Aunque Lacey disfrutó pasar los últimos días en la cama o tumbada en la suite, ahora se sentía mejor y ansiosa por volver al trabajo. Se sentía sofocada y no podía soportar otro día más de estar encerrada.
Entonces, se levantó temprano a la mañana siguiente, se duchó, pero cuando entró en el dormitorio, Julien la estaba esperando.
Cruzó los brazos sobre el pecho, levantando una ceja.
—¿Y a dónde te crees que vas?
Lacey frunció el ceño inclinando la cabeza hacia abajo, sus labios formando una línea recta. —Voy a entrenar. Extraño a mis jóvenes guerreros.
Julien se rió entre dientes y cerró la distancia entre ellos, colocó sus manos sobre sus hombros y la miró a los ojos.
—Lacey, es adorable que extrañes a tus bebés, por así decirlo, pero no quiero que te lastimes. —Se encogió de hombros—. ¿Por qué no te quedas y descansas? Tómate unos días más.