*Eva*
Me quedé mirando la pequeña ventana que se abría en la mazmorra. Había perdido la cuenta de cuántos días habían pasado, si no semanas. Las horas seguían mezclándose unas con otras mientras yo me marchitaba en la nada.
"Eva, por favor", me suplicó Ruth desde el otro lado de la celda. "Tienes que comer. No puedes mantenerte con nada".
Permanecí en silencio.
La luz del sol entraba a raudales dando un poco de luz a la oscura mazmorra ricamente iluminada.
Irónicamente, me metieron en la misma celda que a Lola. Supongo que todos los traidores compartían los mismos lugares.
Cerré los ojos y dejé que cayeran las lágrimas que brotaban de mis ojos. Se podría pensar que de tantas lágrimas que había llorado, ya no me quedaría agua en la reserva. Pero el dolor siempre encontraba un camino.