El punto de vista de Kit
"Sigue siendo preciosa", murmuré mientras inclinaba la cabeza para besarle la nuca. Se le puso la piel de gallina. Su corazón latía con fuerza contra mis manos, que bajaron por su cuerpo hasta rodearle la cintura.
Todas las líneas de tensión y nerviosismo se aflojaron en sus estrechos hombros. Pero aun así, mientras se recostaba contra mí, seguía diciendo: "No tienes que mentirme".
Mi primer instinto fue decirle que no mentía. Sera era la mujer más hermosa que había visto nunca. Cuando se alejó de mí, deshaciéndose lentamente de la ropa de camino al dormitorio, me quedé maravillado. La miré de arriba abajo, con los dedos ansiosos por sentir aquella piel cálida y flexible.
Devoré la curva de su cintura, los hoyuelos de sus caderas, la suavidad de su vientre y la forma de lágrima de sus pechos.
El mismo cuerpo que alimentó a su hija.
El cuerpo que la albergaba y la protegía de cualquier daño.