—Está bien, señora Grey, está autorizada para irse a casa. —Más tarde ese día, Samantha la miró como si estuviera loca por irse... y que el doctor estaba loco por dejarla ir.
Lacey le dirigió una sonrisa tranquilizadora, sentándose en el borde de la cama. —Gracias.
—Aquí están sus papeles de liberación. —Samantha empujó una tablilla frente a ella—. Por favor, firme aquí... y aquí... —Señaló diferentes lugares en el papel. Cuando Lacey terminó, Samantha arrancó la copia de abajo y se la entregó. Luego inclinó la cabeza hacia un lado—. Cuando llegues a casa, asegúrate de descansar. No querrás volver a abrir tus grapas.
Lacey asintió, sorprendida por su amabilidad.
—Gracias.
Samantha asintió mientras sus labios se curvaban en una sonrisa.
—Un voluntario estará aquí para escoltarlos fuera enseguida.