Como cada mañana, Waverly se despertó con la luz del sol entrando por la ventana abierta. Se sentó en su cama y se cubrió los ojos para ver a Felicity correr las cortinas.
—Hola, señorita —saludó, dirigiéndose a ella con sus habituales formalidades—. ¿Se siente preparada para el día?
Waverly se estiró y le dedicó una sonrisa.
—Todo lo preparada que puedo estar.
Felicity se paseó por la habitación, arreglando el espacio y el baño adjunto. Al terminar, se paró frente a la cama.
—¿Hay algo más que pueda hacer por usted hoy, señorita?
—No, Felicity —respondió Waverly. Su rostro se suavizó—. Gracias.