Sostenía la réplica de la espada de fantasía en mis manos mientras la tarde declinaba lentamente en un crepúsculo temprano. Me encontraba caminando por una calle llena de baches, sus aceras desiguales, un escenario que normalmente encontraba ligeramente deprimente, pero que hoy parecía particularmente aún más desalentador.
Todo parecía reducirse a esto, a este patrón que había seguido una y otra vez. No podía evitar idealizar a las personas, especialmente a las chicas, y al final siempre me golpeaba la cruda realidad. Fue por eso que decidí mantenerme en soledad, alejarme de los demás, refugiarme en mi propio mundo.
"Lo único que quiero es pasar la noche jugando videojuegos", pensé, al encontrarme frente al portón de mi casa, la seguridad de mi propio espacio a un paso de distancia.
Exhalé un suspiro pesado mientras buscaba las llaves en mi mochila, pero una voz detrás de mí me interrumpió.
"¡Tú, eres tú!"
"¿Eh?" Me giré para encontrarme con una joven de pelo largo y figura esbelta. Sus curvas eran gráciles y su rostro atractivo. Era la vendedora de la OtakuPlaza que había intentado venderme accesorios. Solo que ya no tenia su falda, ahora vestía unos jeans de mezclilla ajustados y una blusa de color negro.
"¿Q...qué haces aquí?" Tartamudeé mientras la apuntaba con el dedo, completamente desconcertado.
"¡No, la pregunta es qué estás haciendo tú aquí!"
"¿Cómo que qué hago aquí? Vivo aquí, estaba a punto de abrir la puerta", respondí, aún sorprendido.
"No puede ser... esto es demasiado gracioso", se rió un poco, provocando que mis mejillas se calentaran. Ella era el tipo de chica que siempre había considerado fuera de mi alcance.
"¿De qué te ríes...?" Mi voz se apagó cuando me di cuenta de que había presenciado mi huida precipitada en la plaza.
"Vivo en la casa de al lado. Me mudé hace unas semanas, así que somos vecinos", explicó entre risas.
"¿¡QUÉ!?" grité, completamente atónito.
"No grites tanto, uhmm...", se agachó y acercó su rostro al mío.
"¿Qu.. qué estás haciendo?" pregunté, sintiendo mi corazón latir con fuerza.
"Ven conmigo", me tomó de la playera y me arrastró hacia su puerta. Sin previo aviso, la abrió y me empujó dentro.
"¡OYE! ¿¡ESTÁS LOCA!?" grité, aún sorprendido.
"Cállate, eres demasiado ruidoso", me reprendió con una sonrisa juguetona mientras cerraba la puerta detrás de nosotros.
"Cualquiera gritaría si lo meten a su casa de esta forma...", me quejé, pero mi protesta cayó en oídos sordos. Así, me encontré dentro de la casa de mi nueva vecina, completamente desconcertado y sin saber qué esperar.
Con seriedad pintada en su rostro, ella me miró directamente a los ojos y dijo, "Necesito que me hagas una promesa." Su tono era firme, sin dejar espacio para protestas.
"No puedo evitar pensar", respondí, "que habría sido más fácil evitar malentendidos si hubieras mencionado esto antes." Pero la mirada en sus ojos me decía que esto era importante.
"Como vecinos", continuó, "es probable que nuestros padres hablen de vez en cuando. Incluso podrían invitarse a reuniones o fiestas. Por eso te pido que no menciones a nadie que trabajo en ese lugar."
Comprendí su preocupación. "Ah, entiendo... Si se lo menciono a mi madre, ella podría terminar contándoselo a alguien más en una conversación casual," dije.
"Exactamente," dijo ella con un suspiro de alivio, "veo que no eres tan tonto."
Me sentí un poco ofendido por lo que dijo. "Oye, no está bien prejuzgar a las personas," protesté, aunque yo mismo había hecho eso antes en el club.
Ella sonrió y dijo: "¡Perfecto! Si puedes mantener el secreto, te estaré eternamente agradecida."
Curioso, le pregunté, "¿Puedo saber por qué no quieres que tus padres lo sepan? Quiero decir, eres una vendedora, no estás haciendo nada incorrecto."
Tal vez mi pregunta la tomó por sorpresa. Hizo una pausa, mirando al suelo, antes de responder: "No tienes que saber por qué. Solo no lo menciones."
Decidí respetar su privacidad. "Entiendo. Si no quieres contármelo, no te voy a forzar," dije. Luego, sintiéndome un poco incómodo, pregunté, "¿Puedo irme ahora?"
"¡Ah, sí, claro!" Se hizo a un lado, abriendo la puerta para que pudiera salir. Mientras cruzaba el umbral, me giré para despedirme.
"Bueno, nos vemos entonces..."
"¡Sí, cuídate!", me respondió apoyada en el marco de la puerta. No pude evitar devolverle la sonrisa antes de partir, prometiendo en mi corazón respetar su secreto.
◇ ◇ ◇
La quietud de la mañana se extendía sobre el aula, mientras las complicadas ecuaciones en el pizarrón servían como un recordatorio cruel de que la semana de descanso escolar había llegado a su fin. La austeridad del lunes se apoderaba del ambiente, infectando cada rincón del salón con su monotonía.
Desvié mi mirada hacia Sofia. Allí estaba ella, sumergida en su cuaderno, resolviendo las ecuaciones con una concentración tan intensa que era casi tangible. Su rostro, enmarcado por sus lentes, irradiaba una belleza tranquila y sutil. Para cualquier observador casual, ella era sin duda la heroína de alguna historia de romance escolar.
Cuánto desearía haber sido el protagonista de esa historia. Pero la realidad era evidente: un solitario como yo no estaba destinado a tales hazañas. Mi sospecha de que Sofia tenía pareja, que se había iniciado en la mítica OtakuPlaza, se confirmó en los días previos al final de la semana de receso.
Recibí una solicitud de amistad en Netbook, la red social del momento, de un usuario llamado "Mekuru Chan". Su foto de perfil era una ilustración de la popular Hatsune Miku, del software Vocaloid. Al aceptarla, no tardó en enviarme un mensaje privado.
"Hola, ¿eres Mateo de mi salón?" Su identidad se reveló pronto: era Sofia.
A pesar de mi renuencia inicial, la curiosidad me empujó a explorar su perfil. Su estatus decía 'soltera', pero algo me parecía extraño. Un nombre, "Kuri Kun", aparecía repetidamente, dejando su huella en cada una de las fotos de Sofia.
Decidí actuar. Desde mi perfil secundario, le envié un mensaje a "Kuri Kun".
"Quizás resulte extraño que un desconocido te pregunte esto, pero… Mekuru Chan, es decir, Sofia, ¿es tu novia?"
Para mi sorpresa, su respuesta fue inmediata y clara: "Supongo que eres algún pretendiente, sí, yo salgo con ella"
Insistí, buscando una confirmación más palpable, "No tengo derecho a pedirte esto, pero quiero estar seguro… ¿Tienes alguna prueba?"
Después de unos momentos de silencio, recibí una imagen. En ella, él y Sofia se besaban en una selfie. Reconocí la ropa que llevaban: eran las mismas prendas que habían llevado durante mi visita a OtakuPlaza. No solo confirmaba su relación con Sofia, sino que también me revelaba que el chico que había visto con Sofia ese día era este "Kuri Kun" de Netbook.
A pesar del golpe que significó la confirmación, logré responder con un simple "Gracias…" a lo que él contestó: "Está de más decir que no la molestes o tendré que meterme".
El amor es una molestia, una ilusión dulce que nos hace creer que somos especiales, que nos distingue del resto. Pero, ¿qué es realmente el amor sino una trampa emocional? Nos envuelve en un manto de fantasía, nos seduce con promesas de felicidad y luego nos deja caer en el vacío cuando menos lo esperamos. No, no necesito amor. Lo que necesito es paz, una tranquilidad que solo puedo encontrar en la soledad. No busco ser salvado por nadie, ni quiero salvar a nadie. Solo quiero ser yo, sin ataduras, sin compromisos, sin la carga del amor.
Ahí lo decidí, no me volvería a enamorar de nadie al menos hasta terminar la universidad, lo sé, una medida un poco extrema, pero no quería volver a sentir esto que siento ahora mismo.
Espera… la universidad, ¿Qué debería estudiar?, debo enfocarme en ello…
El día transcurrió sin mayores contratiempos y pronto llegó la hora de asistir al club de literatura. A decir verdad, no tenía el menor ánimo de ir, pero sabía que, de no hacerlo, recibiría un extenso sermón de la profesora y terminaría yendo de todos modos.
Sin mayor entusiasmo, recogí mi mochila y, arrastrando los pies, me dirigí al salón del club, situado detrás del edificio principal. Al abrir la puerta, la primera persona que me recibió fue Alicia.
"¡Bienvenid...! Oh, eres tú," me dijo, con un tono que no podía determinar si era de decepción o sorpresa.
"¡Vaya bienvenida! ¿Es así como tratas a la persona que trató de salvarte?" le contesté, recordando nuestro reciente incidente.
"Ja ja, tranquilo, tranquilo. Aprecio que te hayas preocupado por mí," dijo, y pude ver un leve sonrojo en sus mejillas. Me dejó perplejo.
"¿Qué te pasa?" pregunté, extrañado.
"Nada, nada. Mejor centrémonos en el proyecto semestral," me evadió, con una risita tímida.
Me senté en mi lugar habitual y saqué los papeles del guión que había escrito durante la semana de descanso. "Hice mi mayor esfuerzo... he estado leyendo más novelas ligeras para entender mejor cómo funcionan," le dije.
"Eso suena más a holgazanear que a trabajar, pero por ahora revisaremos lo que logró tu 'método'," respondió Alicia, poniéndose unos lentes de lectura.
Al verla tan concentrada, no pude evitar pensar que tenía cierto encanto. Me pregunté si tendría a alguien en su vida... aunque, no me importaba.
"Oye, tu tienes novi…"
"Shhh, estoy concentrada"
Alicia se sumergió en la lectura mientras yo meditaba en silencio. En ese momento, Sofía y Gabriel entraron al salón. Les hice un gesto de silencio y ellos, comprendiendo, tomaron asiento sin hacer ruido.
Pasaron unos minutos y de repente, Alicia se levantó de su silla y golpeó la mesa con ambas manos. "¡WOOOW, ESTO DEFINITIVAMENTE ME GUSTA!" gritó.
Sofía se sobresaltó. "Oye, no grites así de repente," le reprendió.
"Entonces, ¿te gustó?" pregunté.
"Sí, aunque no entiendo por qué la amiga de la infancia no gana al final…" respondió Alicia, pensativa.
"Las amigas de la infancia nunca ganan… pero podemos hacer una ruta para ella," sugirió Gabriel con su típica calma.
"¡Bien! Sofia, comienza a dibujar las hojas de estos personajes. Yo prepararé las escenas y rutas. Mateo, crea la ruta de la amiga de la infancia. Gabriel, prepara las redes sociales y crea los storyboards," ordenó Alicia, llena de energía.
Y así, con una renovada determinación, nos dispusimos a trabajar en el proyecto de la novela visual.
Alicia, con su acostumbrada alegría, se estiró con gracia desde su silla y anunció su partida. Gabriel, en su tono sereno y calmado, propuso el final de nuestra reunión, "Parece que es todo por hoy, ¿no creen?". Alicia recogió sus pertenencias con rapidez, depositándolas en su mochila y abandonó el salón del club con un alegre "¡Nos vemos mañana!" que resonó en la habitación.
Gabriel siguió sus pasos, recogiendo sus cosas de manera ordenada, y me ofreció un apretón de manos en señal de despedida. "Buen trabajo, Mateo. Mañana me muestras la ruta de la amiga de la infancia", dijo con una sonrisa amistosa.
Fue entonces cuando noté que solo quedábamos Sofía y yo. Mientras yo organizaba mis cosas, ella se acercó a mí de manera vacilante, parándose frente a mí con una expresión nerviosa. "¿Sucede algo?", pregunté, sorprendido por su comportamiento.
Ella tartamudeó, claramente nerviosa. "Yo...yo quiero...quiero..." Su voz se apagó, incapaz de formar las palabras que intentaba decir. Me pregunté qué podría ser tan difícil de expresar.
Entonces, sin previo aviso, me lanzó una pregunta que me tomó por sorpresa. "Mateo, ¿te gusta alguien?", preguntó con seriedad, aunque su frente se ruborizó ligeramente.
Desconcertado por su pregunta, respondí con una evasiva. "¿Por qué preguntas eso?". Pero ella insistió, "Solo responde". Aunque sabía que me gustaba alguien, decidí no revelarlo. "No estoy seguro... supongo que no", mentí, ocultando mis verdaderos sentimientos.
Sofía pareció aliviada por mi respuesta y, recogiendo su valor, confesó sus propios sentimientos. "A mí sí me gusta alguien... y ese alguien eres tú, Mateo. Cuando te vi salir a salvar a Alicia, me gustaste aún más. ¡Por favor, sé mi novio!", exclamó, su rostro se volvió rojo como un tomate.
Me quedé atónito. Sus palabras, tan inesperadas y sinceras, me dejaron sin palabras. ¿Cómo iba a responder a eso?
"¿Yo...? ¿Esto es acaso un juego entre Alicia y tú?" Mis palabras se desvanecían en el aire, mi voz apenas un susurro lleno de incredulidad.
"No, no es ningún juego. Realmente me gustas, Mateo." Su confesión resonó en el silencio que nos rodeaba. Me quedé helado, incapaz de procesar sus palabras.
"Sofía, tienes novio, ¿verdad?" Mi pregunta salió como un susurro, mis pensamientos en un torbellino de confusión.
"¿Eh...? No, no lo tengo. Terminé con él." Su respuesta me dejó perplejo. <<¿Por qué miente? ¿Qué está pasando aquí?>> Los pensamientos corrían por mi mente en frenéticas carreras, chocando entre sí y dejando a su paso un rastro de desconcierto.
Lo siento, Sofía. No puedo... no puedo salir contigo." Mis palabras parecían salir de una boca ajena. Mi corazón latía a mil por hora, mi mano temblaba. Había algo en su mirada que me hacía sentir incómodo, desplazado.
"Sofía," continué, luchando por mantener la calma, "No entiendo por qué me dices esto ahora, ni por qué mientes sobre tu relación. No es justo para ninguno de nosotros. Necesito tiempo para pensar, para entender lo que está pasando." Me di la vuelta, dejándola allí en la incertidumbre, mientras me alejaba, cada paso pesado y lleno de dudas.
◇ ◇ ◇
Mateo se marchó, la puerta se cerró con un eco sordo, marcando su partida. Me dejó a solas en la habitación, su silueta desvaneciéndose en la distancia. Una pregunta atormentaba mi mente, ¿Cómo había descubierto mi secreto? ¿Acaso fue por netbook? ¡CARAJO!
"¡Maldición, MALDICIÓN!" La ira rugía en mi pecho, cada latido una condena. ¿Acaso mi meticuloso proyecto se iba a desmoronar por culpa de ese... perdedor? ¿Me había rechazado él, a mí? En un arrebato de furia, agarré la silla más cercana y la estrellé contra el suelo.
Tras desahogar mi ira, tomé mi mochila y abandoné el asqueroso club. Saqué mi smartphone y abrí el chat con Kuri Kun. Mis dedos golpearon las teclas con una energía frenética: "Fuiste tú, ¿verdad? Se lo dijiste".
No tardó en responder. "Jajaja, por supuesto que sí. Nunca estuve de tu lado, en cuanto supe que estabas en el proyecto CELESTE decidí que yo me quedaría con el creador"
"Quizás... quizás subestimé a Mateo", admití con un gruñido. Mis dedos volvieron a volar sobre el teclado, destilando mi frustración en cada palabra: "Eres un maldito traidor, ya no eres de utilidad para mí. Así que simplemente date por muerto…".