3
No quería admitirlo, pero me estaba costando bastante mantenerme en pie. No se me había ocurrido que mi cansancio mental llegaría a tal punto; combinarlo con el cansancio físico no había resultado en nada bueno. A veces, cuando cerraba los ojos, sentía que estaba a punto de desplomarme al suelo.
Algo duro rozó mi cadera y di un pequeño brinco que me extrajo del cansancio devenido en trance.
—Mantente en fila —Aíto me acomodó en el lugar con el mango de su lanza.
Decidí ignorar el hecho de que nos acababa de atacar una rata voladora, prefería enfocar mis esfuerzos en rezar para que no haya ningún otro ser que desafiara el orden de la naturaleza dentro de este bosque malvado. ¿Quizás estaba muerto? ¿Quizás estaba en una suerte de purgatorio poco convencional, como esa serie de televisión? No había nada más que pudiera explicar lo que me estaba sucediendo. Una cosa y luego otra, se apilaban de forma interminable y no había forma de solucionarlas o conseguir respuestas. No había nada para desatar el nudo que cada vez se afianzaba más y más. Estaba muy, muy, cansado.
Durante el recorrido, me pregunté cómo habrá sido mi familia... ¿Algún día los veré otra vez? ¿Me aceptarán? ¿Me querrán? Me gustaría que así fuera... Siento que eran algo muy importante en mi vida... pero ahora no están... se esfumaron... Eran importantes, lo sabía... Podía sentir el vacío enorme que dejaron en mi corazón...
Estaba muy, muy cansado.
—Aíto, el extranjero está planeando algo.
—Sen, lo único que el extranjero está planeando es cómo mantenerse de pie durante los próximos cinco minutos.
—...
—¿Cómo sabemos dónde puede estar el monstruo ese...? —le pregunté al grupo.
—No sabemos. Lo único que puedo decir es que el bosque está extremadamente callado. Hay algo que está muy mal... —me respondió Sen.
Me pareció peculiar la gran escasez de vida cuando circulé por estas zonas la primera vez. Aparentemente, había una explicación para eso... Por alguna razón se me dificultaba mucho pensar. No-... podía-...
Sé que seguí caminando, pero, si intentaba recordar de manera precisa qué ocurrió, no podía. Solo caminé y caminé, acompañando a los hombres, sorteando obstáculos. Caminé sin parar. Caminé tanto que, en cierto punto, olvidé por completo la razón por la que estaba en ese lugar. La razón era... era...
Sen me miró.
Quizás era el estado febril en el que me encontraba, pero sentí que no era una mirada de enfado. Por una vez, era una simple mirada de confusión...
...
...
...
—¡...! —alguien dijo algo.
Repentinamente, el mundo dio un giro de 90 grados.
Mi cabeza se chocó contra la dura tierra y, poco a poco, fui recobrando el conocimiento. Levanté el torso del suelo e intenté captar visualmente lo que había a mis alrededores. Sen y Han también estaban en el suelo. Aíto se encontraba de lado de una gran llamarada.
—¿Q-...Qué fue lo que pasó...?
—¡Levántate! —Aíto alzó la voz desde su lugar. Sen y Han ya se habían puesto de pie y habían adoptado posiciones defensivas—. ¡Extranjero! ¡Levántate!
Me puse de pie lo más rápido que mis piernas y equilibrio me permitieron. No entendía nada de lo que estaba sucediendo. Necesitaba un poco de ayuda... No podía encontrar el enemigo esta vez.
—¡Warukis! ¡Aíto! ¿¡Cuántos son!?
—¡Cinco! ¡No, seis!
—¿¡Cómo se juntaron tantos!?
¿Eso era el enemigo?
Sen estaba tirando de su lanza; una rama inmovilizando su arma por completo. ¿Cómo pudo crecer un árbol de esa forma?
La respuesta a mi estúpida pregunta llegó en forma de un latigazo violento en mi hombro derecho, mi brazo funcional. Caí al piso por el dolor agudo e instantáneo. Aprovechando la situación, una rama se enroscó en mi pie como una serpiente. Antes de que me diera cuenta, mi cuerpo estaba siendo arrastrado por el suelo, alejándome del resto de mi grupo. Mi cabeza y mi torso golpearon un par de veces la superficie dura de la tierra. Me protegí como pude con el brazo derecho.
4
Una inmensa y asqueante sensación de ansiedad invadió a Mira.
Mientras realizaba los triviales preparativos para la audiencia con el cacique, su conciencia finalmente percibió una disonancia entre sus flamantes emociones y las maquinaciones que había elucubrado para su empleado. Se había arriesgado, había arriesgado mucho en lo que pensaba que era un juego sin sentido. Pero ahora, habiendo ganado el premio mayor, el pánico de perderlo todo se asentó en su estómago con un enorme peso. La situación para ella fue como haber hecho un par de apuestas cruzadas absurdas, de las cuales todas, hasta la penúltima, habían acertado; y ahora se encontraba con la posibilidad de perder todo por culpa del último disparate de su lista.
—Mira, ¿estás bien? —la sirvienta le habló en un tono íntimo que pocas veces adoptaba, a pesar ser lo más cercano que poseía la joven a una "madre" real. Claramente, Mira se percató, ella se dirigió así porque había fracasado en ocultar sus verdaderas emociones.
—No, Yoi. Puede ser que haya cometido un grave error.
Eso era algo que no salía usualmente de su boca.
—¿Es por el chico? ¿Podría contratar a un mercenario para verificar su seguridad, quizás?
—Sería muy tarde. Si el destino de esta cacería era terminar de esa forma, entonces lo peor ya ocurrió.
Mira quería darse en la cabeza con un palo. ¿Cómo pudo ser tan idiota de arriesgarlo todo de esa manera? Quizás, al final, cuando comprendió el verdadero valor del muchacho, podría haber alterado su accionar, podría haber puesto una excusa. Había mil cosas que podría haber hecho. Ella era muy capaz. ¡Ella era ella, por dios! ¿Cómo no se percató de lo arriesgado que era ese plan que había pensado en unos pocos minutos?
Fue culpa de él. ¿Quién lo mandó a actuar de esa forma tan inesperada en el último momento? Había logrado desorientarla temporalmente, estaba dispuesta a reconocerlo; pero eso no había sido positivo. Si no hubiera actuado así, quizá ella habría cambiado sus planes y no estaría en esta situación.
Mira se colocó rápidamente unas alpargatas en la puerta de su residencia y se marchó a la entrada del pueblo. No era un accionar muy lógico; su presencia no cambiaría en nada lo que podía llegar a pasar. Aun así, sentía que allí era donde debía estar.
La sirvienta dejó escapar un suspiro pesado. También le inquietaba el estado del chico; sin embargo, sentía cierta satisfacción al ver que la joven demostraba tanta preocupación por él. Después de todos los juegos en los que lo había hecho participar, un poco de sensibilidad era bienvenida.