Mae
Mae se acomodó en la cama y se calzó las botas.
—¿Estás segura de que es una buena idea? —inquirió April, mostrando cierta vacilación.
Mae no levantó la mirada mientras continuaba atando sus botas. Cuando terminó, se sentó y examinó a su hermana.
—Sí, estoy convencida. Esta es la siguiente acción lógica para resolver todo y enmendar lo que salió mal —respondió Mae. Se golpeó los muslos con las manos, luciendo una sonrisa—. ¿Estás lista?
April forzó una sonrisa y asintió. Mae se levantó y le ofreció la mano. Juntas, las chicas salieron de la habitación y descendieron las escaleras. Mae esperaba que su padre ya se hubiera ido; no deseaba explicar lo que estaban haciendo. Su temperamento era impredecible.
Una vez fuera de la casa y en el camino hacia el norte, Mae soltó un suspiro de alivio.