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Chapter 24 - Mi Primera Parada En El Nuevo Mundo - Parte 2

5

—Intenta ponerte cómodo. Estarás aquí por un tiempo —avisó la voz más hermosa de esta realidad, antes de retirarse a otro sitio.

Inmediatamente después de que Mira regresara de no sé dónde, donde hizo no sé qué, comenzó a organizar nuestro transporte hasta la ciudad portuaria de Minashi, nuestro aparente nuevo hogar.

Digo "aparente" porque no tuvimos ninguna charla explicativa o aclarativa del tema. Mira simplemente dijo: "Entra a la carreta" y yo hice lo que se me ordenó. Mira no era como Balance, cuya autoridad podía y debía poner en duda en todo momento; Mira era Mira y, por lo tanto, todo lo que salía de su boca sería la realidad objetiva en mi mente.

Si Mira estaba nerviosa o intranquila, no lo notaba. Quien, por otro lado, no podía evitar mostrar su intensa preocupación, era…

—Estoy bien, Yoi. De verdad.

—La última vez que dijo eso se desmayó delante de mis ojos. Perdone, señor, pero su palabra ya no tiene valor para mí.

La mujer estaba como una mosca en una verdulería… o una madre dejando a su niño en el primer día de colegio… o alguna otra de esas imágenes evocadoras y encantadoras. El problema se resolvería muy rápido si le dijera: "El dios Balance me dijo que estaré bien, y fue por su culpa que me desmayé aquella vez, así que no debería preocuparse". Pero, lastimosamente, debido a mi contrato, no era capaz de informar a la gente a mi alrededor sobre mis etéreas relaciones. Y, ahora que lo pensaba, si realmente dijera eso, lo mínimo que pensaría Yoi es que estaba completamente demente, así que mejor cerraba la boca.

—Me siento bien ahora, Yoi.

A veces uno tiene que mentir para obtener lo que desea.

—Hoy también se sintió bien y se fue a caminar con una escoba debajo del brazo por todo el pueblo, solo para terminar escondiéndose nuevamente en el cuarto. Lo siento, señor, pero sus sentidos también perdieron su valor para mí.

Rayos. Creo que ya me quedaban pocas cosas que Yoi podría valorar.

—... Enviaré una carta por mes sin falta. Confío en ustedes para llevar a cabo mis solicitudes. Será difícil, pero pondré este pueblo a funcionar.

Mira parecía ocupada hablando con las figuras del hombre que me quiso matar hace unos días y el hombre que me ayudó a pesar de creer que era un asesino. Gente muy extraña, eso era una certeza. Más extraño aún era que ambos hombres habían adquirido una nueva relación con Mira, una menos desafiante y más servil. Esto solo reforzaba mi teoría de que Mira estuvo manejando a todo el pueblo como a un títere en el poco tiempo que estuvo aquí; no me sorprendería enterarme de que ahora ella era el cacique o una locura así.

Nah… No había forma, ¿no?

Aíto me vio asomarme por la ventanilla de la carreta y levantó la mano para saludarme. Sen, por el otro lado, solo negó con la cabeza, desaprobando mi accionar. Muy tsundere el asunto. Honestamente, la segunda persona más preocupada por mi bienestar era él; no le gustaba demostrarlo, pero era la realidad.

Ah, ahora que lo veía bien, Aíto no me estaba saludando, estaba señalando a su brazalete. Supongo que estará pidiendo que se lo muestre.

Saqué un brazo por el hueco y apunté al círculo metálico que había depositado en mi muñeca. El adorno era lo suficientemente grueso para ser considerado la mitad de unas esposas; me pregunto si el lado policía de Aíto me lo regaló para hacerme entender que estaré para siempre atado a este pueblo…

O quizás a él…

Lo siento, Aíto, no me gustan los hombres; si ese era tu objetivo, pues debo decirte que nunca encontrarás resultados. Espera, Sen también tenía uno de estos brazaletes… Qué guarro terminó resultando este hombre aparentemente inofensivo. No se puede confiar en nadie nunca.

—Siento que no debería preguntarte en qué estás pensando, así que solo te explicaré la situación —dijo Mira, subiéndose al carro.

—Me siento bien, Mira —mentí de nuevo.

—Genial, siéntete tan bien como puedas, porque este viaje va a durar diez días. Haremos dos paradas en unos asentamientos que se encuentran en el camino. Cuando lleguemos a Minashi, tendrás que tratarte con un doctor de confianza. No importa qué tan bien te sientas, es algo que ya está completamente decidido; así que, si dejas de mentirme desde ahora, el viaje será incluso más divertido.

No sé por qué creí que las mentiras funcionarían con ella; creo que tiene un Geass para eso.

Mirando por el huequito en la parte trasera del carro, avisté otra carreta. Pero yo solamente conocía alrededor de seis personas en este mundo, y cuatro de ellas se tendrían que quedar en este pueblo. Lo que quería decir era…

—Mira, ¿quién irá detrás de nosotros?

—Un pequeño grupo de mercenarios —me respondió con sencillez.

—¿Protección?

—No. Están para que hagas nuevos amigos.

Hmm… Estaba casi seguro de que me estaba tomando el pelo.

—¿Pero no nos protegerán?

—Mi seguridad está garantizada por el hecho de que nadie sabe que me encuentro aquí. Es innecesario tomar medidas adicionales.

—Pero… ¿No hay bandidos? … ¿O algo?

Los bandidos eran un cliché en este tipo de ambientación. No, más que un cliché, eran una realidad histórica. Hacer robos en rutas era un negocio que seguía existiendo incluso en mi mundo.

—¿Bandidos? Esas cosas no existen en Kiokai. Como te dije, es para que hagas nuevos amigos. Llegado el caso, tengo ciertas preparaciones para cosas así —dijo, asintiendo en simultáneo a Yoi, ocultando con complicidad alguna medida de protección secreta.

—Está bien, pero, Mira…

El conductor del carro comenzó la marcha; extrañamente apropiado para lo que estaba por preguntar.

—¿Sí?

—¿Cómo podría hacerme amigo de ellos, si están en otro carro?

—…

——¿Mira?

—No son para bandidos.

Con el tono de esa respuesta, me informó amablemente que no me involucrara más en el asunto.

Y entonces, sin ninguna otra palabra, nos marchamos de Choura. Lo que fue mi primera parada en este nuevo mundo.

6

Nadie te prepara para un viaje en carruaje. Todos hablan de las náuseas por marea, lo que es entendible; yo las sufría en demasía. Pero, ¿quién hubiera dicho que sentarse en el trasero tambaleante de un cacho de madera propulsado por un gran mamífero iba a ser una experiencia tan agotadora? Yo creía que era una vivencia relajante y de ritmo tranquilo. Pero, ¿por qué sentía que estos caballos podrían competir en una carrera contra un bólido? Era cierto que había un tema de punto de referencia. Cuando uno va encima de una moto, o incluso una bicicleta, se siente mucho más veloz que la velocidad que se percibe desde fuera. Pero esto definitivamente no era normal; los caballos nunca fueron tan rápidos…

—Es Influencia, ya deberías acostumbrarte. La Influencia en este mundo es una fuerza física. Todos los seres conscientes tienen acceso a ella en cierta medida, no solo aquellos con un núcleo sobre-desarrollado. Acostúmbrate a ver ventiscas más violentas, relieves más accidentados, caballos más rápidos y hombres más fuertes —explicó Balance.

Añadiría a la lista: "Árboles malvados"; creo que nunca los podré superar. Hablando de eso, el árbol que casi me había matado seguía allí, en el bosque. Solo había logrado acabar con la vida del duende. Hm… Algún día volveré por ti.

—Oye, Mira.

—Sí, Heiko.

—¿Cómo puede ser que la calle sea tan…? ¿Llana? ¿Prolija?

Es decir, en comparación al resto del paisaje, que era más bien… no diría "accidentado", como mencionó Balance, pero sí naturalmente rugoso, la carretera estaba increíblemente lograda en comparación. O era un milagro de la naturaleza, o un milagro de la humanidad.

—Jo, jo —rio de manera jactanciosa—. Veo que tienes un buen ojo para los detalles.

—Bueno. Teniendo en cuenta la velocidad de estos caballos, ya estoy sorprendido por el hecho de que las ruedas de madera no se hayan convertido en polvo.

—¿Hm? Pero las ruedas son bastante resistentes, igual. Podrían aguantar un buen rato a esta velocidad por un tramo un poco peor. De cualquier forma, tenemos varios repuestos. Pero sí, las calles son de una enorme calidad.

—Entiendo.

¿La madera en este mundo también tenía Influencia dentro?

—Generalmente no —contestó rápidamente Balance, como si alguien le hubiera preguntado.

—Como te veo tan interesado, te contaré más —dijo Mira, mintiendo, o mínimamente analizándome mal; pero, como eso último era imposible, mintiendo—. Las carreteras son el mayor orgullo de Kiokai. No hay reino en el mundo con una red de rutas tan masiva y con calles de semejante calidad. Esto es apropiado, después de todo, Kiokai es una república mercantil; la mayor potencia comercial del mundo, de hecho. Como dicen: "Todos los caminos llevan a Minashi".

Ey, paguen regalías por ese eslogan de Roma. Oh, cierto que Roma nunca existió en este mundo. Una idea trágica para cualquier hombre.

—Esa es la frase, pero lo cierto es que Kiokai está compuesto por dos regiones. La porción sobre la que estamos, al sureste del continente central, y una gran isla que limita con el reino de Kepul. La isla goza de una infraestructura incluso mayor a la porción que está sobre el continente central. Y la ciudad portuaria de Minashi es el punto de contacto entre ambas regiones —explicó, conectando ambos dedos índices de forma adorable—. Volviendo al tema de las rutas: ser constructor de rutas de Kiokai es un gran privilegio, uno de los mejores empleos del mundo, me atrevería a decir. Es un proceso ordenado, siempre están acompañados por guardias y la paga es muy buena.

Parecía que estos temas le fascinaban a Mira. No tenía la energía para disimular entusiasmo, pero me ponía feliz verla feliz.

—Kiokai es un buen lugar, ¿no?

—Es el mejor país del mundo, lejos, lejos, lejos —afirmó, con una cara satisfecha.

A veces era demasiado adorable, y nacionalista, pero sobre todo adorable.

Al salir del bosque en el que se encontraba Choura, la ruta se volvió todavía más producida. Con anchos espacios nivelados alrededor, e incluso algo que parecía una zanja.

El cambio en el paisaje fue igualmente brusco. Hasta donde mis ojos llegaban, había cultivos. Era una imagen increíblemente bella. Ya estaba anocheciendo, por lo que todo estaba armoniosamente pintado de color dorado. No quería admitirlo, pero Mira ya me estaba ganando con esta idea de que Kiokai era el mejor lugar del mundo; mínimamente era bonito.

—Por cada tres hectáreas de tierra, dos son de cultivo —Mira expuso—. Y la mayor parte de la tierra de Kiokai es fértil. Por más bienes que refine, y más productos que fabrique, nunca podré igualar a la cantidad de riqueza que proviene de los cultivos; es un límite que me impuso el mundo —sopló esas palabras hacia afuera, algún tipo de rememoración en su voz. Luego siguió explicando—. Y el Imperio del Oeste es el reino más grande del mundo. Grandes porciones de su tierra son infértiles. A pesar de que la proporción de hectáreas de cultivo es más similar a dos de cada cinco, la riqueza del Imperio es varias veces mayor a la de Kiokai.

—¿Qué tan grande es Kiokai?

—No muy grande, tampoco muy pequeño. Pero en el Imperio del Oeste caben por lo menos diez Kiokai.

—Ya veo. ¿Y ese Imperio del Oeste es un buen reino?

Aprovechando la tranquilidad de la conversación, apoyé la cabeza sobre mi mano, mirando el hermoso paisaje a través de la ventana.

—No. Es arcaico y desigual. No es un lugar placentero de visitar —contestó de manera escueta.

—Ya veo.

—¿Eso no te parece injusto?

—¿Injusto? ¿Qué cosa?

—Que sea un reino más rico que Kiokai, siendo un lugar desagradable e ineficiente.

—Eso no es injusto. Tiene más terreno, ¿no? También tiene más habitantes. Eso no es injusto, es simplemente la realidad.

—Bien pensado. Estás alineado con Kiokai. Pero no todos los reinos piensan de la misma forma. Hay reinos desfavorecidos, hay personas desfavorecidas. Hay reinos con más y otros con menos poder. Esa es la forma que tiene este mundo y lo que lo mantiene así es el Imperio. Los que se encuentran favorecidos tienden a alinearse al Imperio; los que se encuentran desfavorecidos tienden a alinearse en contra de él. Aquellos que aceptan la realidad, pero trabajan para moldear su propio destino, son bienvenidos en Kiokai.

—"Moldear su propio destino", ¿eh?

—¿Te parece idealista?

—No. Es nuevamente la realidad, incluso si uno quiere escapar de ella. Pero solo porque sea la realidad… No significa que sea sencilla.

Mira me sonrió.

"Moldear tu propio destino". Si fuera tan sencillo, yo no me encontraría aquí para empezar. Por más afecto que sienta por Mira, si de mí dependiera, estaría en mi mundo, disfrutando la vida que aborrecí, junto a las personas que decepcioné, aliviando su peso, viviendo mi vida a pleno… Eso ya no era la realidad. "Moldear tu propio destino" era algo que siempre entendí como una verdad, pero que nunca tuve la fuerza suficiente para aceptar.

Quería que el destino se moldeara a mí.

Quería que la realidad se moldeara a mí.

Pero ahora, no estoy en esa realidad, y por más que moldee y moldee, nunca podré conseguir esa forma que tanto deseo. Eliminé esa opción, esa posibilidad, con mis propias manos.

El paisaje era hermoso, tan hermoso como dolorosas eran mis heridas. Queriendo escapar un poco del dolor y aprovechando mi posición cómoda, intenté descansar.

7

Los "asentamientos" resultaron ser pequeñas concentraciones de viviendas dentro de los grandes cultivos que atravesamos. La primera vez que llegamos a una de esas viviendas, pensé que nos encontraríamos con un señor feudal o algo similar, pero Mira pareció horrorizarse con mi sugerencia. Aparentemente, solo eran las residencias de unos campesinos un poco más acaudalados que vivían cerca entre sí. Entonces, naturalmente, la pregunta surgió: ¿Cómo eran capaces de cosechar tanta tierra de cultivo?

La respuesta era simple y aburrida: Había otros campesinos viviendo en casas entre los cultivos; simplemente no eran visibles desde la ruta. Es decir, en realidad había muchas más personas de lo inmediatamente aparente.

Las personas estaban, los siervos existían, solo que el señor feudal había sido eliminado de la ecuación. Supuse que la tierra simplemente estaba repartida entre los campesinos, le pregunté esto a Mira y ella me lo confirmó; pero añadió que, a pesar de que la propiedad sea suya, estaban indirectamente administrados por una familia similar a la de Mira, la familia "Noka". La verdad es que no lo entendía muy bien. No entendía exactamente qué era la familia de Mira y no entendía por qué la familia que administraba a estos campesinos merecía la descripción de "miserables canallas" que Mira acopló, sin perder la sonrisa, a su apellido.

No sé por qué me estaba complicando tanto con la organización de esta realidad alterna. Debería enfocarme en mi posición como empleado… Supongo que solamente estaba intentando distraerme, haciendo lo que Balance advirtió que no hiciera. Honestamente, tenía ganas de ir en contra de todo lo que Balance me dijera.

—¿Qué te pasa? Deberías estar agradecido de que me tome el tiempo para hablarte, a pesar de que-

El paisaje era precioso. Y fue constantemente precioso durante los diez días del viaje.

Puedo afirmar eso porque ya era el día diez. Aproximándonos al nivel del mar, estábamos cada vez más cerca de las puertas o, mejor dicho, de los portones de nuestro destino: La ciudad portuaria de Minashi

—¡Es increíble! ¿¡No!? —Mira hablaba con una emoción que no me había demostrado nunca durante mi corta estadía en este mundo, gritando con la mitad de su torso fuera de la carreta— ¡La ciudad más bella del mundo! ¡Planeada totalmente por el mejor gobernante de todos los tiempos! ¡Tres semicírculos concéntricos, cada uno diseñado según su funcionalidad, que se expanden de forma proporcional! ¡El círculo del interior conforma la zona productiva de la ciudad! ¡Allí están todas las instalaciones Inovatio! ¡El círculo exterior es la zona residencial; hospeda a todos los vendedores y trabajadores de los comercios y talleres! ¡El círculo medio es el punto de conexión de la ciudad, el frente comercial de la zona productiva, lo que hace que todo se mueva!

Lo que Mira estaba describiendo era inmediatamente visible desde lejos. La arquitectura de los edificios variaba según la zona a la que pertenecían y, por lo tanto, el rol que cumplían. En el exterior y rebasando fuera de los muros, había edificios residenciales y simples viviendas, desde las más humildes hasta las más opulentas. El círculo interior acaparaba el puerto y la mayor cantidad de contacto con la superficie marina; la gran mayoría de los edificios lucían como enormes depósitos. El círculo del medio era donde se concentraba todo el movimiento. Las carreteras, a la vez, jugaban con esta distribución. Había calles anchas y rectas que iniciaban en el medio de la ciudad, es decir, el puerto, y terminaban en los límites del muro. El círculo medio conectaba estas calles con grandes peatonales que mezclaban tránsito humano y equino.

—¿Mira?

—¿¡Sí!?

—¿Y eso? —señalé a la parte más llamativa de la ciudad.

Se dio la vuelta para mirar hacia donde apuntaba.

—Ah, eso. Esa es la arena —respondió de manera monótona.

La arena… ¿Lo iba a dejar ahí? Era un gran coliseo a cielo abierto, una especie de predecesor de un estadio, parecía.

La ciudad estaba construida en una leve inclinación y, debido a esto, mientras más se adentraba nuestro carro al pueblo, más descendía. Esa inclinación permitía aislar a la mayor parte de la ciudad del agua del mar, pero varios canales se filtraban y se mezclaban con la infraestructura de la ciudad. Por lo tanto, la ciudad terminaba contando con varios puentes y botes pequeños que se movían a través de esos canales.

—Minashi es una ciudad de miles de personas. Es mi propio paraíso en el mundo. Si hay un lugar en donde me puedo sentir cómoda, es aquí —comentó Mira, observando obnubilada el paisaje—. Espero que algún día sientas que este lugar es tu hogar, tanto como yo lo siento.

Sus palabras me habían dejado asombrado. Solo tardé un instante en entender por qué me había afectado tanto lo que estaba diciendo.

Mira había reposado su cuerpo nuevamente en el carruaje, descendiendo de una exaltada emoción a un estado de plácida dicha. Inclinaba su cuerpo hacia el retrato de la ciudad, estaba completamente cautivada por su imagen; pero no estaba tan inclinada para que no la pudiera ver en su totalidad.

Era su sonrisa.

Su sonrisa era real.

Por primera vez, sentí que la sonrisa en el rostro de Mira era una genuina. Una de felicidad. No de satisfacción, no de una excitación pasajera. Mira era feliz al ver la ciudad. Por eso, sus palabras calaron hasta lo más profundo de mí. "Minashi es una ciudad de miles de personas. Es mi propio paraíso en el mundo. Si hay un lugar en donde me puedo sentir cómoda, es aquí. Espero que algún día sientas que este lugar es tu hogar, tanto como yo lo siento". Podría recitar lo que acababa de decir de memoria. Podía conjurar el recuerdo de su rostro iluminado por el sol, acariciado por el viento, sus ojos pintados completamente por la urbe en movimiento, maravillados. Emoción, fascinación, alegría pura, sensaciones tan genuinas que me hacían temblar incluso a mí; me hacían temblar, a pesar del dolor de mis heridas, porque me contagiaba de todos esos sentimientos. Me los contagiaba y mi mente intentaba procesarlos como podía, pero no se daba abasto, por lo que solo podía temblar y repasar el recuerdo de lo que acababa de decir una y otra vez, analizando qué era exactamente lo que me compenetraba de una manera tan profunda en sus palabras. No lo podía entender con exactitud, pero comprendía su inmensidad. Era algo que quería, era algo que no tenía, era algo que añoraba, era algo que deseaba intensamente, pero no sabía qué era exactamente, por lo que terminaba terriblemente frustrado.

¿Qué tenía esta chica? ¿Por qué lo deseaba tanto? ¿Por qué sentía tanta felicidad al verla de esta manera?

No lo sabía.

Pero esa fue mi entrada a la ciudad portuaria de Minashi.