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Chapter 23 - Mi Primera Parada En El Nuevo Mundo - Parte 1

1

—¿Despertaste?

De todas las personas que podrían estar cuidándome, la que menos esperaba era esta.

—No digas algo así como que perdiste los recuerdos de nuevo, porque te destruyo.

La lanza que tenía apoyada al cuerpo le daba una pizca de espantosa veracidad a su amenaza.

—Hola, Sen.

Levanté la espalda de la no muy suave cama, ignorando el dolor en mi abdomen para adecuarme a la conversación. Parecía que él había estado vigilando personalmente mi rendido cuerpo mientras tenía mi pequeña charla con Dios.

—Hm. Por lo menos no olvidaste todo. ¿Recuerdas lo que ocurrió antes de que te trajera aquí?

Antes de hablar con Balance, estaba…

—Estaba… ¿Rezando?

—Sí. Te desmayaste y la sirvienta te trató, tu amaestradora me llamó y terminé cargándote hasta aquí. Y, para que quede claro, te cargué en mi hombro, no en mis brazos.

—Ya… ¿Veo? Emm… Gracias por cuidarme. No ocurrirá de nuevo.

—¿No ocurrirá de nuevo? ¿Por qué hablas como si tuvieras idea de algo? Ni nuestro médico ni la sirvienta saben qué te sucedió. Varias heridas se abrieron nuevamente. Nunca había visto algo así.

¿Se abrieron mis heridas? Pensé que solo había tenido una charla con… ¡Balance! Sé que estás oyendo mis pensamientos, ¿qué rayos sucedió?

—Mientras estabas consciente… —Salté en la cama al escuchar repentinamente la voz foránea en mi cerebro—. ¿Tú me llamas y ahora te asustas? —contestó en mi interior.

Era una suerte de apuesta; no creía verdaderamente que iba a funcionar.

—Ya te dije que soy omnisciente… Más o menos… Como te decía… Mientras estabas despierto, mantenías cerradas las heridas que habían sido sanadas por los círculos de sanación, tensando tu cuerpo y aplicando Influencia inconscientemente. Cuando comenzó nuestra charla, te relajaste, todos esos procesos corporales hicieron "puf", y te abriste como si fueras una hermosa rosa floreciente.

Tomé la explicación de Balance como verídica y procedí a resumirle la información al guardia:

—Tenía algunas heridas un poco abiertas, me descuidé y ocurrió lo que ocurrió. No volverá a suceder.

—¿Y por qué te desmayaste? —preguntó con un poco de sospecha.

—Ah. Emm… ¿Me emocioné mientras rezaba?

Mierda, ¿qué clase de mentira era esa?

—¿En serio? No imaginé que fueras del tipo espiritual… Es cierto que al señor Isao en ocasiones le ocurre lo mismo…

¿¡Cómo funcionó!?

—Ah, eh. Sí… Me gustan mucho los templos.

—Quizá obtuviste ese pendiente de uno. ¿Recordaste algo? —Sen sustentó mi mala mentira por su cuenta. Lastimosamente, tendría que faltar a la verdad de nuevo.

—No. Solo tengo memorias desde que aparecí en el río.

—Entiendo. Escucha, le intenté explicar a tu dueña que lo mejor sería que se quedaran, pero ella insiste en llevarte a un doctor de la ciudad. Si no sobrevives el viaje, será completamente culpa suya —dijo, achicándose de hombros.

—¿Nos iremos de Choura? ¿A qué ciudad? ¿Una de Kiokai?

Sen se molestó un poco por mi pregunta; le habrá parecido obvia.

—Sí, una de Kiokai. No creo que sea tan estúpida como para llevarte en una odisea al oeste en tu estado. Quiere ir a Minashi; aparentemente reside allí.

—¿Es un lugar parecido a Choura?

—No —dijo con seriedad—. Es un lugar sobrepoblado y vano, en donde todo el mundo parece querer alcanzar un barco al que ya desanclaron. Además, apesta a pescado.

—¿En serio?

—Nunca estuve allí, pero eso es lo que me contaron. En cualquier caso, no pienso que sea mejor que Choura.

Qué manera tan intrépida de repartir información de segunda mano.

—Bueno, Sin-nombre, tu dueña vendrá por ti en cualquier momento. Luces bien, por lo que no creo que necesite seguir cuidándote como a un niño. Adiós. Lava tus heridas de vez en cuando.

Intenté levantar el brazo para saludarlo, pero no pude. Sen se retiró de la habitación y ya, por quincuagésima vez, me quedé solo, postrado en una cama.

—Pero no lo permitiré más —proclamé de manera desafiante.

Basta de postraciones y basta de camas. ¡La revolución contra los buenos cuidados y el pensamiento a largo plazo ha de comenzar en este mismo instante, con este enorme paso!

Rectifiqué mi postura en la cama, apoyé los pies en el suelo y me impulsé hacia delante-

—¿Eh?

No podía pararme. No había nada estorbándome, más que dolor, pero no podía pararme. ¿Qué estaba ocurriendo? Había sufrido varias veces, pero jamás me había inmovilizado por completo el dolor. ¿O había algo más?

Intenté empujar de nuevo-

No podía poner un pie firme en el suelo. No, no era eso, no podía enderezarme completamente. Era la herida en el torso.

Empujé de nuevo-

¡Empujé…!

—Ha… Ha… Ha…

Tuve que sostenerme con la mesita que tenía el cuarto. Me había exigido hasta el punto de sudar. No pensé que me encontraría en tan mal estado.

Empecé a caminar por los pasadizos de la casa, utilizando las paredes de soporte. Seguía vestido con la bata del pueblo y, por lo tanto, el dolor no era lo único que me resultaba un inconveniente. Un poco de luz solar se filtraba y alimentaba la vegetación del jardín interior; no tenía idea de cuánto tiempo había transcurrido. Si tenía suerte, solo me había quedado dormido la última noche del festival.

Me detuve un instante en el pasillo que limitaba con el jardín, el sol acariciándome la piel. Era notoria la escasez de plantas y el bajo cuidado de las que había; el jardín era simplemente decorativo, parte de la presentación del hogar. Bajé la mirada, sentí un pequeño tirón en mi corazón.

Apoyé la espalda en la pared y continué recorriendo el entramado de corredores. Pensé en llamar a alguien, a Yoi o a Meshi, pero finalmente opté por no hacerlo. Simplemente no quería estorbar.

El aire de la casa era frío y ningún ruido exógeno lograba penetrar el interior en una capacidad significativa. Era patético que me sintiera tan incómodo en una casa que no hizo más que salvaguardar mi bienestar. Sin embargo, probablemente por esa sensación de incomodidad, mi cuerpo terminó conduciéndome de manera involuntaria a la entrada. Buscando la llave del lugar, encontré una escoba larga a un costado de la puerta. No estaba seguro si caminar afuera era una buena idea, pero necesitaba algo con lo que distraerme.

Miré mi pendiente para tomar una decisión. Me mostró algo entre naranja y rojo.

—Osadía… Alguien quiere hacer travesuras… —Sonó la voz burlona de Balance en mi mente.

Suspiré.

—No seas una molestia para Mira —me advertí.

Estaba muy de acuerdo con esa idea; sin embargo, la revolución contra el sentido común había comenzado y ya era irrefrenable. Encontré una llave en la mesita de la entrada. Si mis instintos detectivescos estaban calibrados, esto quería decir que alguien, que todavía se encontraba adentro, planeaba barrer la entrada del hogar. Lo siento, Meshi, no me culpes a mí, culpa a la revolución.

Abrí la puerta, tomé la escoba y comencé a renguear por el pueblo utilizando la herramienta de limpieza como un bastón.

Los pueblerinos estaban recogiendo las decoraciones del festival. Había mucha menos euforia, siendo esta reemplazada por una gran, abarcadora tranquilidad.

Las personas me miraban, o bueno, la mayoría lo hacía. De vez en cuando, me arrojaban un poco de animosidad, pero yo lo ignoraba y seguía. Las tiendas que sobresalían de las casas habían sido recogidas, con unas mínimas excepciones; como resultado, la calle se sentía mucho más espaciosa.

Aún no había llegado el mediodía. El cielo estaba despejado. Aspiré un poco del aire de este extraño mundo, aprovechando la frescura que brindaba en comparación a mi hogar. Era chistoso como en mi mundo había lugares donde el aire era tan sucio que apenas se podía respirar. Aquí, el oxígeno era tan limpio que hasta podía oler las axilas del señor que estaba limpiando la calle; olía a jazmines.

Paseé tranquilo por unas calles.

2

La edificación de leña en la plaza seguía erecta; sin embargo, no había ningún fuego, solo una silueta negra en su memoria.

—Ah.

Me encontré con un conocido. Parecía que no importaba en qué realidad estuvieras; cruzarte con un cuasi-conocido en público siempre será, irremediablemente, incómodo.

La persona en cuestión se volteó en mi dirección al percibir mi presencia y terminó la conversación amena que estaba manteniendo con unas señoras mayores para pasar a saludar. Se acercó con una mano levantada y me habló:

—¿Te encuentras bien? ¿Qué haces con una escoba?

—Hola, Aíto. Estoy bien. Solo daba un paseo para distraerme un poco.

—¿No deberías estar descansando? Tu bata todavía tiene sangre, ¿no eras sensible a las miradas ajenas? Además, en serio, ¿qué hay con la escoba?

—No es nada, ya me acostumbré. Igualmente, Mira quiere irse dentro de poco, así que lo mejor es que aproveche el tiempo que me queda.

—¿"Dentro de poco"? ¿No se retirarán hoy?

—¿Qué?

—Sí. ¿No hablaste con Mira? Espera, ¿te fuiste sin decirle a nadie?

—No había nadie en la casa; se me urgió pasear.

—¿Qué…? —Aíto se pinchó el hueso de la nariz—. Yoi definitivamente no estará feliz con esto —deslizó las palabras entre sus labios con preocupación; sin embargo, repentinamente, su cara se relajó—. Pero es un alivio que no te encuentres mal. Sabes, la señora Mira parecía un tanto agitada anoche cuando te desmayaste, y ella no es el tipo de persona a la que le agrada mostrar sus emociones de esa manera.

Qué idiota. ¿Acaso no podía estar cinco minutos sin causarle un problema a mi empleadora? Hablando de eso, creo que Balance había mencionado algo de ella mientras estaba noqueado.

—Este encuentro es algo fortuito. Te quería dar algo, si te lo puedo dar en privado, todavía mejor —Aíto retrajo la manga de su vestimenta y me mostró un par de pulseras de metal grueso, no muy decoradas; se desvistió de una de ellas y me la presentó—. Era de Hise, pero él ya no tiene uso para ella. Tanto yo como Sen tenemos la nuestra. Me gustaría que te quedaras con esta.

—Emm… Gracias, Aíto. Pero no creo que sea apropiado que yo me quedara con algo así. ¿No es algo que debería pertenecerle a la familia?

—Tómalo. Como dije, Hise ya no tiene uso de ella. Su familia no estaba involucrada; era algo que compartíamos entre nosotros tres. Prefiero que continúe siendo utilizada y que no acabe de la misma forma en la que nos la encontramos.

—No, Aíto. Si es por seguir dándole uso, entonces… Estoy seguro de que alguien dentro de este pueblo sería más apropiado…

—Hablas del pueblo como si no pertenecieras a él. Hasta donde sé, apareciste en el río de Choura; así que eres de aquí, nativo, incluso. Además, sé que secretamente aprecias este lugar.

——No. Te equivocas… Yo odio este lugar… Mi disgusto es irracional… Entiendo que no tengo razones para sentirme así… Sin embargo-

—Más razón para que te lo quedes. Estoy seguro de que, con el tiempo, el brazalete irá borrando todos los recuerdos feos del lugar y solo quedará en tu mente cada aspecto bello de nuestro pueblo. Si no lo haces por tu cuenta, probablemente el espíritu de Hise lo hará por ti a las patadas. Tómalo —pidió con una sonrisa.

Eché un suspiro. Abrí mis manos y dejé que el recuerdo cayera sobre ellas, aceptando su petición de mala gana.

—Pero, ¿de dónde sacaron esto? Pensaba que nadie en el pueblo sabía hacer alhajas de este estilo.

—El verdadero origen es un misterio —me respondió rápidamente—. Solo sabemos que es muy viejo. El trío de brazaletes le pertenecía a un anciano que murió en soledad; sus pertenencias fueron repartidas entre el pueblo y nosotros, los guardias, nos quedamos con estas pulseras.

Abrí mi pendiente para tomar una decisión final y, apenas se vio un poco de naranja, lo cerré rápidamente, avergonzado.

——Gracias, Aíto… Cuidaré de esto en la mayor medida de mis capacidades.

—Tómalo como una disculpa de parte de Choura. Cambiando de tema, si la señora Mira no estaba en su residencia, entonces solo puedo asumir que se encuentra charlando con el cacique —afirmó con algo de duda—. Fuera del hecho de que esté feliz por lo oportuno de la situación, realmente deberías estar descansando ahora. Por lo menos, deberías hablar con la señora Mira sobre tu estado; como dije, no estaba tranquila.

Este tipo era demasiado amable.

Asentí con la cabeza.

—Gracias, Aíto. Espero que esta no sea la última vez que te vea.

—¿Oh? ¿Puedo tomar eso como un indicio de que te gustaría volver al pueblo en el futuro? —preguntó con una sonrisa pícara en el rostro.

—Hm —solo gruñí de regreso.

3

Nuevamente, me encontraba frente a la guarida del jefe final. Esta vez, mi situación y mi intención eran completamente distintas. Debería apreciar el hecho de que mi vida no estaba en juego, por una vez. Genial.

La gran puerta de entrada se veía incluso más grande desde donde me encontraba. Alguien podría estar pensando algo sobre el temor a las responsabilidades, o quizás las experiencias traumáticas, o la diferencia de poderes. Yo pienso que cuando estás cerca de un objeto, este tiende, por perspectiva, a ocupar más espacio en tu visión. Y yo estaba a distancia de poder tocar la puerta. El mismo efecto de cuando te encuentras en la base de un rascacielos, mirando hacia arriba, aplicaba. Sin embargo, estaría mintiendo si diría que golpear la puerta no estaba resultándome un pequeño, pequeñito desafío.

¿Me estará intimidando la posible presencia del cacique? No, creo que no. "Intimidante" es lo último que ese anciano luce. Entonces… ¿Será que no me atrevo a confrontar a Mira? No. ¿Por qué tendría miedo de confrontar a Mira?… Eso era ridículo. Sí, definitivamente iba a tocar la puerta. Solo tenía que golpear un par de veces para que pudieran escucharme dentro.

Solo tenía que estirar el brazo… Y golpear…

Extender los músculos del codo y ejercer presión sobre la puerta de manera rítmica y controlada…

Como si fuera la cara de Han… *Chas* y después *Chas* de nuevo…

¿Cuándo me alejé tanto de la puerta? Ahora parecía chiquita.

Sí, demasiado chiquita para que quepa dentro. Creo que lo mejor sería retirarme de vuelta a la residencia… Debería descansar…

Y así terminó la revolución.

4

La revolución no había sido una muy buena idea y una parte de mí estaba plenamente consciente de eso, la misma parte que evitó que fuera al encuentro de Mira vistiendo unos harapos ensangrentados y una escoba bajo mi axila.

Volví a la residencia, introduje la llave, con un poco de miedo de lo que podría estar dentro, y abrí el portón.

"Cariño, regresé". - Sería lo que diría si no tuviera ni el más mínimo sentido común. Es más, se podría decir que solo un idiota podría pensar en decir semejante estupidez en estas circunstancias. En el mejor, absolutamente mejor, de los casos, me recibiría Meshi con un cuchillo en la mano, listo para sacarme de la vida de Mira. El mismo Meshi que luego aprovecharía para recuperar la escoba, cumpliendo su destino y barriendo la entrada.

Sin embargo, la caminata me había distendido algo, por lo que-

—Cariño, regresé.

Inmediatamente después de pronunciar las palabras que tenía atoradas en la punta de la lengua, cerré los ojos y rogué para que nadie hubiera escuchado el chiste estúpido que acababa de salir de mi boca.

—¿Acaso en los momentos que no estás completamente inmovilizado por la depresión, te comportas como un tarado? —preguntó Balance. En mi mente, por suerte.

—Sería un tarado si pienso que puedo ocultarme de un ser omnisciente. Debes saber hasta el color de mi mierda; probablemente estás desensibilizado a la información personal.

—Que yo te escuche o no, no es el problema, igual…

—¿Acaso es un crimen no estar deprimido un momento?

—No, pero algo me dice que no estás enfrentando correctamente tu situación. "Pretender hasta ser" solo te permite llegar tan lejos, ¿sabes? Hay problemas que no se solucionan dándoles la espalda.

—¿Qué quieres, que esté constantemente lamentándome y sufriendo? No quiero ser un problema para Mira por el resto de mi vida.

—Está bien, probemos si tienes razón. Da seis pasos hacia adelante —ordenó con un tono desafiante.

—¿Cuál es el plan?

—Estamos probando si tu lógica es funcional. Da seis pasos hacia adelante.

Apoyé las llaves en la mesa y, con la escoba de soporte, hice lo que me instruyó.

Caminé hasta encontrarme en el pasillo a la izquierda del jardín, exactamente en el medio de este.

—¿Y ahora qué?

—Gira hacia la derecha.

La firmeza de mi mirada fluctuó un poco al encontrarse de lleno con el trazado del jardín; sin embargo, logré mantenerme bajo control sin mucho más problema.

—Es el jardín interior del lugar, ¿qué hay con él?

Me quedé en silencio unos segundos, pero la entidad no respondió.

—¿Balance?

Balance no respondió.

—¿No son hermosas? —sonó la peor voz, en el peor momento, con una claridad que me hacía pensar que estaba justo al lado mío.

No pude evitar desmoronarme en el suelo. Arrodillado, sostuve firmemente mi estómago y mi boca para evitar que las náuseas que invadieron mi cuerpo escaparan por ese medio. Una sensación asfixiante en mi garganta, un enorme nudo, me impedía respirar de manera apropiada. Imágenes no solicitadas invadieron mi cabeza hasta el punto de ahogarme en las memorias de una persona que ya no tenía más.

—Ahí está. ¿Piensas que una persona normal se pondría así al recordar un lindo momento que experimentó junto a su dulce hermana? No, ¿no? Te lo dije, esa forma de evadir el problema no solucionará nada.

¿Pero qué quería que hiciera? ¿Que me pusiera a patalear y a llorar por la pérdida de personas las cuales nunca podré recuperar? ¿Qué ganaría con eso? ¿Qué utilidad traería? ¿Con qué demonios, con qué héroes acabaría?

—No puedes ignorar tu pasado; esta será tu primera enseñanza.

No es una enseñanza si solo notas un problema, pero no marcas la solución, idiota.

Mantuve las gotas que amenazaban con escapar por mis lagrimales en la bahía y acaricié el nudo de mi garganta hasta que se disipó. Al final, solo quedó un hombre echado en el suelo, sin la fuerza para ni siquiera poder pararse por su cuenta.