*Mia*
Tuve que aguardar hasta que mi temor disminuyera antes de aproximarme con lentitud al lobo gris. De repente, se movió, posó la mirada en mí y extendió una pata sobre la mía. Entre los cambiaformas, este gesto universalmente representaba amistad.
Tomé suavemente la garra del lobo, y un aroma conocido flotó a mi alrededor. Era la fragancia de una hierba medicinal llamada dipterocarpus, originaria del lejano oriente. Según Willard, esta hierba podía aliviar la fiebre, neutralizar venenos y refrescar la mente. A menudo, preparaba té con ella. Con el tiempo, el aroma de dipterocarpus se convirtió en una característica familiar.
—¡Willard! ¿Eres tú, Willard? —pregunté.
El lobo gris asintió débilmente.
Simon intervino: —Vamos a llevarlo a la cama.
Reflexioné al respecto. Dadas sus heridas graves, no podía moverse sin que sangrara más. La única forma de detener la hemorragia era una.
En ese momento, sonó el teléfono de Simon. Después de responder, pareció indeciso.