—¡Bang! ¡Bang! ¡Bang!
El sonido de los puñetazos y patadas resonaba en el gimnasio. Jeremy empujó la puerta y echó un vistazo a Noah, quien ahora estaba sin camisa y golpeaba el saco de arena colgado del techo.
El sudor resbalaba por la piel bronceada de Noah mientras levantaba su pierna izquierda y pateaba el saco, rasgando la tela de un solo golpe y haciendo que la arena fluyera al suelo.
—Esa fue una patada fuerte —elogió Jeremy con aplausos. Avanzó hacia el interior del gimnasio donde el aroma de jacinto y sudor se entremezclaban. Sus ojos se posaron en la arena que estaba filtrándose del saco y Jeremy se estremeció—. Es una lástima que hayas arruinado casi un buen saco de golpear. Recuerdo que era de Flover, ¿verdad?
Noah jadeaba mientras se quitaba los guantes. —¿Qué haces aquí, tío? —preguntó mientras caminaba hacia la banca donde lanzó los guantes y tomó una toalla para secarse el sudor.