Con este pensamiento, Qiao Lian miró en la dirección hacia donde se habían dirigido los hombres y le dijo a Shi Nianyao —Toma las fotos contigo y sal primero. Yo iré a echar un vistazo.
Shi Nianyao le sonrió —Me preocuparía si fueras sola. Déjame acompañarte.
Qiao Lian asintió.
Las dos chicas se aventuraron en su dirección y vieron que una trabajadora del servicio se acercaba a la entrada de su sala privada con sus bebidas.
Al levantar la mano para llamar a la puerta, el hombre de rojo llamó —¡Oye, camarera!
La chica se detuvo al oírlo y se dio la vuelta.
Qiao Lian y Shi Nianyao ambas tomaron una profunda respiración al ver que la chica se giraba desde la distancia.
La trabajadora del servicio era una joven impresionante.
Tenía ese tipo de belleza inocente.
Radiante, pura y natural, parecía una cosa delicada.
Su frágil estructura la hacía parecer como si no pudiera resistir un viento fuerte.