Sosteniendo con suavidad entre mis manos, observaba mi primer dibujo terminado. Era un meticuloso retrato del personaje de un famoso videojuego RPG, una pieza que había dedicado incontables horas para el taller de arte de mi escuela secundaria. A pesar de no ser ningún prodigio en el arte, había practicado incansablemente, perfeccionando cada línea y sombra hasta que estuvo completo. Pero, ¿por qué?
No era el dibujo completo lo que sostenía, solo fragmentos de papel, trozos de mi esfuerzo dispersos sin coherencia. A mi alrededor, una escena caótica se había desplegado: mi mochila, mis libros y útiles escolares estaban esparcidos en el suelo como si una bomba hubiera estallado.
"¿Por qué...?"
Mi uniforme estaba completamente empapado, pegado a mi cuerpo como una segunda piel. Parte de mi pantalón mostraba raspaduras y mi cabello goteaba agua. Al levantarme y confrontar mi reflejo en el espejo del baño de la escuela, el insulto "Perdedor" estaba garabateado en mi cara.
Fue una visión tan desoladora que ni siquiera pude evitar que las lágrimas brotaran de mis ojos. Pronto, se convirtieron en un torrente incontenible, un mar de tristeza y humillación.
"¿Por qué tengo que pasar por esto?... yo solo quería..." Las palabras se ahogaron en un sollozo, los ecos de mi voz resonaron en el vacío del baño escolar.
Una voz interrumpió aquel vago recuerdo. Una invitación amistosa que aún recordaba con nitidez: "¿Podemos ser amigos?". Esa pregunta, tan inocente y simple, aún retumbaba en mi corazón. Era la voz de la chica que capturó mi atención desde el primer día del ultimo año de preparatoria, cuyo recuerdo aún provocaba un aleteo en mi pecho.
Pero pronto, otra voz se superpuso a la primera, una afirmación reconfortante: "No te preocupes, Mateo. Todos estamos aprendiendo". Ese eco suave provenía de la dueña de una sonrisa alegre y llena de energía, una chica con cabello café claro recogido en una coleta. Su rostro siempre estaba lleno de entusiasmo y positividad, un faro brillante en mis pocos días de entrar a ese club.
Pero ahora, la chica de mis recuerdos, Alicia, yacía frente a mí. No había signos de vida en ella, ni rastro de la energía contagiosa que solía irradiar.
Un dolor agudo y punzante se apoderó de mi pecho, como si una daga invisible me atravesara. Las lágrimas que había contenido con tanto esfuerzo empezaron a brotar, inundando mis mejillas como una cascada. Recordé aquel día en el baño de la escuela secundaria, cuando lloré solo y desconsolado. El mismo sentimiento de desesperación me invadió una vez más.
"¿Por qué...?", Me pregunté, la voz temblorosa y cargada de angustia. Ninguna respuesta vino a mí, solo un doloroso silencio.
De repente, un recuerdo emergió en mi mente. Alicia, siempre llevaba una pulsera de color oscuro en su muñeca, una especie de talismán que raramente se quitaba. Observé detenidamente las muñecas de la figura que yacía frente a mí, buscando aquel distintivo accesorio. Pero ambas muñecas estaban desnudas, sin rastro de la pulsera de Alicia.
Además, noté algo más. Las uñas de la chica estaban pintadas de un color azul vibrante. "Alicia... Alicia siempre pintaba sus uñas...", recordé sus tecleos de hace unos momentos en la laptop, y entonces me golpeó como un relámpago. "¡Alicia las pintaba de rosa! ¡Estoy seguro de ello!"
En ese instante, una chispa de esperanza se encendió dentro de mí. Me puse de pie, el corazón latiendo con fuerza contra mi pecho. Miré una última vez al cuerpo de la chica, no tuve el valor de girarla para ver su rostro. Respetando su dignidad final, murmuré una pequeña oración.
"Descansa en paz", pronuncié con un nudo en la garganta, antes de darme la vuelta y correr hacia la tienda de autoservicio más cercana. A pesar del horror de la situación, una pequeña esperanza florecía en mi pecho. Alicia aún podía estar viva y yo estaba decidido a encontrarla.
Apenas estaba a unos metros de llegar a la tienda cuando sus puertas se abrieron y, para mi asombro, emergió Alicia, la chica que había estado buscando con ansiedad. Un golpe de energía y alivio me recorrió el cuerpo y, sin pensarlo dos veces, me lancé a correr hacia ella.
"¡Alicia, ¿estás bien?!" Grité, tomándola con fuerza por los hombros. Ella me miró con sorpresa.
"¿Eh..? ¿Qué haces fuera? Cálmate un poco," contestó ella, tratando de disipar mi preocupación.
"Lo siento... estaba realmente preocupado..." confesé, retrocediendo un poco, sintiéndome un tanto avergonzado.
Alicia rió un poco. "Eres un tonto. La tienda está lo suficientemente cerca, llegué aquí antes de que esos tipos comenzaran su desastre," explicó ella.
En ese momento me di cuenta de que me había preocupado en vano. Sin embargo, una tranquilidad abrumadora me invadió al verla a salvo.
"Veo que realmente te has convertido en el héroe al salir a buscarme. ¿No será que te gusto?" Dijo Alicia de forma juguetona, acercando su rostro al mío.
Sorprendido, me volví rápidamente para ocultar el sonrojo que seguramente estaba coloreando mis mejillas. "¡Ehhhh?, ¡Claro que no, nunca!" Tartamudeé, "Ya que estás bien, volvamos al club, los demás estarán preocupados".
Alicia asintió, su rostro también mostraba un leve tono rosado. "Sí, claro..." dijo ella mientras ambos caminábamos de regreso a la escuela.
Al llegar a la puerta, los profesores nos abrieron. Recibí una reprimenda por haber salido cuando las puertas estaban cerradas, pero no me importó. Alicia estaba a salvo, eso era lo que importaba.
Una vez de vuelta en el club, Sofía se lanzó a abrazar a Alicia. "¡Me alegro que estés bien!", dijo Sofía con los ojos llenos de lágrimas.
"Tranquila, lamento haberlos preocupado", respondió Alicia, su voz llena de arrepentimiento.
Sofía la miró con firmeza. "No digas eso, somos tus amigos," le recordó.
Gabriel interrumpió el emotivo momento, "Debemos regresar a casa, abrirán la puerta trasera para que podamos salir", dijo con su tono siempre calmado y sereno.
"Estoy de acuerdo. Probablemente cierren la escuela unos días," agregué, tomando mi mochila.
Todos los demás hicieron lo mismo, salimos del club y cada uno se dirigió a casa. A pesar del incidente, nos sentíamos aliviados y agradecidos de estar a salvo.
◇ ◇ ◇
Mi mano sostenía un objeto brillante y elegante, un smartphone con una pantalla de resolución FullHD+ y un Snapdragon 660. Poseía 64GB de almacenamiento interno, y todo a un precio sorprendentemente razonable. Este era mi primer teléfono inteligente, un presente de cumpleaños de mi madre, un impresionante Shiaomi Redmi Note 7.
Habían pasado tres días desde la última vez que puse un pie en la escuela. La institución había suspendido las clases durante una semana por razones de seguridad estudiantil. Mientras contemplaba mi nuevo dispositivo, una pregunta cruzó mi mente: "¿Hubiéramos celebrado mi cumpleaños en el club si las clases no se hubieran suspendido?".
El smartphone en mi mano parecía un objeto mágico, lleno de posibilidades infinitas. "¿Debería instalar algunos juegos?", me preguntaba mientras daba la vuelta al dispositivo para admirar su parte trasera, un azul brillante que albergaba tres cámaras.
La cubierta de silicona transparente que lo protegía era funcional, pero anhelaba algo con más personalidad. "Necesito una funda más estilizada", decidí.
Con esa determinación en mente, decidí visitar la famosa Plaza de las Tecnologías. Este lugar era conocido por vender todo tipo de artículos y accesorios para teléfonos, laptops y tabletas. La zona más grande de la plaza, OtakuPlaza, se encontraba en el segundo piso, era como el Akihabara de México, un paraíso para los fanáticos del anime y la cultura otaku.
A pesar de ser un ávido fan del anime, nunca había visitado ese lugar. La curiosidad me picaba, una chispa de emoción se encendía dentro de mí al pensar en explorar ese ambiente. Sin pensarlo más, tomé mi tarjeta del metro y me embarqué en la aventura hacia esa mítica plaza.
Al llegar al edificio, me cautivó su color amarillo brillante, contrastando con las letras blancas que proclamaban en voz alta "OtakuPlaza". A pesar de que la plaza era conocida por la venta de tecnología, su fama se debía en gran medida a lo que se escondía en su segundo piso.
Justo al entrar, me encontré con un laberinto de puestos repletos de accesorios para teléfonos y vendedores ansiosos por captar mi atención. La variedad era abrumadora, pero aún así, ninguna de las fundas para mi teléfono lograba captar mi interés.
Fue entonces cuando ocurrió. Sentí una suave presión en mi brazo y, al girarme, me encontré cara a cara con una joven de belleza deslumbrante. Llevaba una falda corta y un top blanco que destacaba su figura madura y atractiva. Su cabello caía libremente sobre sus hombros y su maquillaje resaltaba sus expresivos ojos. Estaba tan cerca de mí que podía sentir su aliento en mi piel, lo que me hizo ruborizar de inmediato.
"¡Hola! ¿Estás buscando algo en específico?", preguntó con una sonrisa alegre, sin darse cuenta de mi creciente nerviosismo.
Me esforcé por evitar que mi mirada se distrajera con su apariencia y tartamudeé: "Uhm... algo en específico...". Pero mi respuesta se perdió en el aire, ya que mi mirada se había desviado sin querer hacia sus enormes pechos.
"¡N-no, no estoy buscando nada en particular!", logré articular, pero las palabras salieron en un susurro casi inaudible. Ante su cercanía, sentí una ola de nerviosismo, mi corazón latía aceleradamente y un calor incómodo se propagaba por mis mejillas. Sin pensar, me di vuelta y hui del lugar como si mi vida dependiera de ello.
Corrí a través del laberinto de puestos, con la imagen de la chica aún grabada en mi mente. cada grito de los vendedores resonaba en mis oídos como una melodía caótica.
Finalmente, mis pasos me llevaron a una escalera que parecía ser la única vía de escape de ese mar de gente y comercio. Un cartel colgado arriba indicaba claramente que ascendiendo por ahí, me encontraría con el ansiado segundo piso. Sin detenerme a pensarlo, subí los escalones de dos en dos, mi respiración agitada resonando en el silencio del pasillo.
Suspiré profundamente, sintiendo cómo el aire frío llenaba mis pulmones y notando cómo mi corazón latía con fuerza en mi pecho. "Vaya... eso fue un poco demasiado, ¿no?", reflexioné en voz alta, el eco de mis palabras resonando en la escalinata vacía. "En serio, ¿qué estaba pensando? No fue precisamente la mejor forma de rechazar su ayuda. De hecho, probablemente parecí un completo idiota huyendo de esa manera..."
El amargo sabor de la vergüenza me invadió, una sensación incómoda se arrastró por mi piel. No podía creer que me hubiera dejado llevar por la sorpresa así. Después de todo, era obvio que las vendedoras harían todo lo posible para atraer la atención de los clientes, incluso si eso significaba usar su encanto personal. Nunca había pensado que me encontraría en una situación así en mi primera visita a OtakuPlaza.
Riendo entre dientes ante mi propia torpeza, me pasé una mano por el pelo. "Definitivamente, necesito ser más cuidadoso en el futuro", me dije a mí mismo, haciendo una nota mental para no volver a caer en trampas tan obvias.
Una vez en el segundo piso, me detuve a recuperar el aliento. Miré a mi alrededor, tratando de familiarizarme con el lugar.
"Woow, este de verdad es un paraíso para gente cómo yo"
Camine algunos metros dentro, miraba las figuras, posters y demás mercancía sobre productos de Anime y videojuegos.
Me encontraba deambulando de puesto en puesto, sumergiéndome en la diversidad de mangas que se exhibían en cada uno. "Increíble, no tenía idea de que ya habían traducido Rpg Online al español", murmuré para mí mismo, una chispa de asombro se encendió en mis ojos.
Perdido en este vasto mar de literatura manga, una voz alegre y dulce me sacó de mi ensimismamiento. "¡Hola! ¿Estás buscando algo en especial?", preguntó con un tono tan vibrante que no pude evitar girarme para encontrar su origen.
Allí estaba ella, una figura esbelta vestida con un traje de Maid al estilo japonés. Su altura, ligeramente superior a la media, se acentuaba por el delgado contorno de su figura. A pesar de su complexión delgada, su cuerpo estaba bien proporcionado, con pechos de tamaño promedio que complementaban su figura de una manera armoniosa.
Sus lentes circulares resaltaban en su rostro, otorgándole un aire de misterio y sofisticación. No llevaba maquillaje, pero su rostro no necesitaba ningún adorno. Sus características estaban perfectamente esculpidas, su piel morena parecía pulida a la perfección, sin un solo defecto a la vista. Un solitario lunar adornaba su mejilla izquierda, como la perfecta pincelada final en un retrato exquisito.
Era como si una muñeca de porcelana cobrara vida, su apariencia era tan etérea que por un momento dudé de su realidad. Pero ahí estaba, frente a mí, su presencia imposible de negar. Su sonrisa amable se entrelazó con la timidez que se apoderaba de mí, creando una danza de emociones que no podía comprender del todo.
"Ah, no... bueno, sí... estoy... estoy buscando...", tartamudeé, luchando por formular una respuesta coherente. Me di cuenta de que había sido atrapado desprevenido, sin saber cómo reaccionar ante su inesperada aparición.
Seguramente, a sus ojos, debí parecer un extraño incapaz de comunicarse. "¿Qué demonios me ocurre?", pensé.
Sin embargo, para mi sorpresa, no se rió ni me juzgó. Mantuvo su sonrisa y me ofreció ayuda, "Si buscas más cosas de RPG online, te puedo mostrar la espada del protagonista".
Inmediatamente, giró sobre sus talones, dirigiéndose a un puesto repleto de diversos artículos, y regresó con la mencionada espada.
Una réplica perfecta, sus bordes blancos característicos, brillando bajo las luces fluorescentes del local.
"¡Wow, esta es una espada de excelente calidad!", exclamé, admirándola.
"Por supuesto, en esta tienda solo vendemos productos importados de Japón", respondió con orgullo.
"Eso es increíble, pero... ¿Cuánto cuesta?", pregunté, temiendo la respuesta.
"Para ti, valiente aventurero, solo tres mil pesos", respondió.
La cifra me dejó sin aliento. Como estudihambre, era una cantidad considerable. Estaba a punto de resignarme, pero entonces recordé algo: "Aventurero". Sí, los aventureros suelen invertir en un buen arma al comienzo de su viaje. No es un gasto, es una inversión.
Al salir del local, con la hermosa espada en mis manos, volví a recuperar la cordura. Con la mirada baja, pensé, "No puede ser... he gastado mis ahorros de un semestre. Bueno, tal vez pueda mostrársela a Sofia en el club".
Fue entonces cuando levanté la vista y la vi.
Allí estaba Sofia, la chica de cabello corto y lentes que había ocupado mis pensamientos desde el inicio del último año de preparatoria.
Sofia lucía un short de mezclilla y una blusa de un famoso videojuego shooter. Pero lo que realmente me dejó en shock fue verla del brazo de un chico.
Un joven apuesto, alto, delgado y con ropa a la moda. Aunque no parecía atlético, su físico estaba bien definido. No era tan impresionante como Gabriel, pero aún así, me superaba por mucho.
El hablaba y ella lo escuchaba, con una sonrisa en el rostro y un ligero sonrojo en las mejillas.
"Claro... nunca lo había considerado", me dije, formando un puño con mi mano y quedándome inmóvil en la plaza.
Así, parado allí, en medio del bullicioso OtakuPlaza, me encontré con una verdad ineludible. Un hecho que había estado ocultando, escondiendo en un rincón de mi corazón. Una verdad que, hasta ahora, no había tenido el valor de enfrentar: la soledad.
Después de unos segundos, decidí caminar hacia las escaleras que conectaban con el primer piso, bajé lentamente. Esta vez, las voces de los vendedores que trataban de llamar mi atención simplemente se escuchaban a lo lejos.
Caminé como un autómata hacia el metro y subí.
Puede que fuera la visión de Sofia, la chica que me había robado el corazón, caminando del brazo de otro chico. O quizás fue la compra impulsiva de la réplica de la espada, una adquisición que no tenía más propósito que alimentar mi fantasía de ser un héroe, un aventurero en una tierra lejana. Pero en ese momento, la realidad me golpeó con toda su fuerza.
La soledad es un monstruo silencioso que se arrastra en el corazón de cada uno de nosotros. Es un vacío que consume, un grito que resuena en el silencio de nuestras almas. Y, sin embargo, es también un compañero constante, un recordatorio de nuestra individualidad.
Quizás la soledad no sea más que la dura realidad de nuestra existencia. Cada uno de nosotros, por mucho que nos esforcemos, caminamos solos por este mundo. Podemos rodearnos de amigos, de seres queridos, pero al final del día, somos solo nosotros. Solo nosotros y nuestros pensamientos.