

Desde lo alto del cielo, Zephyr, sobrevolaba a sus compañeros de aventura mientras se dirigían hacia el pueblo de Goldenvale. Sus ojos azulados y penetrantes podían ver cada detalle del paisaje que se extendía bajo ellos: los bosques densos y los prados ondulantes, los arroyos plateados que serpenteaban entre las colinas y las montañas lejanas que se erguían majestuosas en el horizonte.

Xivra, , caminaba a la cabeza del grupo, su capa negra con el forro morado ondeando suavemente con el viento. Elena, se movía sigilosamente a su lado, sus ojos atentos y alerta, siempre en busca de posibles peligros. el ladrón astuto y encantador, se deslizaba entre las sombras, siempre un paso adelante de todos los demás, listo para sortear cualquier trampa o emboscada. Y Bárbara, caminaba detrás de ellos, su gran maza de guerra colgando de su hombro, lista para enfrentarse a cualquier desafío que se les presentara.

Zephyr se sintió orgulloso de ser parte de ese grupo de aventureros, de ser el ojo en el cielo que los guiaba y protegía. Y también se sintió feliz de estar cerca de Arianwyn, su amiga y compañera. Su cabello plateado brillaba bajo el sol, y sus ojos azules reflejaban una profunda sabiduría y empatía. Zephyr sabía que podía confiar en ella, que ella siempre