9
Comencé a perseguir al duende deforme. El monstruo no se tomó ni un segundo para verificar mi posición; sin embargo, pude percatarme que sabía muy bien de mi presencia, algo en sus movimientos rápidos me lo indicaba. Estábamos corriendo por el medio del bosque, ya solo ese hecho era terriblemente peligroso; pero había apostado todo, no había nada más que hacer. Con este brazo inútil y este brazo destrozado, iba a hacer todo lo posible para acabar con la vida de esa bestia.Todavía estaba notablemente mareado por culpa de la asfixia, o por culpa de la caminata, o quizás por culpa de las estúpidas migrañas... No sabía, ya no importaba. Tenía un objetivo, ese objetivo seguía frente a mí, seguía en mi visión. Y mientras permaneciera en mi visión, mi resolución seguía férrea y en pie.La criatura era mucho más rápida. Lo que yo perdía en agilidad, lo ganaba en tamaño, por lo que la diferencia entre nuestras marchas no era muy distinta.Corrimos por los caminos irritantemente irregulares y torcidos de la arboleda. Por algún motivo, empezó a burbujear un fuerte torrente de ira mientras perseguía al monstruo. Pensé en el hecho de que este animal ya había asesinado a un hombre. Al tomar una vida, debería estar preparado para que la suya sea tomada. No era que realmente me importase, simplemente estaba buscando una excusa para justificar mi enojo. Empecé a pensar más profundamente en el hecho de que esta bestia era básicamente la causa de todos mis problemas. Este puto enano no había traído más que tragedia a mi vida. Mi mano se hizo un puño alrededor del cuchillo, mi agarre más firme. Estaba dispuesto a asesinarlo, no había vuelta atrás.El monstruo, por una vez, dirigió una breve mirada hacia mí; pero siguió avanzando, sin importarle mi presencia. Apuré mi paso. Quería alcanzarlo y acabar con todo esto. El duende atravesó un arbusto y llegó a una zona más despejada, entonces, en un santiamén, saltó, dio una vuelta completa, y me ofreció una especie de sonrisa totalmente asquerosa.Levantó su cuchillo y penetró un cadáver que se encontraba a sus pies. Un cadáver no-humano. El cadáver de un roedor, uno no monstruo, uno de esos carpinchos que vi en el camino.Me detuve y pensé un instante en lo que había hecho este monstruo. La criatura siguió su acto haciendo un corte profundo en el cuerpo y bañando su cuchillo en sangre. Un latigazo foráneo golpeó el suelo enfrente mío.Este monstruo... Este monstruo...¿Me hizo caer en una trampa?Quizás un poco más tarde que el resto de mi entorno, mi nariz percibió el olor fétido que estaba expulsando el animal asesinado. Como si esta criatura no podría ser más desagradable, más absolutamente repugnante; ahora resultaba que no solo era lo suficientemente inteligente para utilizar herramientas, sino que incluso era capaz de preparar trampas. Sentí un escalofrío en mi espalda e inmediatamente me agaché. El zumbido de un latigazo horizontal atravesó el aire encima de mí, casi golpeando al duende adelante. Pero el latigazo se detuvo, se detuvo justo antes de alcanzar la cara del duende, y comenzó a envolver el cadáver en el suelo.—¡Tsss! —el sonido del vapor nuevamente.Antes de que me diera cuenta, una de las ratas, más pequeña que las demás, saltó a mi pierna, mordiendo con fiereza toda la zona. Incluso con el protector de Aíto cubriendo mi piel, sus dientes y su fuerza fueron suficiente para dañarme.—Jej —el duende echó una carcajada asquerosa y me lanzó una sonrisa desmesurada, satisfecho de que había caído perfectamente en su trampa.Luego, utilizó mi posición desfavorable para correr hacia mí sin cuidado, su daga hacia delante; la rata, por otro lado, intentaba destrozar el protector mordiendo, raspando y clavando sus dientes en el cuerpo.Me lancé hacia abajo y, en un movimiento inusualmente habilidoso, aproveché el empujón para apuñalar a la rata desde arriba. El cuchillo atravesó su espalda, y la sensación de la carne penetrada fue absolutamente asquerosa. Mi tobillo se torció porque la criatura lo mantenía inmóvil mientras mi cuerpo giraba. No tuve tiempo para analizar el daño que le había causado a la rata saltarina, ya que el chaeki, sin esperar, se arrojó sobre mí, obligándome a detenerlo con mi brazo izquierdo, mi mano sin fuerza.La cuchilla del duende atravesó mi abdomen; no por completo, tan solo un poco; lo suficiente para que me ardiera como si me estuvieran vertiendo metal fundido. Increíblemente, las heridas previas en mi mano parecían doler más que la puñalada que estaba sufriendo. Mi otra mano estaba atorada; el cuchillo se había quedado atascado en el cuerpo de la rata. Intentaba empujarlo, extraerlo, pero me era imposible. A regañadientes, solté el cuchillo de Mira, mi única arma, y usé lo que quedaba de fuerza en mi brazo derecho para empujar al duende. Afortunadamente, fue suficiente para liberar la hoja de mi estómago. Pero ahora, el chaeki y yo quedábamos atrapados en una confrontación de fuerza, un duelo que claramente estaba perdiendo.Intentaba empujar la piel asquerosa de la criatura lejos de mí, pero no estaba teniendo efecto, la hoja se acercaba cada vez más y más. En una batalla limpia de poder no había forma que le ganara.Miré a mis alrededores. El árbol estaba distraído acercando el cadáver a su interior. Mi cuchilla aún permanecía clavada en la rata, cuyos dientes no habían abandonado el protector.Un poco de la baba o fluido corporal de la criatura cayó en mi cara porque la expresión sádica que mantenía extendía demasiado las comisuras de su cara. Al mirarlo de cerca, era aparente una herida que portaba bajando del ojo, un gran corte que se extendía por todo su rostro. Probablemente, esa era la herida que Mira nos encargó a buscar.Entre morir por el Viejo Hombre-Sauce, y el duende este, no podía discernir qué fin era peor. Por un lado, la sensación asfixiante te hacía sentir una inmensa soledad, por el otro, ya había observado los resultados del apuñalamiento que estaba a punto de recibir en toda su brutal gloria. No, definitivamente morir por esta criatura era peor. No quería pensar al respecto, pero cuando me encontré por primera vez con el monstruo en el bosque, el duende estaba haciendo algo con la cabeza del cadáver que prefería ni mencionar. No quería que eso me sucediera a mí; por Dios, no quería. ¿Mi vida antes de perder mis recuerdos era así de mala? ¿Mi vida siempre fue esto? ¿Por qué me lo olvidé? ¿Por qué me parecía tan irreparablemente ilógico?La hoja atravesó nuevamente la piel de mi estómago. Mientras más la daga se clavaba, más se evaporaba el vigor que quedaba en mi brazo izquierdo. A pesar del estado adrenalínico en el que me encontraba, no podía reunir las energías suficientes para combatir la situación, y en todo esto, las heridas que ya tenía eran un enorme impedimento; las heridas causadas por mis propios errores. Qué idiota caprichoso. ¿Amenazado con un arma, sabiendo mi destino, decidí no hablar? ¿Y qué hubiera sucedido si Sen decidía apuntar a mi cuello, y no mi mano? ¿Y qué hubiera sucedido si Mira nunca aparecía? ¿Hubiera aceptado mi muerte, sin más? Idiota, ¿¡De qué te servía tu odio, tu ira, tu desprecio, tu cansancio, tu resignación... de qué te servían todas esas emociones, si estabas muerto!? ¿¡Qué estuve pensando todo este tiempo!? ¿¡Cómo me atreví a empecinarme en mi propia miseria, cuando había cosas importantes por las que podría haber vivido!? ¿¡Qué gané encaprichándome de esa forma!? ¡No gané nada! ¡Idiota! ¡Un inmenso, gigante, de proporciones épicas, idiota!La hoja penetró mi abdomen.El sirviente tenía razón. Todo este tiempo pensaba que, si Mira no hacía las cosas por mí, mi vida estaba tan bien como terminada. ¿De qué me servía vivir en un mundo tan cruel, un mundo que me odiaba? Eso pensaba. Y, hasta que las cosas no se inclinaban a mi favor, me quedaba con esa percepción terca e infantil del mundo. Como un niño que no aceptaba la derrota, que se enojaba por las consecuencias lógicas de sus acciones, me comporté de esa manera. Creo que con el sirviente la saqué barata. No sé si porque fue reservado, o si porque no pudo leer lo verdaderamente despreciable que fui como ser humano estos días. Lo siento, Yoi, pero estabas equivocada. No era una buena persona. En todo momento que me encontraba contra las cuerdas de la vida, no hice más que buscar la solución más vil, más cobarde, para la situación. No era una buena persona. Y mi pérdida de memorias no había cambiado nada en absoluto. No fui una buena persona, y ahora tampoco lo era.Una lágrima se escurrió de mi ojo. Mira... Mi corazón se marchitaba al pensar que no la podría ver de nuevo... Y justamente cuando había hecho el mayor avance en nuestra relación... Cuando le expresé de manera egoísta todo lo que deseaba de ella y ella me expresó todos sus deseos egoístas de mí. Eso era lo que quería. Estaba seguro de que eso era algo que, incluso antes de perder las memorias, no tenía. Eso era algo por lo que mi corazón se desesperaba. Honestidad. Honestidad pura. Entender el interior de una persona, y ofrecerle a cambio entendimiento de mi interior. No había una relación que deseara más que esa. Este era un deseo heredado de mi pasado. No tenía nombre, familia, hogar. Pero, si algo permaneció, fue ese deseo.Mierda.El monstruo soltó un brazo de su arma para quitar del camino mi brazo derecho con un manotazo, el filo me penetró mucho más.Mierda. Quizás, si tuviera mis memorias, estaría recordando a mi familia, a mi madre, probablemente; pero ahora lo único que llenaba mi cabeza era Mira. Esa chica ambiciosa, terrorífica, manipuladora, deshonesta, que no podía evitar amar. Mierda... No quería morir...Mira. Mira... El cuchillo de ella seguía clavado en la rata... ¡Mira...!—Mira no está aquí —resonó de manera terminante la misma voz que antes.No era el collar, era una voz verdadera que estaba oculta muy dentro mío. Mira no estaba aquí, eso era cierto. Pensar en ella no cambiaría nada. Yo estaba aquí. Y yo era el que decidía mis límites, eso era lo que me gustaba pensar...Entonces se me ocurrió una idea.—Sirviente, me gustaría que vieras esto.Mira no estaba aquí. Mira no podía hacer nada por mí, eso era cierto. Pero yo estaba aquí. Estaba cansado de que mi vida se moldeara según los caprichos de este mundo. De este mundo, del destino, de los guardias, del pueblo, de Mira, de lo que sea. ¿Cuál era mi valor? Me gustaría, por una vez, decidir yo mismo la respuesta a esa pregunta. Si el mundo tanto me odiaba, entonces dejaría de actuar bajo sus reglas. Que Dios, Balance, o quien sea, mire muy bien, no pensaba seguir jugando por el camino que había sido trazado para mí.Aproveché la mano que aún seguía en el cuerpo del duende. Necesitaba solo un instante de potencia, no mucho más. Después de unos cuantos gemidos y lloriqueos, liberé un grito de batalla ensordecedor, todo para producir la mayor cantidad de fuerza que mis brazos eran capaces de generar.Por un segundo, el duende cedió, lo que me permitió mover rápidamente el brazo derecho, mi brazo no-lastimado, en el medio de la trayectoria de la cuchilla. El duende volvió a impulsarse y la cuchilla se clavó de lleno en mi mano. Ese era mi plan. El cuchillo estaba oxidado y había perdido mucho su filo. Si fuera por mí, obviamente no arriesgaría tétanos o Dios sabe qué infección. Si fuera por mí, pero esto dejó de estar en mis manos hace mucho tiempo. El tema: Esta cuchilla, oxidada y con un filo muy obtuso, tenía la particularidad de doler como el demonio al penetrar la piel.—¿Je? —emitió el monstruo.Era una cuchilla que dolía como el demonio... pero que difícilmente podía penetrar con éxito poco más de unos centímetros de carne.Hice un puño con mi mano, rodeando la cuchilla y cortando toda mi palma al mismo tiempo. Tuve que morderme el labio violentamente para resistir el dolor. El duende estaba completamente confundido, optando por empujar lo más que podía, sin poder atravesar mi mano, y tirar lo más que podía, siendo atrapado por la misma mano. Era por esta razón que debía ser esa mano, la mano que podía cerrar. Era por esa razón, y por el detalle de que el cuchillo de Mira estaba más próximo a mi mano izquierda.El cuchillo de Mira, ese era mi siguiente paso. No podía pensar por el dolor. Todo lo que me esforzaba en intentar, lo terminaba haciendo con un considerable retraso, pero el cuchillo estaba ahí, a mi alcance. Tenía que estirarme y agarrarlo..."Mira no está aquí." La voz sonó de nuevo- No, esta vez la recordé por mi cuenta, dejándome con lo que parecía ser la pieza suelta de un rompecabezas.¿Mira no estaba aquí? Ya lo sabía, Mira no estaba aquí. De qué me servía pensar en eso-Mi cuerpo se detuvo y mis ojos se clavaron en mi mano vendada. Como si fuera un mensaje de otro plano, mi cerebro encajó la pieza y arribó a una respuesta sobre lo que debería hacer. De alguna forma, estaba seguro de que iba a funcionar, o, mejor dicho, estaba seguro de que lo podía hacer funcionar. No era una solución elegante, ni prolija, ni mucho menos sofisticada, pero era viable; y eso era todo lo que necesitaba.Miré al duende, su expresión de pánico.Hice un puño con la mano vendada y lo estampé, a la mayor velocidad posible, contra el cráneo de la criatura. Estaba bastante seguro de que había roto un par de dedos haciendo eso, pero la adrenalina era una droga increíble.El monstruo recibió el contacto con confusión o mareo. Yo aproveché su inacción para nuevamente estampar mi puño, ahora un martillo de carne, contra su cráneo. Golpeé una vez más, y otra, y otra. Y otra, y otra, y otra, y otra. Líquido empezó a caer en spray a mi cara, estaba casi seguro que la mayor parte provenía de una de mis manos más que del cráneo de la criatura. Golpeé de nuevo, y de nuevo. Cada golpe sonaba completamente mojado, como si estuviera aplastando un trapo húmedo contra una mesa. Sin embargo, seguí golpeando. La imagen de su cara siendo deformada aún más al ritmo de cada golpe que le propiciaba me llenaba de satisfacción. Quizás, en un estado mental más racional y pacífico, no habría sentido "satisfacción"; quizá habría sentido "alivio" por poder ratificar que estaba teniendo éxito. Pero lo que sentía en este momento solo se podía describir como satisfacción. No, era incluso más, era elación, la elación más primitiva que había sentido en mi vida. El dulce cosquilleo que sentía por mi rostro y mis brazos me seducía a seguir adelante, a adentrarme más en el acto violento; no por la violencia en sí, sino por lo que con esa violencia estaba consiguiendo. Era Victoria, pura Victoria, me encantaba, lo anhelaba, añoraba por más.Entonces, la criatura soltó dificultosamente el cuchillo y tropezó hacia atrás.Estaba inmerso en otro mundo para este momento; mis pensamientos racionales habían tomado un asiento trasero, dejando a mis impulsos violentos al volante de la situación. Me levanté del suelo después de unos segundos y extraje, con mucho dolor, la cuchilla de mi mano derecha. Esta vez, la herida fue por mi propia decisión. Mi mano tembló y sangró en demasía, pero la cuchilla se desprendió.Me coloqué encima del duende, a horcajadas. Miré por un segundo el cuchillo de Mira, pero me terminé decantando por el que había sido usado contra mí hace unos segundos. Ajusté el arma entre mis manos rotas hasta conseguir un agarre más o menos firme. Subí el puñal.Entonces lo bajé en el cuerpo del monstruo, al mismo lugar donde me había apuntado a mí. Una vez... Y otra, y otra, y otra. Al compás de:—Mierda. Mierda. Mierda. Mierda —una expresión que manifestaba mis sentimientos por la criatura.Y otra vez, y otra vez. Haciendo un desastre de sangre. Manchando mi cara, mi ropa, y el césped alrededor. Sacando partes de su carne fuera de su cuerpo.—¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda!Mis cuchilladas eran completamente salvajes, a veces tenían la intención de hacer daño, a veces solo tenían la intención de provocar dolor. Todas, sin embargo, eran completamente brutales. La criatura se había dejado de mover hace un tiempo.—¡Pedazo de mierda! —grité, hundiendo la cuchilla lo más que podía en su cuerpo. Como ya había provocado una buena cantidad de agujeros, la hoja alcanzó una profundidad decente.Dejando mi espada clavada en el estómago del dragón, me desplomé a un costado, absorbiendo el aire a mi alrededor con la mayor fuerza posible. Mi mano izquierda se sentía como si la hubieran colocado debajo de una plancha o dentro de una tostadora. Mi pierna quedó chueca, como si hubiera pisado mal veinte veces seguidas; si fuera un jugador de fútbol, sería una lesión que me obligaría a retirarme. Mi otro brazo no estaba mucho mejor, había sido recientemente penetrado. Tuvo su primera vez con la hoja oxidada y chueca del chaeki. No sabía si hacían tan buena pareja como la lanza de Sen y mi mano izquierda, pero tampoco había que ser tan conservadores.Estaba divagando completamente. Ni yo me podía entender... pero tampoco necesitaba hacerlo.—¡Ja, ja, ja! —me reí con la sonrisa más amplia que hice desde que desperté en ese dichoso río.Si esto fuera el final de una película o de un videojuego, sería la parte donde el protagonista está en un descampado y es rodeado por un centenar de partículas brillantes hermosas que ascienden hasta el cielo o quién sabe qué plano existencial. Admitidamente, la imagen en la vida real, estando acostado en un charco de sangre, con ambas manos rotas, y mi pierna torcida, era mucho menos romántica; pero, por lo menos, podía compartir los sentimientos con esos compañeros ficticios. Elación. No había una mejor palabra para describir cómo me sentía. Tal vez se podría simplificar y definir directamente como "Felicidad".Me arrastré hacia un lado. Había tomado una apuesta bastante arriesgada, era cierto, pero no tenía pensado rendir mi vida. Mi raciocinio seguía estando ahí... Un poco relegado a segundo plano, pero seguía estando ahí. Y como mi raciocinio permanecía conmigo, podía decir con total seguridad que pocas cosas me apetecían más que ser visitado por el ángel del tétanos, o sus bellos compañeros, cuyos nombres terminan con "-coco" y provocan un "-itis". Tenía que limpiar la herida- las heridas. No tenía el río cerca, honestamente no estaba seguro qué tan buena idea sería limpiarlas allí. Pero había visto a Han limpiarse con algo que estaba en la bolsa... La bolsa que había dejado a unos cuantos metros en el medio del bosque... Mierda.Bueno, no me podía detener el dolor. Unos deditos rotos y una mano perforada no eran nada frente a mi incalculable, insondable, hombría... Podía tragarme este dolor sin problema y seguir haciendo mi trabajo. El sangrado sí que no estaba nada bien... Tendría que hacer esto pronto. Tenía buena orientación, así que sabía la dirección general en donde debería estar el bolso.Inspeccioné mis alrededores y me encontré con el árbol todavía asentando al pobre carpincho en su tronco. Mierda. El carpincho. Este lugar era lo contrario a seguro. Me levanté y rengueé hasta el chaeki. Lo apoyé en mis antebrazos, su cuchillo estaba acomodado tiernamente en el fondo de su estómago. El cuchillo que me obsequió Mira se tendría que quedar aquí, lástima.—Hop —levanté al monstruo, cargándolo como una princesa, y empecé la marcha fuera del lugar.Pesaba unos 30 kilos, un poco menos de lo que esperaba. Afortunadamente, no había ningún otro animal cerca.10Demoré tres veces lo que había tardado corriendo, pero finalmente alcancé el bolso. Revoleé al enano a un lado y empecé a escarbar, con mi mano apuñalada, por los contenidos de la bolsa. Encontré una botella que, al estudiar con una olfateada, comprendí que era agua; la utilicé para lavarme de manera muy ineficiente la mugre y sangre en mi rostro y manos. Escarbé un poco más y me hice con el otro frasco, del mismo color y forma, pero diferente en su contenido. Olía a alcohol, y no particularmente el etanol refinado que uno esperaría en un botiquín, sino un alcohol de bebida, como Gin.¡Nada que hacerle! Me lo tiré en el abdomen.—¡¡¡AAAHHHHHH!!!... Mierda. No esperaba que me ardiera tanto. ¿De qué estaba hecho esto? ¿Meo de Satanás? Honestamente, me aterraba la idea de tirarlo en la mano, herida que me dolía mucho más. Agarré un cacho de tela del bolso y me rellené la boca con ella. Entonces, utilicé lo que me quedaba de mano izquierda para inclinar la botella y echar el líquido en el nuevo corte.—¡¡¡MMMMMHHHHH!!!No había forma de acostumbrarse a esto. Escupí la tela y la utilicé para esparcir el líquido por las heridas aún ardientes. Finalmente, me até la fábrica alrededor de la mano. Con eso terminado, decidí confeccionar una suerte de artimaña. Arrastré al duende hasta el bolso y utilicé un lado de la cuerda de agarre para enchufarlo al resto del conjunto, una vez los dos estaban juntitos, utilicé lo que quedaba de tela para amarrar el enano lo más fuerte posible al bolso. Tardé mucho más de lo que esperaba, pero finalmente logré hacerlos una unidad. Levanté el bolso con el lado de cuerda disponible y me di cuenta de que debería ir al gimnasio, era complicado levantar estos 30-algo kilos, especialmente con el peso desbalanceado. Estuve un tiempo intentando acomodar el bolso en mi espalda, casi me rindo; pero, cuando conseguí algo más o menos funcional, comencé a marchar por el camino de vuelta al pueblo. Podría cargar al duende todo el camino como una princesa, mas tenía dignidad.Ya estaba empezando a oscurecer, qué miedo.