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—No duermas. Una vez que estemos en la isla, te contaré todo —dijo Fu Shiyan, palabra por palabra. No había lugar para la negociación en su voz.
—Sabes que no duraré tanto —dijo Shen Feiwan con desolación.
—Lo harás —respondió Fu Shiyan con determinación.
—Si muero, lo lamentaré por el resto de mi vida.
—Sobrevivirás —afirmó Fu Shiyan, como si no pudiera oír lo que Shen Feiwan estaba diciendo.
Parecía perdido en su propio mundo, convencido de que Shen Feiwan viviría.
No dejaría que Shen Feiwan muriera.
No lo permitiría, no justo frente a él.
Shen Feiwan sabía que sus palabras eran inútiles.
Seguía mirando la isla en la distancia.
Bajo la oscuridad de la noche, era indefinida.
Todo lo que sabía era que estaba lejos, muy lejos.
Fuera del alcance.
Sentía que era un destino que jamás alcanzaría en su vida.
La noche era sombría.
A veces, Shen Feiwan ni siquiera estaba segura si seguía viva o si ya había muerto.
Todo lo que sabía era que su entorno estaba borroso.