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Chapter 26 - La Ciudad Portuaria De Minashi - Parte 2

6

La brisa marina tenía su propio aroma y sabor, y el aire que transportaba era tan fresco como lo era el de los asentamientos remotos que visité. La planificación y la arquitectura del lugar parecían complementarse para crear canales perfectos de aire que permeaban cada rincón del lugar. Lo que dijo Sen era obviamente incorrecto, ¿cómo no podía serlo? La ciudad era masiva e incluso moderadamente empinada; el sistema respiratorio de la ciudad se aseguraba de bombear oxígeno puro en un rango mucho mayor que cualquier fetidez que podía esparcirse del puerto.

La ciudad no olía a pescado. Quizá, bajo alguna anomalía climática, un poco de olor se podía filtrar, pero me costaba imaginar que eso duraría mucho tiempo.

Por otro lado, lo que decía Mira, y el resto del mundo, era cierto. La gente con pelo moreno parecía no existir en este mundo. Minashi no era como Choura, ni como los asentamientos pequeños en los que nos hospedamos. Minashi era una gran ciudad portuaria; un sinfín de personas atravesaban sus calles y veredas y, aun así, nadie compartía esa característica física tan común conmigo. Todavía se me hacía difícil creer que en ninguna parte del mundo este sería el caso, pero, de a poco, la idea me sonaba menos descabellada.

La ciudad, a pesar de lo populoso, era en extremo sencilla de navegar. Mira tenía razón en cumplimentar la planificación; cada calle, cada vía, cada estructura marchaba a su propio ritmo. Sentía que, incluso si simplemente continuaba deambulando por la zona sin ningún plan ni meditación, lograría llegar a mi destino.

Sin embargo, eso no fue necesario; Nutiden me guio hasta el instituto, siempre a mis espaldas, y en muy poco tiempo arribamos. Fuimos recibidos por una gran porción del alumnado ingresando y abandonando el lugar, un gran arco de entrada y los sonidos concentrados del murmullo propio de una zona concurrida.

El instituto era un campus extenso, con una gran cantidad de terreno descampado y algunos edificios. No tenía mucha idea de a dónde ir, por lo que planeaba pedir la atención de Nutiden para inquirir sobre indicaciones más profundas; pero eso no terminó siendo necesario.

Por curiosidad, me acerqué a un círculo de personas que se había formado. Todos vestían un traje talar académico. Me preguntaba qué podía ser lo que había llamado la atención de tantos estudiantes. Me imaginaba un orador de poesías épicas, o quizá un músico habilidoso.

Pero no.

Era una imagen extremadamente evocadora. Un hombre rubio de cabello largo, atado a un poste y siendo apedreado por una multitud. Tan evocadora era la imagen, que temía que podría llegar a ser incluso ligeramente ofensiva.

—Nutiden, ¿es esto un castigo para ladrones? —no me quedó más opción que preguntar sobre la situación.

—No —contestó de manera sucinta. Extraño de ella en esta circunstancia; hasta ahora siempre había añadido un término de respeto.

—¡Todo lo que hice…! ¡Fue por ustedes…! —exclamó el hombre en el poste.

—¡Eso ni siquiera tiene sentido! ¡Devuélvenos el dinero! —reclamó la multitud.

El hombre miró al cielo con una expresión adolorida, melancólica, en su rostro.

—Perdónalos, porque no saben lo que están haciendo.

Planeaba interponerme valientemente entre la multitud y el mártir, pero me detuvieron las palabras de uno de los representantes del gentío.

—¡ sabemos lo que hacemos! ¡Te avisamos que esto sucedería si volvías a hacerlo!

—Nutiden, ¿qué hizo el hombre?

—Lo más probable es que…

No llegó a concluir su explicación porque-

—¡¡¡PARTUM!!!

Una voz silenció a toda la multitud en un instante. El culpable del grito llegó caminando, dándole peso a cada una de sus pisadas. Me recordó a un dibujo animado, quizá porque el hombre era extremadamente caricaturesco. Era un señor petiso, muy pequeño, con una barba y cejas extremadamente frondosas y ya desteñidas por la vejez.

El rubio en el palo se asustó y pareció inquietarse por primera vez con la llegada del hombre.

—¡Benigno…! ¡N-no, espera, t-te lo puedo explicar, no- no te precipites!

Al señor le importaron poco las palabras del rubio. Sin medir un gesto más, le propició un brutal gancho horizontal en la ingle.

El dolor fue compartido por todos los hombres en el lugar. Un golpe tan claro y limpio, tan preciso y despiadado, en esa zona particular… No sabía qué crimen había cometido el muchacho, pero me costaba creer que mereciera semejante castigo.

El joven cayó de rodillas y la cuerda se precipitó al suelo, demostrando que nunca había estado bien sujeta. El rubio portaba cierta gracia en cada movimiento, en cada reacción; uno podía entender perfectamente dónde iniciaba el impulso nervioso del receptor de dolor y dónde terminaba. Había dolor, tristeza y, al final, tragedia.

—¡Te he dicho cientos de veces que no abusaras de tu posición en el instituto! ¿¡Quién crees que es responsable del papeleo, luego!? ¿¡Y de tallar la piedra!?

——Perdón… —Por primera vez, y a pesar de que apenas pudo producir las palabras, el joven rubio se disculpó. Una disculpa sincera, producida con el poco oxígeno que aún permanecía en sus pulmones.

—¡Si verdaderamente lo sientes, entonces deberías empezar por devolverles el dinero a todos los estudiantes! ¡Puedes pensar en disculparte después de eso!

El hombre arrepentido se arrastró por el suelo, lágrimas, moco y hasta un ojo morado en su rostro. Quería acercarse a la muchedumbre, al grupo que lo castigó.

—¡Perdónenme…! ¡Perdón a todos…! —la gente pareció reaccionar con pena al triste espectáculo— ¡Yo solo quería que todos fuéramos felices!

Esa parte no caló en el público.

"¡Partum idiota!" "¡Te aprovechas de nosotros!" "¡Nadie te cree!" Ese tipo de cosas gritó la colectividad indignada; pero entonces, una voz calló todo el alboroto, proponiendo una intrigante idea:

—¡Vayamos a recuperar todo nuestro dinero de la habitación de Partum!

Ese tipo presentó una idea intrépida para solucionar la situación y la presentó en el momento que la gente lo quería, de la forma que la gente lo quería. En pocas palabras: se ganó a la multitud y se convirtió en líder de facto. Todos los abucheos se convirtieron en vítor-eos, y el gentío se movió como manada, dirigiéndose, probablemente, a la susodicha "habitación de Partum".

Los únicos que permanecimos éramos el anciano, Nutiden y yo.

—Al menos pretende que te importa la reputación del instituto —dijo el anciano, antes de dejar caer un libro en la cabeza del joven y marcharse.

Entonces quedábamos Nutiden y yo.

El joven quedó tirado en el suelo, su vestimenta de académico estropeada, junto a su honor. Miré a Nutiden un momento para ver si haría algo; su postura se sentía fría, más fría de lo normal, incluso. Entonces decidí acercarme yo.

——… ¿Te encuentras bien? —le pregunté.

—¡NO! —Respondió al instante, empujando el aire a su alrededor de un manotazo—. ¡Solo quería ayudar a la gente! ¡Y ahora todo terminó así…!

Me sentía ligeramente identificado. Sentía que, quizá, podía formar una relación de hermandad con él: compartiendo nuestras penas, revelando nuestros errores. Portando esa endeble esperanza, me acerqué de nuevo, esta vez con la intención de ayudarlo a levantarse. Le ofrecí la mano, pero el hombre, al encontrarse en posición fetal, no la percibió. Terminé retirando la mano lentamente y miré a Nutiden con un poco de pánico aparente. Creo que la sirvienta lo notó, porque miró hacia abajo un segundo y habló.

—Señor Partum.

—¡¡¡Nutiii…!!! —sollozó.

El joven se desplazó velozmente por el suelo hasta la sirviente, pasándome por al lado.

—¡Solo quería… ayudar…! ¡Quería que todos consiguieran dinero…!

A Nutiden no le perturbó el lamento. Y con esa imperturbabilidad produjo, de la nada misma, otro traje talar.

—¡¡¡Grashiash, Nuti!!! —exclamó, su ojo morado acentuando los mocos que escapaban profusamente por su nariz.

Se sacó el traje destruido y lo cambió por el que Nutiden le había ofrecido. Con eso, y un poco de tiempo, el hombre se recompuso.

—Gracias, Nuti —dijo el nuevo hombre—. Pero, ¿qué haces aquí?

—Se me ha encargado con la atención de una persona.

—¿A ti sola? Nunca habías tenido un trabajo así antes, ¿no? ¿Quién es esta misteriosa persona? ¿Un anciano diplomático? ¿No deberías estar con quien sea que sea?

Nutiden negó con la cabeza y entonces apuntó sutilmente con ella en mi dirección. En respuesta, el joven giró la cabeza con una sonrisa, gesto que acompañó con un:

—¿De quié-?

Entonces, por primera vez, me vio. Y, por tres segundos completos, se quedó mirándome con la misma sonrisa en el rostro.

—… Hola —le dije con un saludo y una pequeña mueca.

—¡¡¡oooooooooOOOOOOOOOOOOOOHHHHHHH!!! ¿¡Qué es esto!? ¿Quién eres? ¿De dónde eres? ¿Cómo eres?

Corrió hacia mí y me tocó el pelo, el rostro, la piel y todo lo cercano a mi cabeza; analizando cada aspecto de mí como si me tratara de un alienígena.

Espera… Teniendo en cuenta que no soy de este mundo… ¿Soy un alienígena?

Increíblemente, el hombre logró incomodarme a tal nivel que me refugié a un lado de la sirvienta.

—La señora Mira me encargó con su cuidado. ¿Asumo que le informó sobre su tratamiento?

—¿Tratamiento? Sí, había recibido una carta sobre algo así… ¡Espera! ¿¡Me estás diciendo que debo tratar a ese espécimen!?

¿¡Él era mi doctor!? Instintivamente, me escondí incluso más detrás de Nutiden.

—También requiere que le realice un examen de aptitud —le informó la sirvienta.

—¡Pero eso lo hago gratis! ¿Para qué se molestó con el pago? ¡El chico tiene más valor para el instituto que cualquier pago de tratamiento que pueda recibir! ¿De dónde lo sacó, siquiera?

—No se me informó de sus circunstancias.

El hombre se acercó de nuevo e insistió con la inspección.

—Ojos grises, piel clara, manos suaves y, por supuesto, pelo color carbón. Mi hermanita siempre se las arregla para impresionarme.

¿Hermanita?

—Em… ¿Cómo será el tratamiento? —Pregunté con la esperanza de hacer la interacción menos incómoda.

El hombre, en respuesta, tiró de mi brazo izquierdo, luego del derecho, luego se tomó la libertad de levantarme la camisa y masajear mi hombro. Finalmente, abrió mi ojo y se acercó hasta estar a unos centímetros de distancia.

—¡Estás completamente destruido! ¿Se te cayó un caballo encima, o qué?

—Em…

—¿Quieres que te haga la evaluación de Influencia? —preguntó emocionado.

—¿No deberíamos tratar mis heridas primero?

—Sí, ¡pero será rápido! Es un momentito nada más. Además, la mayoría de tus heridas deben curarse por su cuenta. Mi hermana ya te hizo… eh… varias cosas.

¿Varias cosas…? Pero más que eso…

—¿Tu hermana…? ¿Mira es tu…?

—Sip. Mi adorable hermanita menor. ¿No somos iguales? —preguntó, haciendo una pose de estatua griega.

¡Eran completamente distintos! Ni sus ojos, ni el color del cabello, ni el de su piel, realmente, eran iguales.

El joven me agarró repentinamente del brazo derecho.

—¡Ven conmigo!

Me llevó hasta una plaza en medio del instituto. Nutiden nos acompañó detrás.

—Allí están los campos de entrenamiento, allí están las habitaciones y el comedor, allí está el edificio principal y los laboratorios, y ese edificio, muy en el fondo, es la biblioteca, ¡ve cuando quieras! No, mentira, está reservada para los estudiantes del instituto, no te dejarán pasar.

Al finalizar lo que probablemente fue el tour más vago de la historia, el supuesto hermano de Mira comenzó la marcha, conmigo a remolque, hacia donde mencionó que estaban "las habitaciones y el comedor". Entramos al edificio, atravesamos un salón amplio, probablemente el comedor, y subimos por unas rígidas escaleras no muy anchas que estaban escondidas en una esquina del edificio. Recorrimos un extenso pasillo hasta llegar al final y nos detuvimos en la última entrada.

—Y esta… ¡Es mi habitación!

No había puerta.

El hombre realizó la moción de retirar la llave de su vestimenta, pero, cuando notó la ausencia de la puerta, la volvió a guardar en el bolsillo de donde la produjo.

Primero entró el rubio a la habitación, y luego, con cautela, Nutiden y yo. Rápidamente, pudimos averiguar el estado del lugar. La habitación había sido completamente arrasada; no quedaba casi nada en ella: ni una mesa, ni un mueble, ni una silla, ni siquiera la ventana; no puedo aproximarme a entender cómo hicieron para llevársela.

—N-No…

El hermano de Mira se tiró al suelo de rodillas.

—¿¡P-Por qué!? —sollozó.

Apoyé una mano en su hombro para compartir un poco de empatía por su pérdida.

El hombre se arrastró hasta el centro de la habitación, donde uno de los pocos objetos que sobrevivieron al desvalijamiento yacía: una especie de esfera metálica, similar a un globo terráqueo.

—¡Después de que haya puesto todo mi corazón en su fabricación! ¿¡Nadie lo consideró de suficiente valor para robarlo!?

Deambulé por la habitación vacía, pasando por encima de una silueta de pelusas en donde claramente había reposado una cama. Entonces, hice un descubrimiento.

—Oh. Mira —le indiqué—, no se llevaron todo, dejaron unos libros también.

El chico levantó la cabeza con un "¿Hm?" Y, cuando vio los libros, se desmoronó hacia un costado.

—¡Mis libros tampoco…!

—Ah.

Agarré uno de los manuscritos y lo inspeccioné. "Herramientas y Manipulación Mágica, Partum Inovatio". ¿Hm? ¿Inovatio? ¿Entonces realmente era hermano de Mira? ¿No un admirador demente, o algo así?

—Oye… Eh… Partum, si no te sientes bien, mejor vuelvo luego…

El joven reaccionó a mis palabras en un instante, rebotando hacia arriba desde el suelo y recomponiendo su postura como si nada hubiera ocurrido.

—¿Quieres hacer el examen de Influencia, entonces?

Qué tipo raro, realmente no lo podía entender. Sin embargo, la misión que me había asignado Balance era, en efecto, aprender Influencia; así que este tipo de desarrollo funcionaba para mí. Asentí con la cabeza.

—Genial, hagámoslo ahora.

—¿Hm? ¿Ahora?

—Sí, ahora.

—¿No necesitaremos un papel especial, o un vaso con una hoja, o algo así?

—¿Qué? Solo necesito tomar tu brazo. Durará unos segundos.

Vaya. Qué simple.

—La Influencia es una fuerza física. Si sabes manipularla, solo basta con tocarla para sentirla.

El hombre, sin más, tomó mi brazo derecho, presionando su dedo medio y pulgar sobre mi muñeca. Permanecimos unos segundos en esa posición, hasta que-

—Oh. ¡Oh! ¡¡¡OHHH!!!

—¿¡Q-qué!?

Balance había mencionado que tengo un enorme potencial mágico. Mi afinidad también debería ser caos, según lo azul de mi pendiente. Aunque no sabía si eso también podía ser medido… eh… tocando mi brazo…

—No tienes nada —reportó.

—¿Cómo?

—No tienes nada. Cero. No hay. Es, honestamente, fascinante; nunca había visto algo así. Todo el mundo tiene por lo menos un poquito de Influencia fluyendo en su interior, pero tú no tienes nada. Si una iglesia supiera de tu existencia, probablemente serías declarado una aberración. Afortunadamente, mi instituto no es una iglesia. ¿Te sientes bien, por lo menos? No sabía que un humano podía sobrevivir sin Influencia.

Tenía que ser algún tipo de equivocación. Balance no me podría haber mentido de semejante forma, ¿no? Era imposible que Balance fuera un monstruo tan vil, enviándome a la muerte sin ninguna posibilidad de defenderme, ¿no?

—No es mi culpa que ese bufón no sea capaz de detectar la naturaleza de tu Influencia con sus métodos arcaicos. Y deja de ser tan liberal con tus insultos. Todo este tiempo te estuve ayudando, ¿o no? —fue la respuesta de Balance.

—Ah —otra vez había olvidado lo característico de mi Influencia. Supongo que tenía un efecto incluso en esto.

—¿Cómo que "Ah"? —preguntó Partum— ¡Esto es absolutamente increíble! ¡No hay nada de esto en los registros! Es cierto que se decía que el rey campesino era incapaz de utilizar Influencia, ¿quizás el pelo negro sea un síntoma?

El joven pareció retraerse en sus pensamientos, algo que encontré tranquilizador, ya que su personalidad era extremadamente abrasiva.

Sin embargo, el dilema sobre qué debería estar haciendo se había intensificado. Había esperado que me hicieran el examen de Influencia y me dijeran: "¡OMG! ¡Tu potencial es increíble, eres un hechicero clase S!" Habilitándome clases gratuitas de magia para poder aprender. Dado que ese caso parecía no ser posible, solo me quedaba intentar resolver la situación por mi cuenta de alguna forma.

Suspiré mi angustia hacia afuera. Era un cliché, pero, ¿quién me podría culpar por haber esperado que fuera el caso? ¿Quién no soñó con ese tipo de escenario?

—¿Le sucede algo, señor? —preguntó Nutiden, notando mi melancolía.

—No, nada, Nutiden.

—"Heiko" —sonó esa voz molesta en mi cabeza—. Voy a tomar prestado ese nombre —dijo en un tono de burla—. Escucha, tienes que aprender Influencia. Para eso, tendrás que formar relaciones con las personas que tienes a tu lado. La Influencia está inexorablemente unida a la consciencia y la consciencia está inexorablemente unida a tus sentimientos. La Influencia no es una ciencia; la ciencia es humana y la Influencia no. Tus conocimientos y tu intuición son útiles para canalizar la Influencia; es parte de por qué tu potencial es tan grande, pero no lo son todo.

Balance, ¿acaso es imposible que seas concreto con una sola cosa en tu vida? ¿Puedes decirme cómo rayos aprendo a utilizar Influencia y listo?

—Te estoy intentando ayudar, escúchame. No puedes ignorar tu pasado, tampoco puedes estancarte en él. Forma relaciones con las personas a tu alrededor; el resto saldrá por su cuenta.

No dices nada. Dime qué tengo que hacer. Si tengo que recitar un encantamiento o si tengo que leer un libro mágico. Dime, exactamente, qué mierda debo hacer.

Chasqueé la lengua.

—Tú… Eh… Partum.

—¿Sí? —El joven escapó de su reflexión para responderme.

—¿Cómo se hace un hechizo de Influencia? El más simple de todos.

—¿Eh…? Emm… Bueno… Hay varios tipos de hechizos… Y depende realmente de tu afinidad… Como no tienes nada de Influencia, esto es imposible para ti. Pero la explicación básica para un hechizo inicial es así: Primero debes crear una imagen vívida de lo que deseas controlar; si tu afinidad es orden, deberías pensar en fuego y, si tu afinidad es caos, deberías pensar en agua. Mientras más vívida y racional sea tu imagen, mayor control. Luego, debes acumular toda la Influencia que está recorriendo tus canales en un punto; el punto más fácil de acceder suele ser el de los dedos. Y finalmente tienes que expulsar toda esa energía hacia afuera.

—¿Pero cómo "acumulas" la Influencia? ¿Cómo la mueves?

—Bueno… Eh… Esa suele ser la parte complicada para los principiantes. Usualmente, un maestro te haría pasar un poco de Influencia a través de tu cuerpo para que puedas entender en qué te deberías concentrar. De hecho, eso es lo que hice a través de tu brazo, ¿sentiste algo?

—¿Eh? No, no sentí nada.

—Claro, porque no tienes Influencia. Tus canales están completamente vacíos, por lo que no hay nada que mover. Igual, no te preocupes. Usualmente, se le enseña a la gente con aptitud desde niños para lograr convertirlos en hechiceros eficientes. A la edad que tienes, como mucho, podrías aprender un poco de Influencia útil, no más que eso.

Esto era como el contrario del cliché del potencial increíble. ¿Cómo que ya era demasiado viejo para aprender? ¿Se supone que debo creer ciegamente en las palabras de Balance, intentando mover algo invisible con la mano como un idiota? ¿Y cómo se supone que lo haga, si ni siquiera sentí la Influencia de Partum recorriendo mi brazo?

—¿Acaso no te han enseñado lo básico? —Partum sonaba genuinamente confundido—. ¿No perteneces a una familia noble? ¿Cómo conociste a mi hermana?

—Em… La conocí en Choura.

—¡Oh! ¿Eres un viajero? ¿Un mercenario? ¿Provienes del sur o del norte? ¿Cómo te lastimaste tanto?

Retrocedí un poco por el volumen de sus preguntas y miré de reojo a Nutiden, buscando algo de salvación. Se había comenzado a convertir en costumbre depender de la sirviente cuando tenía que lidiar con este sujeto.

Nutiden, afortunadamente, decidió salvarme.

—Señor Partum, si no es posible iniciar el tratamiento hoy, entonces volveremos mañana.

Comencé a marcharme, siguiendo las indicaciones indirectas de Nutiden.

—Qué- Qué está pasando- Qué-

Entonces sentí una fuerza tirando de mi tobillo.

—¡Espera! ¡No te vayas! ¡No hace falta que respondas las preguntas! ¡Solo quiero pasar un ratito contigo!

Mmm…

—Está bien… —concedí.

—¡Genial! —el hombre se levantó y corrió hacia la entrada—. ¡Espera aquí! ¡Te haré un certificado de invitado a la institución a velocidad ultrapremium-deluxe!

—Está bien… creo.

Partum salió corriendo, el sonido de sus pasos alejándose a un ritmo constante; pero entonces se detuvo, y volvió corriendo hasta llegar a la entrada de la habitación.

—Disculpa, ¿cuál era tu nombre? —preguntó avergonzado, por una vez.

Siento que deberíamos haber comenzado por ahí.

—Heiko. No tengo apellido —respondí.

—Ohhh… Ya veo… "Heiko"… Hm.

Entonces se fue. Dejándome solo y en silencio con Nutiden.

Miré a Nutiden, ella me devolvió una mirada tan encantadora como inexpresiva.

Apoyé mi mano derecha contra mi mentón. ¿Cuándo había sido la última vez que estuve solo con una chica linda? Espera, acababa de hacer un viaje de diez días con Mira, e incluso antes de eso había estado a solas con ella en varias ocasiones. Pero Mira era Mira. Ella me manejaba a mí. Las conversaciones con ella eran más un reporte unidireccional, una comunicación en protocolo UDP, digamos. A esta chica no la conocía, no tenía idea de qué decir, ni qué frente poner. Y además… ¿Por qué era tan linda? Era innecesariamente linda, un ángel en la tierra. ¿Cómo no era el centro de atención en todos los lugares en que estaba? Bueno, ya me había acostumbrado a ignorarlo, pero mucha gente nos había observado fijamente mientras caminábamos hacia aquí. Supongo que éramos una pareja muy extravagante. No. Mala elección de palabras. No había intercambiado más de 30 palabras con esta mujer. Era tanto su "pareja" como una streamer lo es con sus seguidores más acaudalados. No, incluso menos que eso… ¿Por qué estoy pensando tantas idioteces? Hm. Estoy nervioso.

—Ejem.

¿¡Por qué aclaré mi garganta!? ¿Me picaba y fue un movimiento inconsciente? ¿O solo me incomodaba el silencio? ¡Ya no lo podía recordar! ¡Ahora parece que quiero decir algo! Decir algo… Tengo que decir algo… Cualquier cosa… A ver…

—Nutiden.

—¿Sí, señor?

—¿Conoces a Mira?

Qué pregunta idiota… Era obviamente el caso… Desayunamos juntos, maldita sea. ¿Acaso no tengo nada de qué hablar en este mundo además de Mira?

—Por supuesto, señor, trabajo para ella.

—Claro. Ja, ja…

Mierda, qué incómodo… A ver… Tranquilidad… ¡Ya sé! ¡El pendiente! Veamos qué tiene para decir…

Descubrí el collar de mi camisa y abrí la cobertura.

Verde claro. ¿Qué es verde claro?

—Vergüenza —respondió Balance.

Tenía sentido. A ver, para conversar con una persona, primero tienes que interesarte en ella. Pensemos en ella… En su… perfección total…

Balance, ¿estás seguro de que no es un ángel o algo así?

—Tch. Solo actúa como siempre, humano.

Bueno.

La orden violenta de Balance reorganizó forzosamente mis pensamientos.

—Nutiden.

—¿Sí, señor?

—Nutiden, tu nombre; no eres de aquí, ¿verdad?

—No, señor. Mi tierra natal se encuentra en el norte.

Ahhh… Tenía sentido…

—Ya veo. Nutiden, ¿cuánto te contó Mira acerca de mí?

—Solo que estaba herido y enfermo, y que no conocía el lugar.

—Entiendo.

Algo me había llamado la atención desde hace un tiempo.

—Nutiden, trabajas de sirvienta, ¿no es cierto?

—Sí. Sirvo a la familia Inovatio.

Y, sin embargo, parecíamos de la misma edad.

—Y… ¿Hace cuánto que trabajas de esto? —pregunté, esperando que no sea algo demasiado personal.

—Desde los seis años, señor.

Seis-… ¿Seis años? ¿Desde los seis años tenía este trabajo? Parecía de mi edad. Y, a pesar de esa corta edad, más de la mitad de su vida la vivió de esta manera. La miré a los ojos; ella nunca había despegado su mirada de mí. En ningún momento se perturbó, en ningún momento pareció haberse incomodado. Esto era solo un día más de su vida para ella. Ah… Qué idioteces estuve pensando todo este tiempo.

No sé si en algún momento entenderé la cultura de este mundo, pero, por el momento, debería actuar con la mayor cautela posible, especialmente con las personas que estaban trabajando para mí. Si seguía siendo un peso para las personas cerca de mí, jamás me lo perdonaría. Ya suficientes problemas le estaba causando a Mira. No quería que en este mundo se repitiera la misma historia.

—Nutiden.

—¿Sí, señor?

—Gracias por cuidar de mí.

La sirvienta inclinó la cabeza, extrañada.

—Es mi trabajo, señor.

—Aun así, gracias.

—No es nada, señor.

No había un lugar en donde sentarse, por lo que esperé el regreso de Partum apoyando el hombro en la pared.