Extrañamente, al Alfa Idris ya no le provocaba el repudio hacia el Alfa Denzel como solía sentirlo cada vez que su madre favorecía a este último.
Con una sonrisa y gran satisfacción, comenzó a dirigirse a sus guerreros. Adira no pudo resistirse a no decir ni una palabra al Alfa Denzel y corrió hacia su coche. —Alfa Denzel, gracias por ayudarnos.
La mirada del Alfa Denzel no era ni fría ni cálida. —No hay por qué agradecer. No lo hice por ti.
Adira se quedó helada al instante. Hubo un tiempo en que ella era la confidente del lado más amable y de la confianza del Alfa Denzel. —Alfa...
—Si no estás lista para decirme lo que necesito saber, entonces mejor no me hagas perder el tiempo —la voz del Alfa Denzel era firme cuando la interrumpió—. Estaba seguro de que Adira le estaba ocultando algo.
Sus miradas se entrelazaron, los ojos del Alfa Denzel estaban cubiertos de expectativa. Al final, se apagaron con su respuesta.
—No es tan simple.