Capítulo 13 parte 3
— ¡Awaguanwanguaguawa!
¡¿Qué diablos fue eso?!
— Hace un sonido muy raro. — Me dice Kibō.
— ¡Parece que quiere hablar! ¿o tendrá hambre?
— Pues dale de comer.
Ummh, no hay comida en el restaurante además del té, pero no le daré eso a un perro.
— Creo que le daré la pupusa legendaria.
— ¡Kya! ¡pero es mía!
— Él no ha comido quien sabe desde cuándo, esta pupusa le dará las fuerzas necesarias.
Saco la pupusa y se la sirvo junto con un recipiente con agua.
Al momento de dárselo, el perro se lo come todo en menos de un minuto
¡Ni siquiera se quemó la boca!
— ¡Eso fue bastante rápido!
Kibō se lanza al piso a llorar porque no pudo probar la pupusa legendaria.
Taco, así es como lo nombré, pone su cabeza en mi pierna y comienza a empujar con fuerza y a restregarse.
— Parece que es su forma de agradecer.
Se siente igual que un abrazo…
— ¡Tako!
— ¿Taco?
— ¿Aú?
Alguien entra a la pupusería.
— Sí, es tako, siempre te escapas. No pude estar tranquilo durante todo el viaje.
Es Ono-san, el encargado de servicios comunitarios del consejo estudiantil.
Llega un poco agitado, por lo que deduzco que ha venido corriendo.
Taco se restriega en su pierna, pero Ono-san lo aparta al verlo sucio.
— ¡Gah! ¡estás todo sucio!
Saca de su bolsillo un atomizador con alcohol y comienza a rociarse desesperadamente.
— ¡¿Dónde te metiste para acabar así?!
— Pues… aquí supongo. — le respondí mientras Kibō y yo lo veíamos de forma inexpresiva.
— ¿Eh? No te había visto. Umh…
— Soy Rasec Zaid, estoy en el consejo estudiantil.
— ¡Ah, sí! El estudiante extranjero.
Dijo eso e hizo una reverencia.
— Muchas gracias por cuidar y vendar a mi perro.
Después de agradecerme, se desconcierta un momento y luego levanta la voz.
— ¡¿Vendar?! ¡¿Qué le pasó?!
— Te ves cansado, te serviré una taza de té mientras te cuento lo que sucedió.
Sin discutirlo mucho, le sirvo té a Ono-san y me siento frente a él.
Le cuento lo poco que sé sobre su perro y parece entenderlo.
— Ya veo, así que este lugar quedó abierto y solo, entonces tako apareció. Supongo que se quedó defendiendo el lugar.
— ¿Defendiendo? ¿por qué crees eso?
¿Y por qué lo haría en primer lugar?
Supongo que por la comida...
— A pesar de que es un perro muy pequeño, ataca todo lo que le parece sospechoso. No cabe duda de que estaba defendiendo este lugar del ladrón.
— Y— ya veo.
Así que el perro salió lastimado por estar defendiendo este lugar.
No sé si es un perro tonto o uno muy valiente.
Ono-san prueba el té verde que le he servido para luego quedar asombrado.
— ¡Oh! ¡preparas un muy buen té!
— Muchas gracias.
— Te habríamos servido algo más para acompañarlo, pero como puedes ver no tenemos mucho, y el perro se comió lo último que quedaba.
— Está bien, por cierto, ¿quién es tu amigo flotante?
De repente, a Ono-san le llamó la atención la presencia de Kibō.
— Soy Kibō, vivo en la mano de este tonto.
— ¡Oye!
No desaprovecha ninguna oportunidad para decir eso al parecer…
— ¿En su mano?
— ¿Por qué no te sorprende verlo? — le pregunto.
— Bueno, lo vi en el instituto el día que esa niña destruyó casi todo, no pude evitar preguntarme que eran esos seres blancos.
Kibō muy orgulloso le dice:
— Yo soy el del poder, este tipo de acá debe agradecer que vivo en su diamante.
— ¿Diamante?
— Sí, habla de esto.
Le muestro mi mano derecha a Ono-san y queda impresionado por el diamante que está ahí.
Al parecer no lo había visto cuando estábamos en el consejo estudiantil.
— ¡Asombroso! Pero lo tienes sucio con las hojas del té.
— ¿Umh?
Saca de su bolsillo un paño y alcohol, y sin pedírselo comienza a limpiar mi mano.
— ¡O-oye…!
— Si tienes algo tan importante como esto debes asegurarte de tenerlo lo más limpio posible para que reluzca de lo lindo.
— Rasec es muy sucio cuando de limpiar el diamante hablamos…— le dijo Kibō.
Es normal que empiece a incomodarme.
Intento apartar mi mano, pero pasado unos segundos lo dejo estar.
— Casi acabo…
Mientras Ono-san sostiene mi mano para limpiarla, ocurre algo inesperado.
La puerta del restaurante se abre y entra...
— ¿Eh?
— ¡Ah!
¡S— Seji-sensei y Chie!
Rápidamente quito la mano.
— ¡S-Seji-sensei!
— Vaya, supongo que los dejaré solos para que terminen lo que sea que estén haciendo…
Chie se empieza a reír de mi desgracia mientras que Kibō se mantiene confundido.
Ono-san se pone de pie y se dirige a Seji-sensei.
— No hace falta porque hemos terminado. Soy Ono Ryu, es un placer conocerlo en persona, Seji-sama.
¡Se presentó!
— Es un placer, eres amigo de Rasec por lo que veo.
— Bueno, se podría decir que sí.
¡¿Amigo?!
— Y dime, ¿qué estaban haciendo?
Kibō se acerca a ellos aún confundido.
— Solo le limpiaba la mano a Rasec.
¡Kibō, no ayudes!
— ¿En serio? Así empiezan…
— ¡¿Ah?!
— ¿Eh?
— ¡No es lo que cree!
— Primero ese tal Makoto, Luego Kenji, luego Hiroki y ahora él… yo si fuera tú le diría a Miru-chan que conduces en sentido contrario si sabes a lo que me refiero.
— ¿La secretaría? — se pregunta Ono-san confundido
— ¡¡Basta!!
Mi grito de basta fue acompañado por el gran aullido del perro.
Luego de ese gran malentendido, salimos de la pupusería para despedirnos de Ono-san y su perro.
— Muchas gracias por todo.
— Cuida muy bien a tu perro, Ono-kun.
Seji-sensei, Kibō y Chie entran a la pupusería después de despedirse, yo también lo iba a hacer, pero Ono-san me detiene.
— Uraseku, espera.
Hace una reverencia.
— Muchas gracias por cuidar a tako, te debo una.
Sonriendo le digo:
— No te preocupes por eso, está todo bien.
Taco se acerca y comienza a pegarse a mí.
— Creo que le agradas.
— A propósito, ¿Se llama taco por…?
Ono-san se queda pensando, y al momento en el que le llega a idea me responde.
— ¡Ah! Verás, quería ponerle "takoyaki" pero era demasiado largo así que lo reduje a "tako"
Le puso taco por el takoyaki, unas bolitas de pulpo muy común aquí.
¡Entonces no es por la comida mexicana! Tendré que escribir el nombre de tako con "k" en lugar de la "c" …
— En fin, tendré que darle un buen baño cuando lleguemos a casa, ¡si algún día estás libre podríamos hacer algo si quieres!
— Lo tendré en cuenta, nos vemos luego.
Ambos nos despedimos con una sonrisa.
A pesar de todo, Ono-san parece ser una buena persona.
Después de ese encuentro, termino de ordenar la pupusería y me voy a casa.
Ha sido un día muy agotador, por lo que creo que no conviene desvelarse jugando algo.
Bueno, nunca es mal momento para jugar una novela visual...
Acabo de recordar que no he terminado la ruta de Kirino en oreimo.
Capítulo 13 parte 4
— Otro día normal…
Digo con un suspiro acompañado de mi cansancio.
— No creo que tener un espíritu flotando a tu lado sea algo normal.
Como de costumbre, Kibō y yo caminamos hacia el instituto.
Esta vez me encuentro muy cansado y no fue por quedarme jugando toda la noche.
A diario paso por el mismo lugar, el centro del pueblo, todo lleno de comercios y obviamente la pupusería.
Tan animado y lleno como siempre.
Y después estoy yo, con mis grandes ojeras, aura oscura y dejando malas vibras por el camino…
Kibō flota más bajo que de costumbre, pero de seguro será por el cansancio también.
— ¿Umh?
Detengo mi caminata cuando veo a alguien conocido salir de una librería.
Es Sora, el niño rubio del consejo estudiantil, ¡¿qué digo niño?! ¡es mayor que yo!
Su estatura y tono de voz me confunden un poco en ese aspecto…
— ¿Sora?
Sale con una cantidad enorme de libros.
¡Demasiados libros!
Él es tan pequeño como para cargarlos todos, ¡¿por qué siento que debo protegerlo?!
Se le cae uno de los libros e intenta levantarlo, obviamente fracasando en el intento.
— ¡Ay vamos! ¿por qué tuve que sacar tantos libros?
Me acerco y lo levanto por él.
— B-buenos días, creo que necesitas ayuda.
— Yo puedo con esto.
Sora hace un puchero, pero sin importar lo que diga, tomo algunos libros para ayudarle de todos modos.
— Ah… g-gracias…
Dicho eso, él se sonroja y empezamos a caminar hacia el instituto.
— ¿Por qué llevas tantos libros? — le pregunta Kibō.
— Necesito estudiar para los exámenes de acceso a la universidad.
Así que era eso.
— Es verdad, había olvidado que eras mayor que yo.
— ¡Gah! Bueno, es normal supongo.
— L-lo lamento… ¿Qué estudiarás en la universidad?
— Pues, estudiaré leyes…
Esa respuesta vino acompañada de una voz triste, algo no muy común en el de lo poco que llevo conociéndolo.
— ¿No pudiste pasar por los libros en la salida? — le pregunta Kibō.
— No tengo tiempo por las noches, así que aprovecharé el receso y almuerzo para estudiar lo más que pueda.
Umh, me pregunto qué hará por las noches…
Sin mucho esfuerzo, ambos llegamos al instituto y dejamos los libros en el salón del consejo estudiantil para luego ir a clases.
El tiempo pasa y unas nubes grises comienzan a formarse en el cielo. Es normal porque estamos en invierno, aunque parecen de lluvia en lugar de nieve.
— Y así descubrimos que este presidente roba, pero poquito.
Ella es la profesora de estudios sociales, Yeneta-sensei.
Como siempre, está hablando de un presidente que roba, pero poquito.
Pero bueno, no duraría mucho su típica clase sobre ese presidente cuando suena el timbre para irnos a casa.
Kibō al escuchar el timbre sale del diamante para tomar aire.
— ¡Fua! ¡al fin salí!
— No has hecho nada y estás cansado por lo que veo…
Kibō hace pequeños estiramientos y veo que tiene sus ojos algo adormitados.
— Es invierno, Rasec… no me siento con mucha energía.
Voltea a ver a la ventana muy seriamente mientras da un pequeño bostezo.
— Está nublado, con razón tengo un mal presentimiento. — dice Kibō.
— ¿Mal presentimiento? Da igual.
Tomo mi mochila y camino con Kibō hasta la entrada del instituto para irme a casa.
Pero mi salida se vio interrumpida por una inminente lluvia.
Volteo a ver el cielo y comprendo que no dejará de llover esta tarde.
Olvidé mi paraguas…
— ¿Ahora cómo nos vamos? — pregunta Kibō quien flota más bajo de lo habitual.
— Kenji salió corriendo porque tenía algo que hacer, y Makoto se tiene que quedar en el salón del consejo estudiantil…
Mientras pienso que hacer, siento una dulce presencia cerca de mí.
— ¡Ah, Miru-chan! ¿vas a la pupusería?
¡Es una oportunidad perfecta para compartir un paraguas con ella!
— ¿Eh? B-bueno… de hecho iba a quedarme a una reunión con el presidente.
— Ah, b-bueno, que lastima.
— ¡Pero puedes llevarte mi paraguas si quieres! — me dice alegremente.
Dicho eso, cae un trueno bastante cerca y comienza a llover más fuerte.
Maldita sea…
— N-no… mejor no…
Hago una reverencia en señal de disculpa.
Justo en eso, alguien pasa a nuestro lado con un paraguas.
— Adiós, Miru-san.
Es Hiroki.
— ¿Acaso yo no existo? — le pregunto de forma sarcástica.
— ¡Ya sé! — dice Miru-chan con un gran brillo en sus ojos. — ¡Pueden ir juntos!
¡Eh!
— ¡P-pero! — grita Hiroki.
Ambos volteamos a ver y nos damos cuenta de que ya no está.
Tendré que compartir paraguas con Hiroki…
¡Y Kibō con Chikara no paran de reírse de esta situación!
— No me agrada tener que compartir mi paraguas contigo.
No sé por qué Hiroki me odia tanto.
— Bueno, solo espero que Seji-sensei no nos vea así.
— ¡¿S-Seji?! — dice Hiroki con mucho nerviosismo.
Al oír eso, me empuja fuera del paraguas y me deja bajo la lluvia.
— ¡N-no quiero otra foto así! ¡solo… l-lo siento…! — me grita Hiroki algo sonrojado y molesto.
Toma a Chikara y se va corriendo, dejándome junto con Kibō en la tormenta.
Si no me apresuro me podría enfermar…
— Tendré que correr...
Tomo a Kibō quien empieza a revolotear y lo cubro de la lluvia.
Utilizo mi mochila para cubrirme y empiezo a correr.
Justo cuando voy saliendo del instituto, una dulce voz me detiene.
— ¡E-espera! ¡Zeido-senpai!
— ¿Umh?
La chica corre hacia mí y se pone de puntitas para lograr cubrirme con su paraguas.
Es Mori Yui, la representante de los clubes escolares en el consejo estudiantil.
— No debes estar afuera bajo una gran tormenta. — me dijo con su dulce voz.
— M-Mori-san…
— Puedes llamarme Momo, podemos ir juntos a tu casa para que no te mojes.
Aún existe gente de buen corazón.
¡Muchas gracias, Dios!
— Es un placer, Momo-san.
Se ríe suavemente.
— ¡No tienes por qué ser tan formal! Eres mayor después de todo.
Le devuelvo la sonrisa y comenzamos a caminar.
Sin embargo, dos pasos después le digo:
— Y-yo llevaré el paraguas.
Lo tomo sin que ella haya aceptado mi solicitud.
— Permíteme llevar el paraguas para que vayas más cómodamente.
— Ah, G-gracias…— me responde sonrojada.
La lluvia cae con menos fuerza y parece que cesará dentro de poco.
El clima es de lo más fresco en estas fechas, pero, aun así, vivo con miedo de que en cualquier momento pueda aparecer alguien con un diamante invertido a atacar a mis amigos.
…
— S-senpai, ¿no te incomoda compartir paraguas con alguien a quien acabas de conocer?
— ¿Por qué lo preguntas?
— Bueno…
— Creo que no entiendo…
No es como que alguien esté afuera para vernos de todos modos.
Además, esto me recuerda a ese manga en el que el protagonista comparte un paraguas junto a una chica que acaba de conocer y todos empiezan a creer que ellos dos son…
¡Ah!
Me detengo y ella voltea a verme.
— ¿Pasa algo?
— N-no, nada. — le digo sonrojado. — solo sigamos nuestro camino.
— B-bueno… ¿a dónde vas? — me pregunta confundida porque me detuve.
— Pues a trabajar en un restaurante.
— Se más específico, por aquí hay muchos.
Su cabello huele a naranjas...
Quisiera poder morderlo.
— Pues, trabajo en la pupusería.
— ¿Pupusería?
Ella se queda pensando y Kibō se duerme en mi hombro.
Al menos es respetuoso con las pláticas ajenas.
— ¡Ah! ¡ahí sirven la comida típica de tu país natal! Nunca he entrado porque pensé que solo era para adultos.
— S-sí, de no ser por mis amigos y yo supongo que no habría nadie joven ahí.
Ella al oír eso ríe suavemente y al verla sonrío.
Pasamos un momento a solas compartiendo paraguas de regreso a casa.
Seji-sensei que estaba observando desde dentro de la pupusería me ve llegar.
No puedo evitar ver su cara de asombro y sale a recibirme.
— ¡¿Otra chica?!
¡¿Por qué dijo eso?!
— ¡Seji-sensei! Aunque sea diga esas cosas en español.
— ¿Otra? ¡Ah! Es un placer conocerlo, Seji-sama, soy Mori Yui.
— Un placer, señorita, sabes, yo tendría cuidado con este tipo. — dijo refiriéndose a mí.
— No es lo que cree, olvidé mi paraguas y regresé con ella.
— Sí, claro…
— Mejor vámonos para adentro, Seji-sensei.
Lo tomo de los hombros y lo empujo hacia la pupusería.
Luego regreso con ella.
— Lamento eso, Momo-chan.
— Jeje, no te preocupes, senpai. — me dijo con una sonrisa en su rostro.
Al oírla me sonrojo, ¡aún no me acostumbro!
Ummh... realmente su cabello huele a naranjas...
— B-bueno… nos vemos. — le digo un poco apenado.
— Bien, nos vemos en el club de música.
Dicho eso, la veo irse hasta que desaparece en la neblina que ha empezado a dejar la tormenta.
— ¿Por qué tardaste tanto?
Esa voz es la de Hiroki, volteo a verlo y está sacando la basura de la pupusería.
— ¡T-tú me dejaste bajo la lluvia!
Seji-sensei sale a ver.
— ¿Ves lo que haces, Rasec? Ya me pusiste celoso al cipote.
— ¡¿Qué cosas dice, Seji-sensei?!
Como dije anteriormente, "cipote" es una forma de referirse a un niño o alguien joven en El Salvador.
— ¡Este anciano me ha puesto a hacer todas las tareas del restaurante!
¡Chie y Chikara se empiezan a reír e intentan despertar a Kibō para que los acompañe!
— ¡Si no me hubieras dejado bajo la lluvia hubiera venido a hacerlo contigo!
Seji-sensei se asusta al oír eso.
— Bueno, ya basta, se están pasando de la raya…
Luego de eso entramos a la pupusería a seguir trabajando.
Después de un rato, llegan Neko-chan y Chisato-chan compartiendo un pequeño paraguas.
— ¡Buenas!
— Me gusta la lluvia…
Seji-sensei las ve llegar y se acerca a ellas.
— Bien, entonces toma esos platos y… ¿qué hace Chisato aquí?
— Sus padres la querían poner a entrenar bajo la lluvia, así que la traje.
— Sí…
— B-bueno… entonces supongo que podrías limpiar…
Chisato-chan hace una jojo pose para responderle a Seji-sensei.
— Me niego, vine como clienta…
Al menos no soy el único que hace esas poses ridículas…
Me acerco a su asiento para tomarle la orden.
— Dos pupusas negras, por favor…
— Supongo que te refieres a las de frijol con queso…
Chie y Chikara comienzan a abrir las cortinas cuando de la nada aparece Miru-chan.
El espíritu de mi diamante también despierta.
— Buenas…— responde un poco cansada al igual que Ai.
— Creí que vendrías más tarde. — le dice Hiroki.
— Cancelaron la reunión por las lluvias, realmente no fue una decisión muy inteligente porque… ¿Chisato— chan?
— Hola…
Todos nos sorprendemos de verla aquí.
Yasuragi le lleva un costal de café a Seji-sensei y Chie de repente se queda viendo al horizonte.
Yasuragi se lanza al piso muy cansado.
— ¡Qué aburrido, es muy oscuro cuando llueve! ¡no tengo fuerzas y quiero llorar!
— Te ves muy deprimido. — le dice Hiroki.
— Es que está lloviendo…— le responde Kibō quien se lanza al suelo junto con Yasuragi— ¡Ah! — dicho eso, Kibō se pone de pie y vuela a la ventana junto con Chie.
No sé qué estarán viendo.
— Ch-Chie… ¿lo sientes? — le pregunta Kibō muy preocupado.
— P-puedo sentirlo.
— ¿Sentir qué? — les pregunto a ambos.
— ¡La música! — responde Miru-chan mientras pone una canción movida y enciende las luces del lugar.
Debo admitir que el ambiente ha tomado color.
— ¿Solo había que encender las luces para que aquí se viera bien? — pregunta Hiroki de forma sarcástica.
— ¡Sí!
— ¡Pero trabajen que tenemos clientes! — les dice Seji-sensei.
Mientras volteo las pupusas, Chie y Kibō ven un árbol caer a lo lejos.
— ¡Ah!
Kibō sale del restaurante porque quiere ir al lugar.
— ¿Eh? ¡Kibō, regresa!
Por impulso, salgo corriendo tras él.
— ¡Espera, Uraseku! — me grita Chie, pero yo ya he salido.
— Déjalo, Chie, si se quiere mojar que se moje, ni se baña el bicho ese. — le dice Seji-sensei.
— ¡No lo entiendes, Seji!
Aún bajo la lluvia, no me detengo y persigo a Kibō que poco a poco empiezo a perder entre la niebla del lugar.
Hasta que llega un momento en el que me detengo en medio de una arboleda y empiezo a jadear del cansancio.
Capítulo 13 parte final
Después de un rato, veo a Kibō parado en medio de la nada observando entre la niebla.
— ¡Kibō…! ¿qué pasa?
Al decir eso, oigo un gran estruendo y veo un árbol caer a mi lado.
— ¿K-Kibō…?
Me acerco a él poco a poco y sigue paralizado viendo hacia adelante.
Miro a la misma dirección que él y me quedo helado al verlo…
— ¡Ah!
Un teru teru bozu voltea a verme, pero no es blanco como los nuestros, parece tener la cabeza en la parte de abajo y las colas arribas, además de ser color gris oscuro.
Al verme se sorprende para luego sonreír.
— ¡E-es un…!
— ¡R-Rasec…!
— ¡Es un teru teru bozu invertido!
¡No hay duda alguna!
¡Su portador debe ser el que tira árboles!
Está demasiado cerca de mí...
¡Ya no tengo escapatoria y tendré que luchar de ser necesario!