*Gema*
Me puse de rodillas. Levantó su pelvis y su punta rozó mi entrada húmeda. Lo ayudé a entrar y juntos empujamos hasta que estuvo completamente dentro de mí. Las lágrimas brotaron de mis ojos, pero no fue el dolor placentero, sino la importancia de nuestro acto de amor.
Kael se sentó, metió los brazos debajo de mi trasero y yo rodeé su cintura con mis piernas. Su rostro, cálido, húmedo y erizado, enterrado en la curva de mi cuello y mi hombro. Otro escalofrío me recorrió ante el ligero raspado de sus dientes y lengua sobre mi piel sensible. Mi núcleo ardía y dolía.
La cinta que conectaba nuestros corazones era la más corta que jamás había existido, nuestra cercanía era un hermoso respiro, lo que me hizo darme cuenta de lo tenso que había sido durante los últimos días a pesar de nuestra proximidad. Pero las parejas eran dos mitades de la misma alma y, con nuestros cuerpos conectados, estábamos unidos en más de un sentido.
Me hizo querer decirle cuánto lo amaba.