Las cosas iban según lo previsto. A medida que pasaban los días, cada vez más alfas se pasaban a nuestro bando. Agradecí que se hubiera difundido la noticia de lo ocurrido aquel día en el valle. Algunos alfas entraron en razón.
Había asistido a innumerables bailes y me había reunido con docenas de alfas que me preguntaban por los detalles de aquel día. Al principio, me había resultado hasta extraño rodearme de gente que básicamente me había considerado un demonio. Pero a medida que hablaba, todos me escuchaban y pronto sus mentes se dejaron convencer.
Vieron cómo mi hermano se movía como un hombre desquiciado. Corrían rumores de que Reagan se había vuelto loco en palacio y había empezado a atacar al personal. Se estaba autoexplotando bajo la presión, y yo estaba agradecido de tener un asiento en primera fila.