—Te quiero, Rosalie —el suave susurro de Ethan me envolvió mientras yacíamos enredados en las sábanas, nuestros cuerpos moldeándose juntos en una pasión acalorada.
—No me dejes —le rogué.
Me obligó a mirarlo. Mis dedos recorrieron su cabello negro azabache y mi mirada se encontró con sus ojos azul claro.
Él era mi hermoso Alfa. Él era mi mundo.
Una y otra vez, hizo que me deshiciera a su alrededor. La sensación de él deslizándose dentro y fuera de mí hizo que mi mente diera vueltas.
Lo quería, todo de él, siempre.
Sus manos rozando mi piel desnuda enviaron escalofríos a través de mi cuerpo. Eres mía para siempre, Rosalie, y yo soy tuyo para siempre.
Su declaración hizo crecer el amor que le tenía. Sabía que no había manera de que alguna vez superara cómo me hacía sentir.
Sin embargo, a medida que la pasión crecía entre nosotros, de repente se sintió tan lejos.
Su cuerpo se estaba alejando de mí, dejándome con una sensación de vacío por dentro.
—¿Ethan?