—Con todo respeto, Alfa Denzel, esta no es tu guerra —dijo Alfa Ebert.
Una nube oscura cubrió los ojos de Alfa Denzel. Era muy temido, pero en este momento, los guerreros de la Manada Luna Litha estaban emocionados de tenerlo de su lado. El beta, Víctor, sonreía, mientras un alivio lo inundaba.
Adira tenía lágrimas en sus ojos al recordar los tiempos en que estuvo lado a lado con Alfa Denzel defendiendo a la manada de Siempre Verde contra atacantes.
—Resulta que estaba aquí de visita y tu ataque perturbó mi paz. ¿No esperas que me quede mirando cómo destruyen la manada que me alberga, verdad? —preguntó Alfa Denzel.
Alfa Ebert estaba muy molesto por la grosera intervención de Alfa Denzel. La Manada Luna Litha habría sido suya.
—¿El Consejo de la paz sabe que los estás ayudando? —inquirió Alfa Ebert.
Las cejas de Alfa Denzel se alzaron. No había señal de miedo o arrepentimiento en sus ojos.
—¿Qué te hace pensar que me importa? ¿Te rindes? —desafió Alfa Denzel.