*Reyezuelo*
Amaya estaba atada a la cama. Escuché sus gritos y traté de prepararme para el peor escenario posible, pero la realidad aún era difícil de afrontar.
"Quita tus malditas manos de mi compañero", grité desde la puerta. Hightower, la perra débil, saltó de la cama.
Me sonrió e inclinó la cabeza hacia un lado como una rata: "La perra es mía".
Si no. Nadie hablaría así de Amaya. Parecía una infracción menor en comparación con todas las demás ofensas idiotas, pero no me importaba. No iba a tolerarlo. No iba a contenerme.
Era más bajo de lo que había imaginado. Pero pude ver el atractivo, con su espeso cabello rubio y sus ojos azul océano. Su arrogancia podría parecer confiada y, para personas sin educación, debe haber parecido un genio.
Pero pude ver a través de él. Era un hombrecito débil e inseguro que buscaba la validación de la cantidad de personas que podía utilizar. Su sensación de tener derecho a ello flotaba a su alrededor como un mal olor corporal.