Mientras caminaban por el bosque, Arianwyn se acercó a Rufus y le preguntó en voz baja: "¿Qué le dijiste al conde, de verdad?".
Rufus le guiñó un ojo, con una sonrisa traviesa. "Bueno, eso es un secreto solo para él y para mí", dijo, con una risa burlona. "Pero te aseguro que fue algo absurdamente importante... y muy divertido".
Xivra, sonrió con encanto y dirigió su mirada penetrante hacia Rufus. Con una voz suave y melancólica, comentó: "Ya sé lo que pasó. Debe de tratarse de algo parecido a lo ocurrido cuando nos conocimos, ¿verdad?" Su tono sugería que guardaba un recuerdo vívido de aquel encuentro, y una leve sonrisa curvó sus labios al recordar la astucia y el encanto del ladrón que se había unido a él en aquella aventura.
Todos se echaron a reír de nuevo, disfrutando del momento de camaradería y diversión. Sabían que todavía tenían muchos desafíos por delante, pero por el momento, estaban contentos de estar juntos y libres.
El grupo de aventureros caminaba por el denso bosque, con Arianwyn Lintalas liderando el camino. Sus ojos azules brillaban con determinación, mientras su cabello plateado se balanceaba suavemente con cada paso que daba. Rufus, el ladrón astuto y encantador, caminaba a su lado, con una sonrisa traviesa en su rostro.
"¿Sabes, Arianwyn?", dijo Rufus, con una mirada divertida. "Hay una historia interesante detrás de cómo conocí a Xivra".
Arianwyn levantó una ceja, intrigada. "Oh, ¿en serio? Cuéntamela".
Rufus se acomodó en su posición, preparándose para contar la historia. "Bueno, resulta que en una de mis travesuras en la ciudad, me topé con un hombre adinerado que estaba desesperado por descubrir si su esposa le era infiel".
"¿Y tú le ayudaste?", preguntó Arianwyn, con una mirada escéptica.
"Por supuesto que no", dijo Rufus, con una risita. "Pero le hice creer que sí. Le dije que investigaría el asunto y que le daría una respuesta en pocos días".
"¿Y qué pasó luego?", preguntó Arianwyn, cada vez más interesada en la historia.
"Bueno, resulta que la esposa era completamente fiel", dijo Rufus, con una sonrisa. "Pero el hombre estaba tan obsesionado con la idea de la infidelidad, que no iba a conformarse con una simple respuesta negativa".
"Entonces, ¿qué hiciste?", preguntó Arianwyn.
"Ahí es donde entra Xivra", dijo Rufus, con una mirada nostálgica. "Resulta que Xivra era un trovador que actuaba en la taberna donde solía ir. Y tenía una habilidad increíble para crear historias y mentiras convincentes".
"¿Entonces, los dos se unieron para engañar al hombre?", preguntó Arianwyn.
"Exactamente", dijo Rufus, con una sonrisa. "Le dijimos al hombre que su esposa estaba teniendo una aventura con uno de sus hermanos. Y para hacerlo más convincente, Xivra creó una canción completamente original sobre el supuesto romance".
"¿Y el hombre se lo creyó?", preguntó Arianwyn, con los ojos abiertos.
"Completamente", dijo Rufus, con una risita. "Estaba tan furioso y dolido, que nos pagó una cantidad absurda de dinero por nuestros 'servicios'".
"¿Y qué pasó con la esposa y el hermano?", preguntó Arianwyn.
"Nada", dijo Rufus, con una sonrisa. "Todo era mentira. Pero fue una de las aventuras más divertidas y emocionantes que he tenido sin tener que usar un arma. Y fue entonces cuando Xivra y yo nos hicimos amigos y nos unimos en muchas otras aventuras".
Rufus se acercó a Xivra con una sonrisa traviesa en el rostro y le susurró al oído: "Oye, Xivra, ¿podrías cantar esa canción que creaste para la esposa infiel?".
Xivra lo miró con una ceja levantada, pero la curiosidad y el desafío en los ojos de Rufus lo convencieron. Asintió lentamente y se dirigió al centro del grupo de aventureros.
El semielfo se aclaró la garganta y comenzó a tocar su laúd con suavidad. Su voz melancólica y profunda resonó en el bosque, atrayendo la atención de todos los presentes.
La canción hablaba de una mujer hermosa y engañosa, que había roto el corazón de un hombre noble y valiente. La letra era ingeniosa y llena de dobles sentidos, y la melodía era embriagadora y triste a la vez.
Arianwyn escuchaba con atención, sus ojos azules brillaban con interés y admiración. Ella podía sentir la emoción y la pasión que Xivra ponía en cada nota y cada palabra.
Rufus sonreía satisfecho, disfrutando de la canción y del efecto que estaba teniendo en el grupo. Él sabía que Xivra era un trovador talentoso, pero nunca había escuchado la cancion estando tan cansado.
De repente, el sonido de unas ramas que se rompían interrumpió la melodía. Todos se volvieron hacia el ruido, listos para enfrentarse a cualquier peligro. Pero en lugar de un enemigo, vieron a un zorro rojo que los miraba curiosamente desde el bosque.
Arianwyn se acercó lentamente al animal, con una sonrisa en el rostro. Ella extendió la mano hacia él, y el zorro se acercó con confianza. Ella lo acarició suavemente, y el animal se echó a sus pies con una expresión de placer.
Xivra dejó de tocar el laúd y observó la escena con una sonrisa enigmática. Él sabía que Arianwyn como una druida, tenía el poder de comunicarse con los animales. Pero nunca había visto una conexión tan fuerte y natural como la que tenía ella.
Rufus se acercó a Xivra y le susurró al oído: "¿Ves? Deberíamos invitarla a unirse a nuestro grupo.
Xivra asintió en silencio, pero en su interior sentía una mezcla de admiración y envidia. Él quería poder conectar con el mundo de la misma manera que Arianwyn lo hacía.
El grupo de aventureros continuó su camino, con la canción de Xivra resonando en sus mentes y el recuerdo del zorro rojo en sus corazones. Sabían que todavía tenían muchos desafíos por delante, pero por el momento, estaban contentos de estar juntos y libres.
Rufus caminaba junto a Arianwyn, con una sonrisa traviesa en el rostro. "Oye, Arianwyn", dijo, "¿alguna vez has pensado en usar tus habilidades para hablar con los animales para robar algo?"
Arianwyn lo miró con una expresión seria. "No, Rufus. Mis habilidades no son para ser usadas de esa manera".
Rufus rió y le dio un golpecito en el hombro. "Solo bromeaba, Arianwyn. Pero me gusta ver cómo piensas".
Arianwyn sonrió y continuó caminando, disfrutando del sonido de los pájaros y el viento en los árboles. Ella sabía que Rufus era un ladrón, pero también sabía que era un buen hombre en el fondo. Y ella estaba agradecida de tenerlo a su lado en esta aventura.
Xivra caminaba detrás del grupo, con su laúd en la espalda y su mente en otra parte. Él sabía que su música tenía poder, pero nunca se había dado cuenta de lo mucho que podía influir en las emociones y los pensamientos de las personas.
De repente, el sonido de unas hojas que se movían lo sacó de sus pensamientos. Él se volvió lentamente y vio que el halcon que lo miraba fijamente desde un árbol cercano. Xivra sonrió y le guiñó un ojo al animal, sintiendo una conexión inexplicable con él.
El halcón se lanzó al aire y comenzó a volar alrededor del grupo, acompañándolos en su camino. Xivra lo miró con admiración, sintiendo una sensación de libertad y aventura que nunca había experimentado antes.
El grupo de aventureros continuó su camino, con el halcón sobrevolándolos y la canción de Xivra resonando en sus mentes. Sabían que todavía tenían mucho por delante, pero por el momento, estaban contentos de estar juntos y libres.
Arianwyn se rió, con una expresión divertida. "Eres todo un embustero, Rufus. Pero debo reconocer que esa fue una historia terrible, pobre mujer, quien sabe qué le pudo haber hecho el hombre por los celos y así fue como Rufus recibió una de las reprimendas más grandes de su vida".
El grupo de aventureros se detuvo a descansar en un claro del bosque, rodeado de árboles altos y frondosos. Arianwyn miró a sus compañeros con una sonrisa cálida y preguntó: "¿Dónde vamos a descansar esta noche?"
Xivra, que había estado tocando su laúd con una expresión melancólica, levantó la vista y respondió: "Yo propongo que nos dirijamos a la Quemazón, la taberna del pueblo. Allí podremos descansar y tomar una buena cerveza".
Rufus, que estaba examinando sus cuchillos con cuidado, asintió en silencio. "Sí, es una buena idea. Además, quizás podamos conseguir alguna información útil allí".
Arianwyn parecía indecisa, pero finalmente habló: "Me gustaría mucho estar a su lado por un tiempo, pero debo ir a recoger algunas cosas. ¿Podrían esperarme en la Quemazón? Les prometo que los alcanzaré antes de que amanezca".
Los aventureros asintieron y Arianwyn se alejó, tomando un camino separado. Xivra la observó con una expresión pensativa, mientras Rufus se levantaba y se estiraba.
"Bueno, no queda más que esperarla", dijo Xivra, con una voz tranquila. "Yo me encargaré de conseguir una mesa en la taberna".
Rufus asintió y se dirigió a la entrada del bosque, preparado para explorar los alrededores. Xivra se puso de pie y siguió a su compañero, dejando atrás el claro del bosque.
La Quemazón era una taberna bulliciosa y ruidosa, llena de gente de todas las razas y orígenes. Xivra se abrió paso entre la multitud, buscando una mesa libre. Finalmente, encontró una en una esquina oscura y se sentó, sacando su laúd de su funda.
Rufus apareció poco después, con una jarra de cerveza en cada mano. Se sentó frente a Xivra y le entregó una de las jarras. "Salud", dijo, con una sonrisa traviesa.
Xivra levantó su jarra en respuesta y bebió un sorbo. La cerveza era fuerte y amarga, pero le gustaba el sabor. Mientras tanto, Rufus sacó un mazo de cartas de su chaqueta y comenzó a barajar con habilidad.
"¿Quieres jugar una partida?", preguntó Rufus, con una mirada divertida.
Xivra negó con la cabeza. "No, gracias. No estoy de humor para jugar".
Rufus encogió de hombros y comenzó a jugar solo, poniendo las cartas sobre la mesa con rapidez. Xivra lo observó con una sonrisa leve, disfrutando de la compañía de su amigo.