Me quedé de pie ante las grandes puertas de la sala de reuniones. Estaba sudando. Me quedé de piedra cuando me dijeron que iba a asistir a aquello.
Habían pasado dos días desde mi pequeño arrebato con Zander. Después de romper a llorar, mi corazón se sintió un poco más ligero.
Ahora que ya no me invadían la rabia y el dolor de antes, veía las cosas un poco más claras, lo que significaba que también me daba cuenta de que quizá había exagerado un poco.
Todavía estaba de luto por la pérdida de mi amigo, y con Reagan todavía vagando libre sin consecuencias, mi lobo estaba de los nervios. Quería justicia para mi amigo, y sentía que Zander no estaba haciendo lo suficiente.
Una parte de mí había querido acercarse a él y sentarse a tener esa charla que él quería tener, pero había otra parte de mí que estaba un poco avergonzada de lo que había pasado.
Empujé la puerta y encontré a todos sentados ya en una mesa redonda, como si me estuvieran esperando.
