La vida, ¿no? Siempre encuentra una forma peculiar de tirar la alfombra bajo mis pies. Pensé que tenía todo bajo control... bueno, al menos en lo que respecta a mi amor por el mundo otaku. Pero entonces, la escuela tiene que intervenir y complicar las cosas. ¿Unirme a un club? ¿Y con esa chica Alicia que me juzga solo por mi apariencia? Es como si estuviera viviendo en uno de esos animes cliché que tanto me gustan. Pero la vida real no es un anime, ¿verdad? No hay garantía de un final feliz... o de un final en absoluto. Y en medio de todas estas complicaciones, ahí está ella... Sofia. ¿Por qué tiene que estar en todas partes? ¿Es esto una comedia romántica escolar o una tragedia? Supongo que tendré que averiguarlo.
La tarde había alcanzado su punto más alto, ese mágico momento cuando el sol comienza su lenta despedida y da paso a un cálido resplandor dorado que parece abrazar el mundo entero. En ese escenario, los tres miembros del club se encontraban agrupados en una esquina, disfrutando de los refrescantes jugos y aperitivos que Gabriel, siempre tan considerado, había tenido la cortesía de proporcionar.
Decidí romper el silencio que se había asentado en la habitación, como una capa de polvo sobre una antigua estantería. "Entonces, Sofía, ¿Cuándo te uniste a este club? ¿Fue por obligación?", pregunté con curiosidad.
"En realidad, me uní hace un par de días", respondió Sofía, jugueteando con un mechón de su cabello mientras evitaba el contacto visual directo conmigo, su mirada se desviaba hacia un lado. "Alicia me reclutó. Su presentación fue tan persuasiva que no tuve más opción que unirme".
Mientras ella hablaba, no pude evitar admirar su belleza. Sus ojos brillaban con una luz propia y cada palabra que pronunciaba resultaba fascinante. Me pregunté si, ahora que compartíamos un club, tendría alguna oportunidad de acercarme a ella. Sin embargo, mis pensamientos fueron abruptamente interrumpidos por la energética voz de Alicia.
"¡Basta de holgazanear!", exclamó, su brazo extendido hacia el cielo como si estuviera liderando una revolución. "¡Es hora de preparar el proyecto semestral del Club de Dirección y Arte para Productos Orientales!"
Así que ella era la fundadora del club. Pero no era la única. También estaba Gabriel, el guapo co-fundador de este 'prestigioso' club. Sin embargo, si me preguntan, no veo nada de prestigioso en forzarme a unirme.
"Entonces, ¿ustedes dos son pareja?", me atreví a preguntar, provocando que las mejillas de Alicia se colorearan de un rojo intenso. Su respuesta fue un golpe en mi brazo, lo suficientemente fuerte como para hacerme exclamar de dolor.
"¡Te estás pasando!", se quejó, su rostro aún rojo. "¡Por ser virgen, solo puedes pensar en relaciones románticas o lascivas entre hombres y mujeres!"
No pude resistirme a responder. "¡¿Y qué tiene de malo ser virgen en la preparatoria?!... Espera, ¿acaso tú no lo eres?"
Su respuesta fue un golpe en mi cara que me mandó al suelo. Antes de que pudiera levantarme para contraatacar, una figura delgada se interpuso en mi camino.
"Ya basta, por favor", suplicó Sofía, sus ojos algo llorosos.
Si ella lo pedía... "Lo siento, Alicia", murmuré, volviendo a mi asiento.
"Bueno, supongo que yo también me excedí un poco", admitió Alicia, finalmente apaciguando la tensión.
En ese preciso instante, Gabriel, con una energía llena de determinación, se levantó de su asiento y con un gesto decidido, arrastró hacia nosotros un pizarrón con ruedas que descansaba en un rincón olvidado de la habitación. Tomó un plumón negro y con trazos firmes y seguros escribió: PROYECTO SEMESTRAL DEL CLUB, LLUVIA DE IDEAS.
"Ahora bien, ¿Qué ideas tienen en mente?", propuso, dirigiéndose a todos nosotros. "Estuve considerando que podríamos hacer una novela ligera, pero ahora que Sofía se ha unido a nosotros, y sabiendo de su habilidad para dibujar, tal vez podríamos probar haciendo un manga directamente".
Mis pensamientos volaron hacia Sofía. Si ella tiene habilidades en dibujo, ¿podría estar contemplando ser ilustradora o incluso Mangaka? Claro, en este país eso podría ser complicado…
Alicia interrumpió mis reflexiones. "El año pasado ya hicimos una novela ligera y, para ser honesta, no me trae los mejores recuerdos", admitió con un tono melancólico que rápidamente se transformó en su usual energía efervescente. "¡Ya sé! ¿Qué tal si hacemos una novela visual?"
Gabriel asintió, contemplativo. "Ya tenemos a alguien que puede codificar, a alguien que puede dirigir y a alguien que puede dibujar. Podría funcionar. Mateo, ¿sabes algo sobre escribir guiones o storyboards?" Su pregunta estaba llena de una amabilidad sincera.
Debí admitir, "La verdad es que nunca lo he hecho, pero estoy dispuesto a darle una oportunidad".
"¡Esa es la actitud, Mateo! ¡Sigue así!", exclamó Alicia, su rostro brillando de entusiasmo. "¡Está decidido entonces, haremos una novela visual!"
"Este será nuestro proyecto semestral", anunció Gabriel con solemnidad, echando un vistazo a su reloj. El tiempo parecía haber volado. "Me temo que es hora de que nos despidamos por hoy".
Sofía, con una leve sonrisa de acuerdo, asintió. "Tienes razón, se nos ha hecho tarde". Su voz era suave, como una melodía que flotaba en el aire del atardecer.
Alicia, siempre tan enérgica, se levantó de un salto y, recogiendo sus cosas, exclamó con un tono de despedida, "¡Nos vemos mañana después de clases!". Y casi tan rápido como había hablado, salió del salón del club, dejando detrás de ella un pequeño vórtice de energía.
"¡Es la primera en irse!", dije, aunque para un deprimente y solitario como yo era imposible no admirar su espíritu indomable.
Justo cuando estaba a punto de levantarme, sentí una mano sobre mi hombro. Era Gabriel. Su mirada se perdía en la distancia mientras decía, "Alicia... a pesar de sus apariencias, realmente se preocupa por los demás. Dale una oportunidad". Su tono era serio pero gentil, y sus palabras resonaron en mi. Asintiendo en silencio, vi cómo Gabriel, con un último gesto de despedida, abandonaba la sala.
La puerta se cerró con un suave clic y, de repente, el silencio llenó la habitación. Solo quedábamos Sofia y yo. El sol poniente enviaba rayos dorados a través de las ventanas, bañando la sala con una luz suave y cálida. Un momento de quietud se instaló entre nosotros, un respiro en el ajetreado día.
"Supongo que es hora de que también nosotros nos retiremos", dije, intentando aparentar una calma que no sentía, mientras me rascaba la mejilla con un gesto algo nervioso.
"Sí, deberíamos irnos", respondió Sofia, su voz era apenas un susurro, cargado de una timidez que acentuaba su encanto. Colocó su mochila sobre su espalda, preparándose para la despedida.
Iniciamos nuestro camino de salida del instituto, dirigiéndonos hacia la estación del autobús. Caminábamos juntos, pero en silencio. La incomodidad se cernía sobre nosotros, como una espesa niebla. Intentaba, en vano, pensar en un tema de conversación, pero las palabras me fallaban.
"Mateo...", empezó a hablar Sofia, interrumpiendo el silencio que había entre nosotros.
"¿S... sí?", tartamudeé, sorprendido por su interrupción.
"Hace una semana que no hablamos... no sabía cómo acercarme a ti de nuevo, después de lo que pasó en la secundaria…", confesó con un tono de disculpa en su voz. "Bueno, no es algo que necesitas saber, pero, en resumen, lo siento". Entonces, dio unos pasos adelante, deteniéndose frente a mí e inclinándose ligeramente hacia adelante, en un gesto de reverencia.
"¿Podemos ser amigos?", preguntó, levantando su mirada para encontrarse con la mía. En sus labios se dibujaba una sonrisa, una que parecía llevar consigo la promesa de un nuevo comienzo.
"¡Si!, por supuesto", exclamé sin poder disimular mi emoción. En ese momento, una sensación de alivio y felicidad me invadió. A pesar de las complicaciones, a pesar de la incomodidad, a pesar de todo, parecía que al fin pude hacer un amigo… en este caso amiga.
Al caminar a casa, las palabras de Sofía retumbaban en mi mente. "¿Podemos ser amigos?" había preguntado. Esa sencilla pregunta parecía haber alterado todo.
¿Es eso realmente lo que quiero? ¿Es eso realmente lo que ella quiere? No pude evitar recordar las lecciones de las series de anime que tanto adoro. Las relaciones pueden ser complicadas, llenas de malentendidos y momentos de dolor. No quería que Sofía tuviera que pasar por algo así por mi culpa.
Pensé en Hachiman Hikigaya, el protagonista de mi serie favorita, "Oregairu". Él siempre ha estado dispuesto a sacrificarse para proteger las relaciones de los demás, incluso si eso significa lastimarse a sí mismo. No estoy seguro de ser tan fuerte como él, pero si eso significa proteger a Sofía, estoy dispuesto a intentarlo.
Estas ideas llenaban mi mente, pero a pesar de la pequeña sonrisa que se dibujaba en mi rostro, no podía evitar sentir una pesada incertidumbre. ¿Cómo podría enfrentar el futuro, cuando no estoy seguro de qué puedo hacer? Nací en México, un país con pocas oportunidades en la industria del anime. ¿Cómo puedo soñar con un futuro en algo que amo, cuando las oportunidades son tan escasas?
< Imagino un mundo en el que no solo soy un espectador, sino también un participante activo en la creación de esas historias que tanto admiro. Donde puedo caminar por las calles de Akihabara, rodeado de tiendas de manga y tiendas de anime, sintiéndome en casa en un ambiente que celebra abiertamente mis intereses. Un lugar donde puedo asistir a clases y seminarios sobre dibujo de manga y guion de anime, aprendiendo de los profesionales que admiro. Puedo verme trabajando tarde en la noche, lápiz en mano, papel frente a mí, creando mundos y personajes que algún día podrían cobrar vida en las páginas de un manga o en la pantalla de un anime. Un lugar donde mis sueños no son solo sueños, sino metas alcanzables y realidades tangibles. Pase toda la noche investigando sobre cómo hacer un guion para una novela visual, pero la verdad, no entendía mucho. Las palabras y términos técnicos se amontonaban en mi cabeza como una pila de rompecabezas sin resolver. Aún así, estaba decidido a dar lo mejor de mí. Al día siguiente, después de clases, nos reunimos una vez más en el club. El aire estaba cargado de expectación. Alicia, con su espíritu inquebrantable, dio inicio a la reunión. "¡Bien, equipo! ¡Hoy es el día! Necesitamos comenzar a trabajar en nuestra novela visual. Mateo, ¿Cómo te fue con el guion?" Rebusqué en mi mochila, sacando un montón de papeles arrugados y garabateados. "Bueno, hice lo que pude, pero no estoy seguro de que esté bien...". Alicia lo tomó con una sonrisa gentil. "No te preocupes, Mateo. Todos estamos aprendiendo". Revisó los papeles, asintiendo de vez en cuando. A pesar de mi nerviosismo, su actitud me transmitió tranquilidad. Gabriel, siempre sereno, empezó a distribuir los materiales necesarios. "Sofía, aquí tienes el equipo de dibujo. Alicia, esta laptop nos las presto el club de informática, solo falta instalar el motor grafico y el editor de código. Mateo, te ayudaré con el guion." Empezamos a trabajar en nuestras respectivas tareas, cada uno inmerso en su propio mundo. El sonido de los lápices sobre el papel, el tecleo constante de las computadora y las ocasionales risas llenaban el aire. "Alicia, toma un descanso, todavía tenemos tiempo", recomendó Gabriel, su voz resonando con una calma tranquilizadora. "Si, creo que me dio algo de hambre, iré al OSSO por unas frituras". Con un suspiro de agotamiento, Alicia cerró la tapa de su laptop y se levantó de su asiento, estirándose antes de salir del salón. En su ausencia, el ambiente se volvió extrañamente tranquilo. Aproveché la oportunidad para estirarme también y sacudir la tensión de mi cuerpo. "Gabriel, gracias a ese PDF que me diste, creo que logré un buen avance para la primera ruta del guion", dije, intentando romper el silencio. Él asintió, sus ojos analíticos se posaron sobre los papeles esparcidos sobre la mesa. "Sí, es un buen comienzo. Sin embargo, creo que hay demasiados diálogos innecesarios. Podemos trabajar en eso durante las próximas semanas." Justo cuando estaba a punto de responder, un fuerte estruendo interrumpió nuestras palabras. Provenía de la calle, resonando a través de las paredes del edificio. "¿Fue eso... un disparo?" preguntó Sofía, su voz apenas un susurro. Su rostro palideció, sus ojos se agrandaron en shock. Los disparos continuaron, uno tras otro, un estampido ensordecedor que se apoderó de todo. Gabriel, con un rápido reflejo, nos instó a que nos tiráramos al suelo. Nos cubrimos la cabeza con las manos, agachados en el suelo, mientras los disparos llenaban el aire. <<¿Esto es una pelea de bandas?>>, pensé, el pánico me invadió. Recordé las noticias que había escuchado en los días anteriores sobre el principal cartel del país que se había dividido debido a la captura de su líder. <<¡Esto no estaría pasando si viviera en Japón, si no estuviera en este país en decadencia!>> Mis pensamientos oscuros fueron interrumpidos por un pensamiento aún más aterrador. Alicia estaba afuera. Sin pensarlo dos veces, me levanté y salí corriendo del salón. Escuché a Gabriel gritarme que esperara, pero sus palabras se perdieron en el tumulto de mi mente. Todo lo que podía pensar era en Alicia. Corrí lo más rápido que pude hacia la salida de la escuela, que ya se encontraba cerrada. La desesperación me invadió, pero no me detuve. En su lugar, tomé un barril de basura y lo usé para escalar la barda de la escuela. Al llegar al exterior, el pandemónium reinaba. Tres camionetas negras, todas con señales de disparos, estaban estacionadas en la calle. Dos sujetos vestidos de militares, pero con la cara cubierta y usando tenis, se subían a una camioneta blanca sin placas. La ira me invadió. Grité, sin poder contener mis emociones. "¡Malditos, ojala se terminen muriendo todos ustedes también!" Uno de los sujetos me vio y me apuntó con su arma. Mi corazón se detuvo. <<¿Así será mi final?>>, pensé. Pero el hombre no disparó. En cambio, su comandante le ordenó subir al auto y se alejaron a toda prisa. No desperdicié ni un segundo más. Salté la barda y corrí hacia la tienda de autoservicio 24 horas. El panorama era desolador. Los cuerpos yacían en el suelo, las casas cercanas estaban marcadas por las balas. Y ahí estaba una chica con el cabello café. Su uniforme de nuestra escuela estaba manchado de rojo, su cuerpo inmóvil en el suelo. "No... esto no puede ser... Alicia...", murmuré, mi voz apenas un susurro. El mundo se volvió borroso mientras me arrodillaba junto a ella. Mi mente se quedó en blanco, y todo lo que pude hacer fue caer al suelo, incapaz de procesar lo que estaba viendo.