En cuanto recobré el conocimiento, sentí un dolor punzante en la cabeza. Me froté la zona dolorida y me incorporé. Cuando mis pensamientos se aclararon por completo, recordé lo sucedido.
Apreté los dientes y levanté la vista. Pensé que vería la cara hipócrita de mi padre, pero me encontré con la fría mirada de Irene.
Este giro inesperado hizo que mi mente se quedara en blanco. Mi expresión se detuvo un momento. Miré a mi alrededor y me di cuenta de que seguía en el pequeño parque. Junto a Irene estaba el guardia loco que vi antes de desmayarme.
Me quedé de piedra y la miré con incredulidad. "¿Me has salvado?"
"Liana, es mejor que te quedes aquí y no corras por ahí. No le causes siempre problemas a Edmond". Ella no respondió a mi pregunta. Era raro que no fuera arrogante, pero su tono era un poco raro. Había algo de impaciencia y una frialdad poco común.