Eve Thompson acababa de entrar en la sala privada cuando las pocas personas que comían y susurraban entre sí alzaron la vista y, al verla, sonrieron como astutos viejos zorros.
—Eve, ¿con quién estabas al teléfono tanto tiempo? ¿No quieres charlar con nosotros? —La expresión de Eve no cambió mientras mantenía su encantadora sonrisa.
—Señor Koch, ¿de qué habla? No he contactado a mi novio en los últimos dos días, y él solo estaba comprobando cómo estoy. Por supuesto, para compensar, ¡acabo de pedir un buen vino para todos! —Justo cuando terminaba de hablar, se abrió la puerta de la sala privada.
Inmediatamente, dos camareros trajeron cuatro botellas de vino tinto—¡Chateau Lafite de 1982! ¡Cada botella valía varios cientos de miles de dólares!
Todos los gerentes medios presentes eran empleados asalariados, con ingresos anuales que no superaban el millón de dólares. ¿Dónde habrían bebido antes un vino tan caro?
De repente, sus ojos se pegaron a las botellas de vino.
