—Observa, Noah —comenzó Atlas, —por mucho que te quiera a ti y a Aria, y desee liberarla de las garras de esa criatura asquerosa... no puedo hacer nada por ustedes en esta prueba. Soy de la ciudad baja; mi opinión no tendrá peso en el Alto Consejo.
—Te escucharán si te unes a mi manada —respondí—. Atlas, te necesito. Aria te necesita.
Atlas suspiró y se frotó las sienes.
—Lo que necesitas, Noah, es un abogado de verdad competente —dijo en voz baja, —uno que puedas costear mil veces más.
—Chris va a jugar sucio, y tú eres la única persona que conozco que puede jugar aún más sucio —dije.
—Vaya, gracias —respondió Atlas, poniendo los ojos en blanco.
Necesitaba a Atlas en esta batalla. Requería su experiencia, su conocimiento del submundo, su habilidad para relacionarse... pero, sobre todo, necesitaba un amigo. Y él era el único que tenía.