—Así que... —El hombre puso una mano sobre su pecho—. Mi nombre es Chef Mastrano, a su servicio. —hizo una pequeña reverencia a Lacey y sonrió—. ¿Qué puedo traerle?
Lacey se encogió de hombros.
—Tengo tanta hambre que me comería un caballo. ¿Qué tienes?
—Tú eres la Princesa, ¿verdad?
Ella asintió.
El chef Mastrano suspiró.
—Bueno, a la mayoría de los cambiaformas les gusta el bistec. ¿Qué tal eso con una papa al horno?
A Lacey prácticamente se le hizo agua la boca ante la idea.
—Suena genial. ¿Podrías cocinarlo a punto medio, por favor?
—¡Lo entiendes! —Su rostro se iluminó como si ella acabara de pedirle Navidad—. ¿Por qué no vas al comedor a esperar y te lo traigo en un momento?
Lacey suspiró.
—¿Hay otra habitación que sea un poco más privada donde pueda comer?
El Chef Mastrano sonrió.
—Hay un comedor más pequeño en la puerta a la derecha. Es un poco más privado. —Se encogió de hombros—. Puedes esperar allí, si gustas, y te traeré tu comida en un momento.